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jueves, junio 29, 2006

AMLO COMO EJE DE LA CAMPAÑA.

Lorenzo Meyer escribe en el Reforma:


AMLO: claves para explicarlo.

No hay explicación simple para descifrar a AMLO. Pero una clave se encuentra en su biografía política, que se inició en las comunidades indígenas y desde entonces, por decisión propia, ha seguido pegada al suelo y subsuelo social mexicano.

Moneda en el aire.
No hay posibilidad de anticipar al ganador de la elección presidencial del próximo 2 de julio, pero el grueso de las encuestas dan ventaja a Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Si la incertidumbre es uno de los elementos propios de la democracia, entonces la mexicana va de maravilla, pues incertidumbre le sobra.

Obviamente, por lo que hace a otro de sus elementos importantes -equidad, por ejemplo- la situación, sin ser mala, aún tiene fallas importantes.

AMLO como eje de la campaña.
Independientemente de que el ex jefe de Gobierno capitalino logre o no la Presidencia del país, lo realmente asombroso es que el personaje haya llegado a ese punto y que, además, haya sido el eje alrededor del que giró el complicado proceso por suceder a Vicente Fox.Desde el inicio hasta el final, AMLO fue el personaje que marcó el tono y el ritmo de las campañas de sus rivales, Roberto Madrazo del PRI y Felipe Calderón del PAN.

No es exagerado afirmar que, desde muy temprano en el sexenio, la disputa política en México al nivel nacional se ha centrado en torno a él como individuo y como proyecto. "El Peje" supo situarse como la única alternativa real en un paisaje donde hasta hoy las marcas principales las ha dejado el brutal predominio de la lógica del mercado y la globalización y donde tiene su residencia la tercera o cuarta fortuna personal más importante del planeta a pesar de que el 47 por ciento de sus habitantes están clasificados como pobres.

Independientemente de lo que suceda el 2 de julio, el dirigente originario de Macuspana ya se ganó un capítulo propio en la política mexicana contemporánea por su enorme capacidad para sobrevivir. En efecto, los adversarios del actual candidato del PRD han sido y son muchos; sumados son una fuerza que debía ser aplastante, imposible de superar, y sin embargo AMLO, que se topó de frente con ellos -aunque no con todos al mismo tiempo-, llega al final con posibilidades de triunfo más que razonables.

Para valorar el esfuerzo que tal empresa ha supuesto, conviene repasar los momentos cumbre del proceso, empezando por el día de hoy y echando la vista hacia atrás.A menos de dos semanas de la elección, AMLO y su candidatura finalmente han chocado abiertamente con la cúpula empresarial mexicana.

En efecto, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) se decidió a patrocinar al final de la campaña un par de promocionales por televisión que no sólo pudieran ser violatorios del Cofipe, sino que de plano, sin pudor, se montan sobre la campaña del miedo diseñada por el PAN y advierten, desde una posición supuestamente no partidista, sobre los peligros que implica no asegurar la continuidad de la actual política económica.

No se necesita imaginación para deducir que el mensaje del CCE es parte de un último y exasperado pujo por derrotar en las urnas a AMLO.

El CCE no es un enemigo cualquiera. Nació en pleno echeverrismo, en 1975, como un esfuerzo organizador de la cúpula empresarial para oponerse a la política de intervencionismo estatal.

El CCE dice afiliar a 3 millones de empresas, mismas que generan el 88 por ciento del PIB y el 90 por ciento de las exportaciones mexicanas.

Por un buen tiempo, AMLO buscó evitar la confrontación directa con el empresariado en general y sólo criticó a pocos personajes específicos -Roberto Hernández, de Banamex, por ejemplo- y a aquellos que disfrazados de empresarios son, en realidad, "traficantes de influencia".

Antes de una colisión abierta con el poderoso grupo empresarial, y que hace del cierre de la campaña un enfrentamiento de estilo "clásico" entre los dueños del capital y el líder de masas, AMLO tuvo que sortear los duros efectos de una "guerra sucia" mediática bien diseñada por el PAN y que explotó a fondo el alma conservadora de la sociedad mexicana.

Su argumento central fue equiparar sin mayor evidencia, vía el poder de la imagen, a AMLO con el venezolano Hugo Chávez para poder concluir que el tabasqueño representa "un peligro para México". El peligro, según los promocionales y el discurso del partido en el poder, es que, de asumir AMLO la Presidencia, retornarán el autoritarismo, la inflación, la huida de capitales y las crisis económicas.

