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viernes, mayo 05, 2006

La Crónica de Hoy defiende la represión en Atenco

El periòdico que dirige Pablo Hiriart hizo una apología sanguinaria de la represión en Atenco, con una nota que se reproduce a continuación y que parece venida de los tiempos del profiriato o de la furia anticomunista de GDO en 68. Cabe recordar que esa represión ha sido una reivindicación de la derecha neoliberal. En 2004, The Americas Society junto con un grupo dirigido por Luis Rubio editaron el libro Mexico under Fox, que promueve la política de Fox y su alianza con Bush. Lusi Rubio pedía esa represión y en ese libro, que es una compilación, colaboró el titular del IFE, Carlos Ugalde, si bien expresaba sus puntos de vista en forma menos rabiosa que el salinista Luis Rubio.
Me parece que esa nota de prensa prueba contundamente el salvajismo y la violación de los derechos humanos con que actuó la policía federal, en un acto más de represión derechista responsabilidad de Fox y de Abascal.



PRESIDENTE: JORGE KAHWAGI GASTINE DIRECTOR GENERAL EDITORIAL: PABLO HIRIART / AÑO NUEVE
Hoy es: Viernes 5 de Mayo de 2006


¡Ya estuvo, carnal, ya estuvo!, clamaba un ejidatario sometido
( Carlos Jiménez en San Salvador Atenco )
( 2006-05-05 )

-¡Ya estuvo, carnal, ya estuvo!— Las lágrimas comenzaban a correr por el rostro del joven que gritaba mientras dos policías federales lo tomaban por los cabellos para subirlo a una camioneta pick-up.Era el mismo sujeto que una noche antes blandía su machete y azuzaba a la gente de San Salvador Atenco para que incendiaran dos pipas en la entrada del pueblo: “si no sueltan a Nacho (del Valle) vamos a volar estas chingaderas”. Estaba con los que amenazaban, insultaban y agredían a los que consideraban “extraños”. Entre los que se cubrieron el rostro con paliacates y pasamontañas y mandaron al hospital a policías federales y estatales en las refriegas de la Texcoco-Lechería. El joven, a quien le escurría sangre por la cara, ahora trataba de correr y buscaba inútilmente con la vista un lugar para esconderse.En ese momento, el operativo de las autoridades para recuperar San Salvador Atenco llevaba 45 minutos y estaba en su momento más crítico. De los 14 camiones que se instalaron en el costado poniente del pueblo, con 50 agentes de la Policía Federal Preventiva (PFP) cada uno, habían bajado en tropel los hombres de gris.Lo mismo había ocurrido del lado contrario en una especie de estrategia de pinza.Un helicóptero coordinó todo desde las alturas: a las filas y las columnas que avanzaban por las calles. A paso corto caminaron por la carretera. Se acercaron poco a poco mientras, con los toletes golpeaban sus escudos como para anunciar su llegada.A los integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de las Tierras ya les pegaba el cansancio y la merma de sus tropas era evidente. De los poco más de 500 rebeldes que horas antes cerraron calles ahora apenas rebasaban los 100.—No se vayan a rajar, eh, no le vayan a barrer— gritó de cualquier manera un hombre, con machete en mano y paliacate sobre la boca, a quien aún le quedaba un respiro energía.Pero nadie le hizo caso. Sus compañeros comenzaron a replegarse. Su grupo era mucho menor. La estrategia ya no fue la misma. Ahora buscaron la plaza central del pueblo para intentar defenderse. De nada les sirvió. Como avispas, los policías entraron a San Salvador Atenco y perpetraron el ataque masivo.Por unos minutos, los atencos intentaron resistirse. Lanzaron bombas molotov, piedras y palos. También provocaron incendios. Pero no pudieron detener a los agentes.Y el grito retumbó: “¡Entrar a paso veloz, ya!Los gases lacrimógenos hicieron parecer la escena como la de una mañana llena de neblina. Desde algunas azoteas y la calle dispararon los cartuchos que liberaron el irritante.Los agentes se abrieron camino entre los autos y las llantas quemadas que servían de barricadas. El fuego parecía no quemarles. Seguían sin detenerse. Así avanzaron mientras, despavoridos, los habitantes del pueblo buscaban un lugar para ocultarse. Los uniformados llegaron a la plaza principal, entraron al auditorio y de ahí fueron sacando una a uno a quienes tenían sitiada a la comunidad. De los cabellos, arrastrándolos, cargándolos, como fuera. De cualquier forma los sacaron de ahí. —Cálmenla, cálmenla— decía uno mientras lo golpeaban. —Yo qué, yo qué, yo no ando en esto— gritaba otro de cabello largo, vestido de mezclilla y chamarra negra.Algunos quisieron huir. Otros gritaban y unos más lloraban para que los soltaran. La policía hizo lo suyo. Los detuvo y se los llevó.El operativo de rescate duró poco más de dos horas. A las 9:00 San Salvador Atenco, tras la incursión policiaca, era un símil de su propio suelo: con vidrios rotos por todos lados.





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