Continuando con la estrategia de propaganda PRIANAL (PRI-PAN-Nueva Alianza), los columnistas de Milenio, uno por desinformar, y otro por desinformado, siguen haciendo el juego a la continua guerra sucia en contra de López Obrador, con nada velados respaldos a Nueva Izquierda, para hacer que la cúpula partidista del PRD colabore en terminar de destazar lo que queda del país. Empecemos por desbaratar los "argumentos" de Roberto Blancarte:
EL FANTASMA DE LA IZQUIERDA MEXICANA
Un fantasma recorre la izquierda mexicana. Es el fantasma del lopezobradorismo, que no permite a los autodenominados partidos de izquierda crecer ideológicamente ni mucho menos posicionarse como una alternativa política a mediano y largo plazos. Nadie, o casi nadie, lo quiere admitir. Pero muchos se dan cuenta que los caciquismos políticos no contribuyen a la formación de una alternativa democrática y, por lo tanto, con capacidad de proponer un programa creíble a la población. En suma, que si bien López Obrador es el que les dio una masa de electores jamás vista, es el mismo que la perdió y que ahora aparece fugaz y fantasmal para impedir cualquier examen autocrítico de fondo en la izquierda mexicana. Porque hacer una autocrítica significaría deshacerse de todo lo que representa el lopezobradorismo.
¿Caciquismo político de López Obrador cuando muchos en el mismo partido que él dirigió lo apuñalaron por la espalda antes, durante y después de las elecciones? Qué amplia definición se tiene ahora de lo que es un "cacique". El programa creíble que tanto busca Roberto, se encuentra en el Proyecto Alternativo de Nación, del cual recientemente su servidor colocó en este mismo espacio una muestra de que además de creíble, es una propuesta eficaz para el desarrollo nacional con equidad. En cuanto a la autocrítica, a la cual se le ha dado más difusión en los medios nacionales es a la "autocrítica" de Nueva Izquierda en contra de sus rivales del PRD; primera definición de "autocrítica" que encuentro en la que no se critica el "autocrítico" a sí mismo.
Como era de esperar, nadie quiere cargar con el muerto. Nadie, o casi nadie, quiere enterrarlo. Sus despojos todavía pueden servir para algo. Incluso el muerto podría resucitar. Así que mejor lo dejan deambular y asustar a los transeúntes con el populismo, el radicalismo y el resentimiento social. Nada que vaya a contribuir a que los votantes apoyen a los partidos de izquierda. Ni mucho menos a construir una posición ideológica coherente y viable. Pero, ante la ausencia de ideas, la izquierda se ha refugiado en el “victimismo”, la frustración y el reproche. Para eso no se requiere pensar en nuevas estrategias o en programas ideológicos alternativos; basta con quejarse, echarle la culpa al otro y tratar de boicotear todo lo que haga el gobierno. Y como ese parece ser el programa de López Obrador, muchos en el PRD y en los otros partidos de la izquierda se encuentran cómodos. Creen que eso, aunado a los errores del gobierno de Calderón será suficiente para posicionarse en las preferencias electorales. Empresa riesgosa y de improbable éxito.
Da por muerto a López Obrador cuando continúa movilizando a una enorme cantidad de gente en donde quiera que va, aún a pesar de que no hay proceso electoral ni huesos de por medio. No considera nuestra posición ideológica "coherente y viable" simplemente por que no se ha informado sobre ella, pero se da derecho a opinar y descalificar lo que no conoce. Lo mismo va para "las nuevas estrategias o programas ideológicos alternativos" que no ha visto y por lo mismo, cree que no existen. Sobre Calderón, si en verdad se sintiera éste seguro, habría cumplido su promesa de mejorar los salarios de la tropa, pero no con un generoso aumento 11 veces mayor al que se dio al salario mínimo y al que recibirán la mayoría de los asalariados en este país este año. No se necesitan más pruebas del miedo que tiene de los ciudadanos que presume falsamente que lo pusieron en el poder.
La otra consecuencia de que la izquierda no termine de exorcizar ese fantasma es el oportunismo político resultante. El penoso caso de Ana Rosa Payán muestra no sólo la ausencia de mínimos criterios ideológicos, sino el vaivén y veleidad de las decisiones tomadas, dependientes de la perspectiva personal del autoproclamado “presidente legítimo”. Algunos trataron de ocultarlo, pero al final no pudieron esconder que el PRD estaba a punto de lanzar a una candidata de derecha que no le daba nada a cambio y pretendía construir una supuesta candidatura ciudadana. El premio mayor del oportunismo. Ni el clamor opositor dentro del partido bastó para frenar tal despropósito. Tuvo que llegar el distanciamiento de la virtual candidata respecto a López Obrador para que el consejo del PRD tomara cartas en el asunto. De no ser por ello, se habría concretado una más de las ignominias a las que dicho personaje acostumbró al partido. Aún así el ex candidato a la Presidencia es intocable y el fantasma sigue recorriendo la izquierda.