A la vez que el perredista encaraba a sus rivales del PAN y el PRI, también tuvo que hacer frente a una bien orquestada campaña de un presidente Fox convertido en el activista número uno de su partido y, por tanto, abdicando de su posición como jefe del Estado mexicano.

El golpe asestado por esta combinación de fuerzas y estrategias fue tan duro que el candidato del PRD bajó en mayo del primero al segundo lugar en las preferencias electorales. Quien en un momento de confianza excesiva se había declarado "políticamente indestructible", quedó al borde del abismo, aunque un contraataque empleando los mismos instrumentos que sus contrincantes lo volvió a encarrilar, pero su zona de vulnerabilidad quedó expuesta como pocas veces.

El revés de la primavera del 2006 fue confrontado por un López Obrador ya muy fogueado por la terrible lucha del 2005. En aquel año, sobrevivió a un embate político-jurídico de una magnitud no experimentada por ningún otro líder en el México moderno.

El empeño del Presidente por conseguir su desafuero como jefe de Gobierno del Distrito Federal para someterlo a juicio por desacato a un juez (no haber parado y sacado a tiempo la maquinaria que estaba construyendo una calle que diera acceso rápido a un hospital), y así impedir legalmente su registro como candidato presidencial, fue el pulso político más significativo de la Presidencia de Fox.

El propósito de matar en la cuna las posibilidades presidenciales de AMLO significó unir con un solo objetivo a todo el gobierno federal, al presidente de la Suprema Corte, a la mayoría de los diputados federales del PRI y del PAN, a parte de las cúpulas empresariales y a un buen número de medios de comunicación, locales y nacionales.AMLO logró entonces algo que parecía muy poco probable: derrotar políticamente al Presidente -y a su esposa- y a toda la coalición construida en su contra, mediante una impresionante movilización de sus apoyos en la base de la sociedad y, también, con su capacidad de despertar la simpatía de los medios internacionales ante el intento de que fuera un juez y no las urnas las que decidieran si el tabasqueño debía o no asumir la Presidencia mexicana.

Antes del desafuero, López Obrador debió superar el efecto de las imágenes en video de colaboradores suyos recibiendo dinero de un empresario o divirtiéndose en Las Vegas, más los efectos de un error al calificar despectivamente una gran demostración de ciudadanos hartos del clima de inseguridad personal en la capital.

Antes, en el 2000, debió derrotar al PAN en las urnas del Distrito Federal -ganar la Jefatura de Gobierno de la capital era la base indispensable para aspirar a la Presidencia-, lo que no fue fácil, como tampoco lo fue hacer frente a una buena parte del liderazgo de su propio partido, que no quería ver a AMLO al frente de la ciudad más importante del país.

Explicación.
Al final de un recuento muy incompleto de los obstáculos superados por López Obrador, ¿cómo explicar que un político nacido en Macuspana, de clase media provinciana, sin conexión familiar alguna con la clase política y sin estudios de posgrado en universidades extranjeras, esté a punto de lograr el puesto político más importante de México pese a haber tenido que enfrentar la oposición sistemática de las grandes concentraciones de poder en México?

No hay respuesta simple ni singular a la pregunta anterior, pero parte de la explicación se encuentra en la biografía.

AMLO empezó su carrera política trabajando en las comunidades indígenas de Tabasco y, por decisión propia, nunca se ha despegado del suelo y del subsuelo social.

Así pues, la explicación debe partir del carácter, de una opción por la izquierda que fue tomada hace mucho, cuando la Presidencia ni siquiera aparecía en el horizonte del personaje.

A diferencia de sus rivales, a López Obrador se le puede ver como alguien que se propuso conocer directamente las claves -y pagar el precio- para activar parte de la gran fuerza política que desde siempre ha estado disponible en el "México profundo".

Una y otra vez el personaje corrió el riesgo de ser destruido, pero, tras cada uno de los enfrentamientos, su experiencia política aumentó al punto que, sumada, pocos son los que la igualan. En fin, de no llegar a donde apunta, AMLO ya ha hecho historia política. Y si llega, entonces la Presidencia de México no quedará en manos de un inexperto, ni de un insensible, ni de un hombre sin carácter.

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