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domingo, mayo 21, 2006

LA INFLUENCIA FACCIOSA DEL PRESIDENTE Y SU GOBIERNO EN EL PROCESO ELECTORAL.

Miguel Angel Granados Chapa escribe en el Reforma:


Miguel Ángel Granados Chapa.

El extraño caso del Presidente activista.

Seis meses después de ocurridas se supo de las fallidas negociaciones de Fox con el Niño Verde para que éste apoyara la campaña del PAN. Quedaría en anécdota, pero la información se confirma con hechos y datos conocidos.

En noviembre pasado, antes de que el partido verde resolviera qué oferta tomar, el presidente Fox llamó tres veces a la residencia oficial al actual dueño de ese negocio familiar. El senador Jorge Emilio González Martínez, revalidado como jefe del clan por decisiones judiciales, estaba dispuesto a escuchar a Fox. Siempre estaba dispuesto a oír a quien le proponga algún negocio, como lo probó cuando en febrero de 2004 se dejó videograbar en el intento de obtener millones por gestionar un permiso en Cancún, cuyo ayuntamiento dominaba su partido.

Tres veces, en su tiempo de trabajo como Presidente, en su domicilio como tal, Fox propuso a González Martínez reconstruir la alianza que el PAN y el Verde entablaron en 2000. Se había producido, sí, un distanciamiento entre ambos partidos, entre Fox y los González Torres Martínez, pero ahora era urgente que la unión se restableciera.

Era imprescindible frenar la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador llegara a la Presidencia, porque era un peligro para México. También era necesario impedir que el triunfo correspondiera a Roberto Madrazo (con cuyo partido el Verde estaba en negociaciones, que culminarían al comenzar diciembre) porque no era de fiar. Eso dijo el Presidente quizá atenido al parecer de su amiga Elba Esther Gordillo.

La propuesta de Fox no persuadió a González Martínez. Por eso la negociación pública que su partido mantenía con el PAN se frustró, y Manuel Espino, ese pobre señor que encabeza el panismo fundado por Manuel Gómez Morín, mostró su despecho, desdeñando al que antes había procurado.

La relación del PAN con el Verde se había iniciado en 1998, cuando Felipe Calderón, que era el Manuel Espino de entonces, se alió de última hora con el partido de los González Torres Martínez, para hacer candidato en Hidalgo a Francisco Javier Berganza, ínclito diputado blanquiazul.

Seis meses después se ha sabido de fijo de las fallidas negociaciones de Fox con el Niño Verde. Éste las reveló a principios de mayo en una reunión de líderes partidarios con el secretario de Gobernación, y confirmó su dicho por escrito el miércoles pasado, después de que el vocero del PRD hizo públicos los acontecimientos. Si sólo se tratara de la versión de González Martínez, quizá no fuera creíble, porque él no es un político confiable. Pero corresponde a varios hechos conocidos.

Por un lado, a la obsesión de Fox para impedir que López Obrador fuera candidato y sea Presidente. Por otro, a la sostenida campaña del Presidente en esa dirección, tan burdamente materializada que llega a los límites de la saturación. Y, finalmente, al silencio de la Presidencia de la República, que no pudo negar que los encuentros hubieran tenido lugar. El vocero Rubén Aguilar ni siquiera se atrevió a mentir a ese respecto como lo hizo al pretender que una reunión entre Fox y Calderón, mencionada como parte de la campaña foxista a favor del candidato de su partido, tenía sólo carácter personal, privado, siendo que ocurrió en miércoles (no en día inhábil) y también en la residencia oficial.

El intenso, abrumador activismo de Fox, su propósito de incidir decisivamente en quién ha de sucederlo, ha llevado a denunciar a la presente como "una elección de Estado". No es para tanto. La elección presidencial no puede ser ya manipulada en la forma y con los alcances que lo hacía el régimen autoritario priista. No hay ahora un factor central de decisión que estuviera en condiciones de organizar un fraude como el que llevó a la Presidencia a Carlos Salinas.

El proceso electoral no lo maneja directamente la Secretaría de Gobernación, como antaño, y si bien la configuración y la conducta del consejo general del IFE deben ser examinadas con rigor, por sus sesgos partidarios, el aparato que encabeza ese órgano se mueve dentro de pautas distintas a las del ejército electoral movilizado por los gobiernos priistas.