¿Qué tiene que ver AMLO con los oportunistas que postularon a una de sus más feroces detractoras, y coartífice del fraude electoral? ¿Qué puede hacer pensar a cualquiera con dos dedos de frente que López Obrador estuvo detrás de la candidatura de Payán en Yucatán? ¿Y todavía tiene el descaro de colgarle este milagrito a López Obrador? ¡Por favor!
La corriente de Nueva Izquierda es la única que se ha atrevido, dentro del PRD, a perfilar una autocrítica, lo que equivale a un tímido intento para deshacerse del fantasma del lopezobradorismo. Pero el solo y escrupuloso ejercicio ha desencadenado las airadas reacciones de los supuestamente fieles seguidores, prestos a acusar de traición a quienes se atrevan a señalar los errores de AMLO. Poco importa que sus actuales defensores, en su momento, estén listos a sacrificarlo en aras de un mejor candidato o cuando esta alma en pena se vuelva incómoda.
Otra vez más la falsa "autocrítica" de Nueva Izquierda. La misma Nueva Izquierda que impulsó desde el PRD a candidatos de dudosa calidad moral en diversos puntos del país, la misma Nueva Izquierda que hace todo lo posible por hacer naufragar un gobierno surgido del partido al cual supuestamente éstos pertenecen y la misma Nueva Izquierda que apuñala por la espalda al candidato y líder que le dio al PRD su votación más alta de toda su historia. ¿Qué mas se necesita para justificar el uso de la palabra traición en su opinión, Roberto Blancarte? ¿El beso de Judas o que asesinen a AMLO a las puertas de la sede del PRD?
Porque el problema central de ese espíritu vagabundo es que cada día se vuelve más incómodo, incluso para los que genuinamente quieren apoyarlo y lo han seguido hasta ahora. No queda claro si algún día les va a servir de algo o si será un lastre mayor para el partido en términos electorales. Por lo pronto, de todas maneras, ya es un problema para su funcionamiento normal. Pero además de eso, pocos tienen interés en verlo presentarse en las siguientes elecciones presidenciales. Mucho menos los que aspiran a ser el candidato de la izquierda. Y sin embargo, tienen que desempeñar el papel del gran defensor para poder convertirse en su lógico sucesor.
Pues lo único incómodo -aunque procuro ignorarlo- es ser tachado de idiota por los antipejistas locales que se creen ciegamente el cuento de que es un peligro para México, mientras cierran muchos de éstos sus negocios, mientras viven en condiciones cada vez peores, mientras se quejan de lo mal que está todo. Por lo demás, no he encontrado a ningún simpatizante de López Obrador que no esté orgulloso de serlo, ni que lo sea por estar desinformado, desinformación e ignorancia que son el factor común en nuestros antagonistas. Ciertamente, ciudadanos politizados, informados y comprometidos, son un peligro para el funcionamiento normal de las burocracias partidistas actuales. Como si fuera algo malo.
Esa es la enorme paradoja de los “líderes” actuales de la izquierda mexicana. Quisieran deshacerse del fantasma, pero no antes de haberle sacado provecho. Hay quienes ven en el lopezobradorismo una herencia rescatable y provechosa para construir una candidatura de izquierda en seis años, pero sin López Obrador. El asunto no parece fácil, sobre todo porque el difunto no se quiere morir. Hay otros que ya lo percibieron como un obstáculo para construir un verdadero partido democrático. Pero tienen que andar con cuidado, pues no están seguros que el espíritu esté muerto y no se atreven a exorcizarlo. Son los resabios de una vieja cultura política acostumbrada a la cargada, al agachado y al cacicazgo, que sigue estando presente.
El líder es López Obrador, por más que les pese a Cárdenas, Ortega y al subcomediante Marcos, y no lo es solo por su carisma, también cuentan mucho su humildad, su congruencia, su cercanía a la gente, su buen gobierno en el DF, sus propuestas para hacer progresar al país y la honesta defensa que hace de nuestra nación y de los desvalidos. El enorme peso e influencia que tiene son por la gran diferencia que hay entre la calidad moral de AMLO y la de las demas cabezas visibles de la izquierda nacional (no uso la palabra líderes a propósito, son cabezas parlantes nada más). Sobre la vieja cultura política acostumbrada a la cargada, al agachado y al cacicazgo, debe de darse una vuelta por el PRI y el PAN, que hay eso de sobra, la última prueba es la "elección" de Paredes en el PRI.
