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sábado, agosto 05, 2006

EL USO FACCIOSO,INTIMIDATORIO, PERSECUTOR DE GIL DIAZ.

Gil Díaz: El poder para la destrucción.

Ángel Norzagaray

Mariano Brizuela, el llamado “Ángel del rock”, quien sufrió el asedio, encarcelamiento, constante presión y el temporal destierro de México, escribió un libro para denunciar la torva catadura moral del actual secretario de Hacienda; subsecretario de Ingresos de la época salinista. En él pinta completo el perfil prepotente, frío, calculador y destructor de Gil Díaz. Está de miedo, la verdad:

“Sé de la indiferencia de su actitud que hasta estos días usted profesa ante las denuncias y órdenes de comparecencia ante juzgados, a los que no duda en pagarles inmensas multas –sumas que avergonzarían a los pobres de su País, tan querido por mí- para ni siquiera perder su tiempo en asistir”.

Esta denuncia no hace sino confirmar lo que es sabido por todos: El uso faccioso, intimidatorio, persecutor de Gil Díaz, contra aquellos que decide poner entre sus cejas o que ahí se los colocan sus jefes para que los escarmiente: Ya sea por la actitud crítica de sus víctimas o simplemente para que les sirva de lección a otros; aunque los “chivos expiatorios” sean a todas luces inocentes.

Y la carrera de golpeador con cargo a los poderes que ha detentado, es impecable en Gil Díaz, siempre ha sido coherente con su trayectoria de “terrorista fiscal”, como lo llama Brizuela. Hago esta introducción para hablar de la última fechoría de este hombre a quien los panistas aseguran que quien llegue a la Presidencia debe pedirle de rodillas que se quede, para que continúe con esa excelente labor que, según ellos, ha hecho.

Esta última fechoría consistió en perseguir con obstinación digna de mejores causas al hijo del fundador de la revista Proceso, don Julio Scherer, sólo para mandarle al padre un mensaje intimidatorio, después de que este prestigiado periodista le rechazó al Presidente la embajada de México en Chile, simplemente porque se negaba a representar a un hombre a quien no respetaba, según lo cuenta él mismo en la primera página de su más reciente libro.

Todo el sexenio estuvo Gil Díaz acosando al hijo de Scherer. Nueve denuncias penales le inició. Pudiendo colocar la mayoría en un sólo juzgado, las atomizó en nueve para fastidiarle la vida al hijo, al padre y al espíritu familiar completo de los Scherer. Salía airoso de una acusación la víctima, cuando ya le tenía preparada otra “el terrorista fiscal”. Obsesivo, inmisericorde. Todo el poder de la Secretaría más poderosa del gobierno mexicano puesta a operar para la destrucción. El encono con cargo al erario. La presa extenuada, boqueando, en estado lamentable, y el animal de caza, rabioso, imparable: Para que aprendan, para que sepan con quién están tratando, para que entiendan: Para que se aplaquen, en suma.

Y no, no se aplacó Proceso, no cedió, no se dio, aguantó la embestida. Pero, ciertamente, don Julio envejeció, pagó los costos de la dignidad; se le veía agobiado, cansado, triste, indignado siempre por la actitud del animal depredador y por la indiferencia de su dueño que jamás quiso amarrarlo.

Y sigue suelto y tiene de sed de venganza y ya sueña con que seguirá moviendo los hilos hacendarios con la frialdad que lo caracteriza. Puede destruir desde las alturas sin que le pase por la cabeza las consecuencias de sus actos. En lo micro o en la macro. Contra nombres concretos o contra la masa agonizante de mexicanos a quienes decide aplastar con sus políticas económicas.

Y cuando alguien le sale respondón, seguramente negocia: Entre fieras del mismo calibre pueden arreglarse. ¿O qué pasó con el empujón que le dio TV-Azteca, en aquella serie de programas donde fue protagonista, por cierto, don Fortunato Álvarez? Estuvieron duras, estuvieron fuertes, pero era claro que no llevaban un afán claro de denuncia o de búsqueda de justicia: Buscaban aflojar al persecutor para sentarlo a negociar. Todo se archivó. Todo pasó ya a la historia. Claro, otra vez, con cargo al erario.

¿Qué negoció Gil Díaz con los Salinas Pliego a cambio de callarse y archivar los “trabajitos” sucios de Gil Díaz? Mínimo, la quita de una buena lana de impuestos. Es claro, entre seres de la misma catadura se puede negociar. Hubiera sido tan fácil para don Julio, sentarse con el señor Gil Díaz, pero no quiso, aguantó vara. Le dio asco. Quiso ser coherente en su honestidad, como el animal de presa lo es en su rapacería. ¡México!.

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