En el pasado, el fraude se sustentaba entre otros factores en la incapacidad de los partidos para tener representación en todas las mesas electorales, y hoy es difícil que haya alguna donde no esté presente el personero de alguno de dichos partidos, todos en competencia y en vigilancia recíproca. Ya no una Cámara de Diputados de origen eventualmente espurio califica la elección presidencial, sino un órgano de la justicia federal que ya pasó su prueba de iniciación hace seis años y ha sido capaz de enfrentar, y vencer, repetidos intentos de poderes regionales para volver a las formas antiguas de la defraudación electoral.

A mi juicio, no estamos en riesgo ni en presencia de una elección de Estado, pero sí de la influencia facciosa del Presidente y su gobierno no tanto para impulsar el triunfo de Calderón (el beneficiario de sus esfuerzos sería Madrazo si tuviera posibilidades de ganar) sino para impedir el acceso de López Obrador a la Presidencia.

Si bien pueden localizarse en la sociedad focos de donde se disemina la campaña de miedo y odio contra el candidato de la coalición Por el bien de todos, la casa presidencial y el gobierno federal han actuado como cabezas y proveedores de recursos para esa intentona que se sintetiza en la descalificación de Fox a López Obrador, la que lo identifica como un peligro para México, con todas las consecuencias de disolución social que la expresión puede acarrear.

A partir del martes próximo, cuando falten 40 días para la jornada electoral, el presidente Fox, y el resto de las autoridades ejecutivas en todo el país, de los tres niveles, "deberán abstenerse de realizar... cualquier tipo de campaña publicitaria de programas de obra pública y de desarrollo social". Así lo dispuso el 19 de febrero la autoridad electoral, que lo comunicó a los afectados el 7 de mayo pasado. Pero, además de las excepciones comprensibles por razones urgentes (campañas preventivas de riesgos ocasionados por lluvias o incendios forestales, por ejemplo), el consejo general del IFE estableció una salvedad que parece dedicada particularmente a Fox, pues la veda publicitaria no impide a los funcionarios "ejercer las acciones propias de sus atribuciones en la materia, como son, entre otras, inaugurar y entregar obra pública, siempre que no se difunda mediante campañas publicitarias".

Por lo tanto, después del 23 de mayo seguiremos viendo los ires y venires del presidente de la República, en plena campaña propagandística. Es seguro que sus giras y presentaciones no estarán acompañadas por spots publicitarios, para contentar a la autoridad electoral. Pero es también seguro que Fox aprovechará la carta blanca que de modo expreso le extendió el IFE. La copiosa difusión informativa que merecen las actividades presidenciales le asegura la penetración de sus mensajes, sobre todo en este momento en que vive una renovada luna de miel con las televisoras, a las que regaló un régimen legal cuyos beneficios alcanzan al presente y al futuro.

Es probable que una encuesta sobre el activismo presidencial dejara en claro que los televidentes y radioescuchas no supieran con certeza la causa de un viaje presidencial a las entidades, ni las características de la obra pública inaugurada o supervisada por el Ejecutivo, ni los propósitos y resultados de las reuniones públicas o privadas que encabeza. Pero es seguro, en cambio, que tendrán en la cabeza los mensajes continuistas que insiste en emitir y, sobre todo, las alusiones a López Obrador, que a veces pierden esa condición de referencias indirectas, para centrarse inequívocamente en él.

Desposeído ya de atribuciones electorales, el presidente de la República conserva, en tanto que jefe de Estado, una autoridad política que le permite situarse sobre las pasiones en pugna y eventualmente arbitrar los conflictos que genere la contienda electoral. Fox, sin embargo, renunció a esa función no expresa desde que dio lugar a la pretensión de quién no (López Obrador) y quién sí (sucesivamente su esposa, Santiago Creel y Calderón) lo reemplace en la Presidencia de la República. Se ha vuelto un combatiente más, se ha expuesto, al lanzar mandobles y venablos, a recibirlos también. Y en otros terrenos ha igualmente tomado partido (por los grupos México y Villacero y por Elías Morales en el conflicto minero potencialmente tan peligroso todavía) con lo que perdió su condición de árbitro de última instancia.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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