La tragedia con los espíritus en pena es que no dejan actuar a los vivos, aunque un día, por la fuerza del tiempo, sus lamentos se dejan de oír y sus principales seguidores son los primeros en abandonarlos. En suma, me parece que todos, o casi todos en la izquierda, apuestan a un capital político que ya fue dilapidado. El fantasma se lo llevó todo a su tumba.
Dice lo que muchos quisieran oir, lástima que la necia realidad se empeñe en demostrarles que están equivocados. En la izquierda mexicana ciertamente circulan muchos fantasmas, pero ninguno de ellos es López Obrador.
De Alberto Carrillo Armenta, sobre el Congreso Nacional de Nueva Izquierda y las "elecciones" en el PRI:
BEATRIZ PAREDES CONTRA NUEVA IZQUIERDA
Durante el fin de semana se realizaron dos eventos políticos que guardan una relación estrecha entre sí, el Congreso Nacional de Nueva Izquierda, corriente interna del PRD, y la elección de Beatriz Paredes como nueva presidenta del Partido Revolucionario Institucional.
Fue una mera coincidencia, pero en ambos eventos subyace la necesidad de recuperar una institución partidaria.
En el primer caso, se trata de dotar al PRD de fuerza institucional frente al liderazgo carismático de Andrés Manuel López Obrador. Los Chuchos se han decidido finalmente a debatir al interior lo que se discute fuera del partido.
...y a perder la batalla en el proceso. Los partidos políticos no funcionan como tales. En este momento son simples agencias de colocaciones para parientes y compadres y en ese sentido se coloca la guerra que sostiene Nueva Izquierda en contra de Ebrard en el DF, puesto que si fuera por celo antipriísta sus ataques contra éste, entonces no estarían proponiendo alianzas con el PRI en diversas partes del país. La dirigencia perredista se opaca ante López Obrador por la falta de liderazgo colectivo, por el nulo trabajo partidista y por su nula congruencia. El espacio vacío que es la dirigencia perredista lo ocupa López Obrador por necesidad más que por gusto.
Aunque el Congreso de Nueva Izquierda se presentó como un debate ideológico entre perredistas y destacados académicos y politólogos, en realidad se inscribe más en una definición estratégica: marcar distancia a favor de la institución, los órganos y la vida regular del partido frente a su ex candidato, que se pretende convertir en un líder metapartidario con una estructura paralela y como una especie de poder tras el trono.
El PRD necesita más de AMLO que éste del partido que en buena parte del país lo traicionó. El debate ideológico que supuestamente fue el Congreso de NI no se pudo dar presisamente por la ausencia de ideología en la cúpula partidista. No se puede debatir sobre lo que no existe.
En el caso del PRI, culminó el proceso interno con una votación tersa, sin conflictos. Beatriz Paredes basará su ejercicio de gobierno orientado a fortalecer el partido, mediante una estrategia con tres ejes. El primero implica la reconstrucción ideológica del PRI, orientándose por un discurso de izquierda. Un discurso que permita ubicarse claramente en la crítica al modelo económico, a sus efectos en la vida de la población, la recuperación de niveles de bienestar, la atención al campo y la producción industrial. En segundo lugar, una vez definida la ideología y delimitado el “territorio de caza”, entonces buscarán hacerse del elector que votó por López Obrador. Hay que recordar que el PRI no perdió la elección contra el PAN (esa elección la perdió en 2000); el PRI perdió la elección de 2006 contra López Obrador. El tercer eje será una reconstrucción de las estructuras territoriales partidarias.
La pregunta es: ¿cómo se va a desenganchar el PRI del modelo económico que impuso en el país desde 1982 y todas sus funestas consecuencias, cuando mucho de los cuadros ejecutores de este desastre están ahora incrustados en el gobierno calderonista continuando exactamente con las mismas políticas fracasadas que el PRI impulso durante la mayor parte de la vida de la gran mayoría de los mexicanos?
La propuesta de Beatriz Paredes se sintetiza en un discurso de izquierda tan radical como se pueda, pero equilibrado con una práctica de gobierno tan sensata como se pueda, acompañado con una lucha abierta contra la corrupción que abra paso a un esfuerzo de reconstrucción de las estructuras territoriales del PRI en todo el país. Es decir, la lucha del PRI será por reconstruirse a costa del PRD, en una lucha en la que se comprende que a corto plazo sólo habrá espacio para la existencia de únicamente dos fuerzas políticas: una de izquierda y una de derecha.
El PRI que nos dio a Hank González, a Salinas, a Zedillo, a Montiel, a Madrazo, a Mario Marín y a Ulises Ruiz pretende luchar contra la corrupción. ¿Cómo si ésta es lo que mantiene la cohesión en el "partido"? En cuanto al PRD, su lucha es contra el cobijo a oportunistas y contra Nueva Izquierda y su indefinición ideológica, contra la inactividad e inutilidad de gran parte de su dirigencia.
Guardando las debidas proporciones, tanto Jesús Ortega como Beatriz Paredes están ante el mismo desafío de disputar el espacio de la izquierda que puede gobernar el país. Jesús Ortega buscará definir una propuesta política que mantenga en el PRD la votación obtenida por su candidato presidencial, pero evitando la polarización y el radicalismo. Beatriz se propondrá recuperar votación a costa del desgaste y la estridencia de Andrés Manuel López Obrador. Caminos objetivamente enfrentados en donde las elecciones intermedias del año 2009 serán la prueba de fuego.
Ambos deberán evitar el aislamiento, ambos buscarán sacar la mejor negociación en las cámaras y ambos buscarán ganar la carrera al otro en la búsqueda de legitimidad social.
Ya veremos muy pronto el "desgaste y la estridencia" de nuestro movimiento. Al final, se trata de obtener una izquierda cómoda y entregista, que no represente ninguna diferencia substancial respecto a la derecha, que impulse el abstencionismo, el cinismo y la desesperanza entre los ciudadanos, para conservar la simulación de democracia que tanto se usa en estos tiempos por parte de la oligarquía para crear la ilusión de que los ciudadanos tienen voz y voto en las decisiones en el gobierno.
Nueva Izquierda está buscando acomodarse en "centro político" que permita grandes indefiniciones y quedar bien con todos. Busca hacer la misma jugada política que el Nuevo Laborismo hizo en la Inglaterra de los 90's, que consiguió el poder con un supuesto discurso progresista, pero que en los hechos fue sólo un nuevo rostro del conservadurismo y que permitió y avaló los crímenes de Tony Blair en Serbia, Afganistán y en Irak; un "nuevo izquierdismo" que destruyó a tres naciones, que en el caso de Irak se hizo corresponsable de medio millón de niños muertos por el embargo en contra de la nación árabe después de la Primera Guerra del Golfo, del bombardeo constante a ese país por 13 años para después darle a ese sufrido pueblo 4 años -y contando- de la más absoluta miseria que la mente humana pueda imaginar.
Esa amoral indefinición política creen los de Nueva Izquierda que será rentable electoralmente en el corto plazo, pero ignoran bajo su propio riesgo de que los partidos políticos son las organizaciones con menor prestigio en este país, y esa indefinición sólo disminuirá más el prestigio no sólo de ellos y el PRD, si no de toda la vapuleada clase política nacional; más con sus golpes bajos en contra de López Obrador. Si quieren irse al infierno está bien por ellos, pero no nos arrastren a todos.
También está la opción de reproducir en México por segunda vez la versión nacional del Pacto de Punto Fijo que se hizo en Venezuela en 1958 para garantizar la gobernabilidad del país inicialmente entre Acción Democrática, COPEI (antes PAN, de la misma tendencia del de aquí) y URD para después repartirse el poder entre ellos en una simulación democrática que duró 30 años. Y fue una simulación por que allá se ignoró al importante Partido Comunista Venezolano a petición de COPEI y la Iglesia Católica (¿suena familiar?). La primer versión mexicana de ese pacto se dio entre el PAN y PRI con las concertacesiones del salinismo.
Ahora, Nueva Izquierda en la segunda edición quiere colar al PRD en el juego de las concertacesiones antidemocráticas por el poder, ignorando al lopezobradorismo igual que en Venezuela se ignoró a los comunistas. Nada más hay que recordarle los Chuchos que si bien conservaron AD y COPEI el poder por 30 años fueron totalmente arrasados, trapeados y borrados del mapa por el liderazgo de Hugo Chávez y su Movimiento V República, así como superados por los comunistas que tanto ignoraron; para muestra sólo basta seguir los enlaces para ver como están esos partidos transas en la actualidad (una pista: dan risa). ¿Quieren ser los Chuchos un padre más del fracaso de la clase política nacional?
P.D: Nuestro pésame a Mario di Constanzo por la pérdida de su hermano Víctor, QPD.
EL FANTASMA DE LA IZQUIERDA MEXICANA
Un fantasma recorre la izquierda mexicana. Es el fantasma del lopezobradorismo, que no permite a los autodenominados partidos de izquierda crecer ideológicamente ni mucho menos posicionarse como una alternativa política a mediano y largo plazos. Nadie, o casi nadie, lo quiere admitir. Pero muchos se dan cuenta que los caciquismos políticos no contribuyen a la formación de una alternativa democrática y, por lo tanto, con capacidad de proponer un programa creíble a la población. En suma, que si bien López Obrador es el que les dio una masa de electores jamás vista, es el mismo que la perdió y que ahora aparece fugaz y fantasmal para impedir cualquier examen autocrítico de fondo en la izquierda mexicana. Porque hacer una autocrítica significaría deshacerse de todo lo que representa el lopezobradorismo.
¿Caciquismo político de López Obrador cuando muchos en el mismo partido que él dirigió lo apuñalaron por la espalda antes, durante y después de las elecciones? Qué amplia definición se tiene ahora de lo que es un "cacique". El programa creíble que tanto busca Roberto, se encuentra en el Proyecto Alternativo de Nación, del cual recientemente su servidor colocó en este mismo espacio una muestra de que además de creíble, es una propuesta eficaz para el desarrollo nacional con equidad. En cuanto a la autocrítica, a la cual se le ha dado más difusión en los medios nacionales es a la "autocrítica" de Nueva Izquierda en contra de sus rivales del PRD; primera definición de "autocrítica" que encuentro en la que no se critica el "autocrítico" a sí mismo.
Como era de esperar, nadie quiere cargar con el muerto. Nadie, o casi nadie, quiere enterrarlo. Sus despojos todavía pueden servir para algo. Incluso el muerto podría resucitar. Así que mejor lo dejan deambular y asustar a los transeúntes con el populismo, el radicalismo y el resentimiento social. Nada que vaya a contribuir a que los votantes apoyen a los partidos de izquierda. Ni mucho menos a construir una posición ideológica coherente y viable. Pero, ante la ausencia de ideas, la izquierda se ha refugiado en el “victimismo”, la frustración y el reproche. Para eso no se requiere pensar en nuevas estrategias o en programas ideológicos alternativos; basta con quejarse, echarle la culpa al otro y tratar de boicotear todo lo que haga el gobierno. Y como ese parece ser el programa de López Obrador, muchos en el PRD y en los otros partidos de la izquierda se encuentran cómodos. Creen que eso, aunado a los errores del gobierno de Calderón será suficiente para posicionarse en las preferencias electorales. Empresa riesgosa y de improbable éxito.
Da por muerto a López Obrador cuando continúa movilizando a una enorme cantidad de gente en donde quiera que va, aún a pesar de que no hay proceso electoral ni huesos de por medio. No considera nuestra posición ideológica "coherente y viable" simplemente por que no se ha informado sobre ella, pero se da derecho a opinar y descalificar lo que no conoce. Lo mismo va para "las nuevas estrategias o programas ideológicos alternativos" que no ha visto y por lo mismo, cree que no existen. Sobre Calderón, si en verdad se sintiera éste seguro, habría cumplido su promesa de mejorar los salarios de la tropa, pero no con un generoso aumento 11 veces mayor al que se dio al salario mínimo y al que recibirán la mayoría de los asalariados en este país este año. No se necesitan más pruebas del miedo que tiene de los ciudadanos que presume falsamente que lo pusieron en el poder.
La otra consecuencia de que la izquierda no termine de exorcizar ese fantasma es el oportunismo político resultante. El penoso caso de Ana Rosa Payán muestra no sólo la ausencia de mínimos criterios ideológicos, sino el vaivén y veleidad de las decisiones tomadas, dependientes de la perspectiva personal del autoproclamado “presidente legítimo”. Algunos trataron de ocultarlo, pero al final no pudieron esconder que el PRD estaba a punto de lanzar a una candidata de derecha que no le daba nada a cambio y pretendía construir una supuesta candidatura ciudadana. El premio mayor del oportunismo. Ni el clamor opositor dentro del partido bastó para frenar tal despropósito. Tuvo que llegar el distanciamiento de la virtual candidata respecto a López Obrador para que el consejo del PRD tomara cartas en el asunto. De no ser por ello, se habría concretado una más de las ignominias a las que dicho personaje acostumbró al partido. Aún así el ex candidato a la Presidencia es intocable y el fantasma sigue recorriendo la izquierda.
¿Qué tiene que ver AMLO con los oportunistas que postularon a una de sus más feroces detractoras, y coartífice del fraude electoral? ¿Qué puede hacer pensar a cualquiera con dos dedos de frente que López Obrador estuvo detrás de la candidatura de Payán en Yucatán? ¿Y todavía tiene el descaro de colgarle este milagrito a López Obrador? ¡Por favor!
La corriente de Nueva Izquierda es la única que se ha atrevido, dentro del PRD, a perfilar una autocrítica, lo que equivale a un tímido intento para deshacerse del fantasma del lopezobradorismo. Pero el solo y escrupuloso ejercicio ha desencadenado las airadas reacciones de los supuestamente fieles seguidores, prestos a acusar de traición a quienes se atrevan a señalar los errores de AMLO. Poco importa que sus actuales defensores, en su momento, estén listos a sacrificarlo en aras de un mejor candidato o cuando esta alma en pena se vuelva incómoda.
Otra vez más la falsa "autocrítica" de Nueva Izquierda. La misma Nueva Izquierda que impulsó desde el PRD a candidatos de dudosa calidad moral en diversos puntos del país, la misma Nueva Izquierda que hace todo lo posible por hacer naufragar un gobierno surgido del partido al cual supuestamente éstos pertenecen y la misma Nueva Izquierda que apuñala por la espalda al candidato y líder que le dio al PRD su votación más alta de toda su historia. ¿Qué mas se necesita para justificar el uso de la palabra traición en su opinión, Roberto Blancarte? ¿El beso de Judas o que asesinen a AMLO a las puertas de la sede del PRD?
Porque el problema central de ese espíritu vagabundo es que cada día se vuelve más incómodo, incluso para los que genuinamente quieren apoyarlo y lo han seguido hasta ahora. No queda claro si algún día les va a servir de algo o si será un lastre mayor para el partido en términos electorales. Por lo pronto, de todas maneras, ya es un problema para su funcionamiento normal. Pero además de eso, pocos tienen interés en verlo presentarse en las siguientes elecciones presidenciales. Mucho menos los que aspiran a ser el candidato de la izquierda. Y sin embargo, tienen que desempeñar el papel del gran defensor para poder convertirse en su lógico sucesor.
Pues lo único incómodo -aunque procuro ignorarlo- es ser tachado de idiota por los antipejistas locales que se creen ciegamente el cuento de que es un peligro para México, mientras cierran muchos de éstos sus negocios, mientras viven en condiciones cada vez peores, mientras se quejan de lo mal que está todo. Por lo demás, no he encontrado a ningún simpatizante de López Obrador que no esté orgulloso de serlo, ni que lo sea por estar desinformado, desinformación e ignorancia que son el factor común en nuestros antagonistas. Ciertamente, ciudadanos politizados, informados y comprometidos, son un peligro para el funcionamiento normal de las burocracias partidistas actuales. Como si fuera algo malo.
Esa es la enorme paradoja de los “líderes” actuales de la izquierda mexicana. Quisieran deshacerse del fantasma, pero no antes de haberle sacado provecho. Hay quienes ven en el lopezobradorismo una herencia rescatable y provechosa para construir una candidatura de izquierda en seis años, pero sin López Obrador. El asunto no parece fácil, sobre todo porque el difunto no se quiere morir. Hay otros que ya lo percibieron como un obstáculo para construir un verdadero partido democrático. Pero tienen que andar con cuidado, pues no están seguros que el espíritu esté muerto y no se atreven a exorcizarlo. Son los resabios de una vieja cultura política acostumbrada a la cargada, al agachado y al cacicazgo, que sigue estando presente.
El líder es López Obrador, por más que les pese a Cárdenas, Ortega y al subcomediante Marcos, y no lo es solo por su carisma, también cuentan mucho su humildad, su congruencia, su cercanía a la gente, su buen gobierno en el DF, sus propuestas para hacer progresar al país y la honesta defensa que hace de nuestra nación y de los desvalidos. El enorme peso e influencia que tiene son por la gran diferencia que hay entre la calidad moral de AMLO y la de las demas cabezas visibles de la izquierda nacional (no uso la palabra líderes a propósito, son cabezas parlantes nada más). Sobre la vieja cultura política acostumbrada a la cargada, al agachado y al cacicazgo, debe de darse una vuelta por el PRI y el PAN, que hay eso de sobra, la última prueba es la "elección" de Paredes en el PRI.
La tragedia con los espíritus en pena es que no dejan actuar a los vivos, aunque un día, por la fuerza del tiempo, sus lamentos se dejan de oír y sus principales seguidores son los primeros en abandonarlos. En suma, me parece que todos, o casi todos en la izquierda, apuestan a un capital político que ya fue dilapidado. El fantasma se lo llevó todo a su tumba.
Dice lo que muchos quisieran oir, lástima que la necia realidad se empeñe en demostrarles que están equivocados. En la izquierda mexicana ciertamente circulan muchos fantasmas, pero ninguno de ellos es López Obrador.
De Alberto Carrillo Armenta, sobre el Congreso Nacional de Nueva Izquierda y las "elecciones" en el PRI:
BEATRIZ PAREDES CONTRA NUEVA IZQUIERDA
Durante el fin de semana se realizaron dos eventos políticos que guardan una relación estrecha entre sí, el Congreso Nacional de Nueva Izquierda, corriente interna del PRD, y la elección de Beatriz Paredes como nueva presidenta del Partido Revolucionario Institucional.
Fue una mera coincidencia, pero en ambos eventos subyace la necesidad de recuperar una institución partidaria.
En el primer caso, se trata de dotar al PRD de fuerza institucional frente al liderazgo carismático de Andrés Manuel López Obrador. Los Chuchos se han decidido finalmente a debatir al interior lo que se discute fuera del partido.
...y a perder la batalla en el proceso. Los partidos políticos no funcionan como tales. En este momento son simples agencias de colocaciones para parientes y compadres y en ese sentido se coloca la guerra que sostiene Nueva Izquierda en contra de Ebrard en el DF, puesto que si fuera por celo antipriísta sus ataques contra éste, entonces no estarían proponiendo alianzas con el PRI en diversas partes del país. La dirigencia perredista se opaca ante López Obrador por la falta de liderazgo colectivo, por el nulo trabajo partidista y por su nula congruencia. El espacio vacío que es la dirigencia perredista lo ocupa López Obrador por necesidad más que por gusto.
Aunque el Congreso de Nueva Izquierda se presentó como un debate ideológico entre perredistas y destacados académicos y politólogos, en realidad se inscribe más en una definición estratégica: marcar distancia a favor de la institución, los órganos y la vida regular del partido frente a su ex candidato, que se pretende convertir en un líder metapartidario con una estructura paralela y como una especie de poder tras el trono.
El PRD necesita más de AMLO que éste del partido que en buena parte del país lo traicionó. El debate ideológico que supuestamente fue el Congreso de NI no se pudo dar presisamente por la ausencia de ideología en la cúpula partidista. No se puede debatir sobre lo que no existe.
En el caso del PRI, culminó el proceso interno con una votación tersa, sin conflictos. Beatriz Paredes basará su ejercicio de gobierno orientado a fortalecer el partido, mediante una estrategia con tres ejes. El primero implica la reconstrucción ideológica del PRI, orientándose por un discurso de izquierda. Un discurso que permita ubicarse claramente en la crítica al modelo económico, a sus efectos en la vida de la población, la recuperación de niveles de bienestar, la atención al campo y la producción industrial. En segundo lugar, una vez definida la ideología y delimitado el “territorio de caza”, entonces buscarán hacerse del elector que votó por López Obrador. Hay que recordar que el PRI no perdió la elección contra el PAN (esa elección la perdió en 2000); el PRI perdió la elección de 2006 contra López Obrador. El tercer eje será una reconstrucción de las estructuras territoriales partidarias.
La pregunta es: ¿cómo se va a desenganchar el PRI del modelo económico que impuso en el país desde 1982 y todas sus funestas consecuencias, cuando mucho de los cuadros ejecutores de este desastre están ahora incrustados en el gobierno calderonista continuando exactamente con las mismas políticas fracasadas que el PRI impulso durante la mayor parte de la vida de la gran mayoría de los mexicanos?
La propuesta de Beatriz Paredes se sintetiza en un discurso de izquierda tan radical como se pueda, pero equilibrado con una práctica de gobierno tan sensata como se pueda, acompañado con una lucha abierta contra la corrupción que abra paso a un esfuerzo de reconstrucción de las estructuras territoriales del PRI en todo el país. Es decir, la lucha del PRI será por reconstruirse a costa del PRD, en una lucha en la que se comprende que a corto plazo sólo habrá espacio para la existencia de únicamente dos fuerzas políticas: una de izquierda y una de derecha.
El PRI que nos dio a Hank González, a Salinas, a Zedillo, a Montiel, a Madrazo, a Mario Marín y a Ulises Ruiz pretende luchar contra la corrupción. ¿Cómo si ésta es lo que mantiene la cohesión en el "partido"? En cuanto al PRD, su lucha es contra el cobijo a oportunistas y contra Nueva Izquierda y su indefinición ideológica, contra la inactividad e inutilidad de gran parte de su dirigencia.
Guardando las debidas proporciones, tanto Jesús Ortega como Beatriz Paredes están ante el mismo desafío de disputar el espacio de la izquierda que puede gobernar el país. Jesús Ortega buscará definir una propuesta política que mantenga en el PRD la votación obtenida por su candidato presidencial, pero evitando la polarización y el radicalismo. Beatriz se propondrá recuperar votación a costa del desgaste y la estridencia de Andrés Manuel López Obrador. Caminos objetivamente enfrentados en donde las elecciones intermedias del año 2009 serán la prueba de fuego.
Ambos deberán evitar el aislamiento, ambos buscarán sacar la mejor negociación en las cámaras y ambos buscarán ganar la carrera al otro en la búsqueda de legitimidad social.
Ya veremos muy pronto el "desgaste y la estridencia" de nuestro movimiento. Al final, se trata de obtener una izquierda cómoda y entregista, que no represente ninguna diferencia substancial respecto a la derecha, que impulse el abstencionismo, el cinismo y la desesperanza entre los ciudadanos, para conservar la simulación de democracia que tanto se usa en estos tiempos por parte de la oligarquía para crear la ilusión de que los ciudadanos tienen voz y voto en las decisiones en el gobierno.
Nueva Izquierda está buscando acomodarse en "centro político" que permita grandes indefiniciones y quedar bien con todos. Busca hacer la misma jugada política que el Nuevo Laborismo hizo en la Inglaterra de los 90's, que consiguió el poder con un supuesto discurso progresista, pero que en los hechos fue sólo un nuevo rostro del conservadurismo y que permitió y avaló los crímenes de Tony Blair en Serbia, Afganistán y en Irak; un "nuevo izquierdismo" que destruyó a tres naciones, que en el caso de Irak se hizo corresponsable de medio millón de niños muertos por el embargo en contra de la nación árabe después de la Primera Guerra del Golfo, del bombardeo constante a ese país por 13 años para después darle a ese sufrido pueblo 4 años -y contando- de la más absoluta miseria que la mente humana pueda imaginar.
Esa amoral indefinición política creen los de Nueva Izquierda que será rentable electoralmente en el corto plazo, pero ignoran bajo su propio riesgo de que los partidos políticos son las organizaciones con menor prestigio en este país, y esa indefinición sólo disminuirá más el prestigio no sólo de ellos y el PRD, si no de toda la vapuleada clase política nacional; más con sus golpes bajos en contra de López Obrador. Si quieren irse al infierno está bien por ellos, pero no nos arrastren a todos.
También está la opción de reproducir en México por segunda vez la versión nacional del Pacto de Punto Fijo que se hizo en Venezuela en 1958 para garantizar la gobernabilidad del país inicialmente entre Acción Democrática, COPEI (antes PAN, de la misma tendencia del de aquí) y URD para después repartirse el poder entre ellos en una simulación democrática que duró 30 años. Y fue una simulación por que allá se ignoró al importante Partido Comunista Venezolano a petición de COPEI y la Iglesia Católica (¿suena familiar?). La primer versión mexicana de ese pacto se dio entre el PAN y PRI con las concertacesiones del salinismo.
Ahora, Nueva Izquierda en la segunda edición quiere colar al PRD en el juego de las concertacesiones antidemocráticas por el poder, ignorando al lopezobradorismo igual que en Venezuela se ignoró a los comunistas. Nada más hay que recordarle los Chuchos que si bien conservaron AD y COPEI el poder por 30 años fueron totalmente arrasados, trapeados y borrados del mapa por el liderazgo de Hugo Chávez y su Movimiento V República, así como superados por los comunistas que tanto ignoraron; para muestra sólo basta seguir los enlaces para ver como están esos partidos transas en la actualidad (una pista: dan risa). ¿Quieren ser los Chuchos un padre más del fracaso de la clase política nacional?
P.D: Nuestro pésame a Mario di Constanzo por la pérdida de su hermano Víctor, QPD.
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