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domingo, abril 09, 2006

LAS ENCUESTAS SE AMAÑARON POR ÓRDENES DE EMPRESARIOS

Rafael Loret de Mola divulga en su columna de hoy que fueron los empresarios los que presionaron a los medios masivos de comunicación para amañar las encuestas:

Veneno Puro
Publicación: DOMINGO 9 DE ABRIL DE 2006

*Opiniones Sesgadas

*Los Votos a Priori

*Juego de Poderosos

Por Rafael Loret de Mola

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Con frecuencia, y a medida que se acerca el final de la justa presidencial, se culpa a los medios informativos, en ocasiones no sin razón, de estar gobernando el proceso electoral de acuerdo a los intereses corporativos. Los candidatos, a su vez, mantienen estrategias variopintas para asomarse a los balcones de las celebridades en espacios incluso destinados a los deportes. Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, rió cuando debió explicar sus motivaciones para contratar las frecuencias de la empresa televisora sita en las faldas del Ajusco y sólo alegó que le había salido más barato aun cuando el dueño de la compañía en cuestión negó haberle dispensado trato preferencial.

Tras la aprobación de la polémica Ley Federal de Radio y Televisión, tras muchos lustros de evidente caducidad, con marcado sesgo favorable a las dos cadenas con mayor cobertura de la televisión privada, se estimó que los abanderados del PAN y el PRI, cortados según la opinión de sus adversarios con la misma tijera, fueron factores relevantes para lograr la aprobación legislativa a cambio, por supuesto, del beneplácito informativo correspondiente. Las sospechas no son gratuitas.

Sin soslayo de lo anterior, las deformaciones inductivas no son exclusivas de los informadores comprometidos. De hecho, percibo que un numeroso grupo de mexicanos, dispuestos a ejercer su voto, es decir de los que hacen número entre los 35 millones de electores que se estima acudirán a las urnas de los más de 70 millones con derecho a hacerlo, se muestran ostensiblemente más intolerantes que los propios comunicadores referidos con relación a los abanderados rivales de la causa que los aglutina. No sólo no escuchan razones en contrario sino que, de plano, sólo abrevan en los diarios, noticiarios y comentarios de cuantos les son afines y, por supuesto, evitan cuestionamientos de fondo respecto al aspirante de sus simpatías.

Así, quienes se inclinan por la izquierda ya saben en donde sentirse acompañados, lo mismo que los decididos a andar sobre sus pasos para retornar al antiguo escenario o cuantos optan por continuar hacia el mañana en el que “México será mejor que ayer” apostándole a los estrechos mensajes de la Presidencia de la República que suman, como antes lo hacían los gobiernos priístas, cada seguro popular o vivienda social entregada como síntoma del cambio prometido sin abundar siquiera en la negligencia palpable por la ausencia de decisiones firmes, esto es en el vacío de poder que nos obliga hoy a secundar las viejas reglas electorales, sin modificación alguna, dictadas en la fase terminal del priísmo hegemónico.

No hay puntos intermedios salvo en cuantos, y he aquí lo paradójico, parecen resueltos... a no votar. Quienes han optado por abstenerse, desde ahora, insisten en que su postura es también válida como pronunciamiento político contrario al estado de cosas y a la ruta que lleva, sin remedio, a la ingobernabilidad por efecto de una composición gubernamental arcaica, prohijadora de sectarismos sin consensos posibles. La disyuntiva es, en sí, reflejo de las enormes contradicciones nacionales.

Por ello, claro, las encuestas, equidistantes unas de otras, resultan más inductivas y pueden propiciar, desde ahora, el clima ideal para los sacudimientos poselectorales que ya prevén algunos de los actores políticos en campaña y cuyo cauce sólo puede beneficiar a los calculadores que sopesan el intervencionismo como la única tabla de salvación tras el “rescate” angustioso de una nación paralizada por las intemperancias políticas.


Mirador

Votar antes de tiempo no es sano, ni para los informadores ni para los electores en potencia. No cuando todavía falta conocer algunos episodios ilustrativos que delinean el verdadero perfil de los postulantes amén de que ninguno ha respondido cómo pretende gobernar en un ámbito rebosante de candados, resistencias y usos facciosos que revientan en la cara del presidencialismo acotado. Lo hemos dicho: nos quedamos en un punto intermedio, muerto diríamos, entre el autoritarismo atávico y el parlamentarismo, acaso lejano, que permite la consolidación de un gobierno en un escenario plural.

Hay lectores, radioescuchas y televidentes que extienden su crispación en cuanto se topan con alguna crítica, digamos razonable, sobre el perfil del abanderado de sus simpatías. Lo dicho: cada cual se presenta como un dechado de virtudes y traslada todas las perversidades imaginables a sus adversarios. Desde las plataformas de campaña y también en cada círculo de amigos que discuten sobre política. La actitud incondicional anula el buen juicio y se convierte en detonante hacia las convulsiones anunciadas.

Durante todo el lapso de campaña, han sido más las descalificaciones que la certidumbre. Quizá eso se deba a las laceraciones del pasado cuando se violentaba, con facilidad además, la voluntad general. Y ahora se estima que los votos valen su peso en oro... pero no es así. Es obvio que las inducciones tramposas pueden hacer variar los criterios como, por ejemplo, cuando Felipe Calderón difundió, ufano, que según dos encuestas, encargadas por él mismo, iba a la cabeza de las preferencias generales. ¿Por qué, entonces, las demás no registran la misma línea? Es evidente, por tanto, que algunas son mentirosas y encontrar cuáles lo son es, debiera ser, el verdadero desafío para la comunidad electoral antes de caer en la postración lastimosa del abstencionismo, con todo y sus razones de fondo.

De allí que sea pernicioso, además de torpe, buscar en cada crítica los compromisos de los emisores de la misma. Sí, ya sé que no pocos informadores se han puesto en este predicamento por su obvia parcialidad, pero es necesario no perder la brújula generalizando culpas como si todos estuvieran adscritos a los propósitos gremiales y partidistas.


Polémica

La tarea, desde luego, no es nada sencilla y sólo puede lograrse si se basa en el elemento central para dirimir perfiles e intenciones: la autoridad moral, lo mismo la de los políticos en campaña que la de los informadores quienes tienen también su propia historia frente a la opinión pública.

¿Cómo creer en quienes se sumaron ya a una causa, aduciendo que coinciden con el proyecto de gobierno de la misma –porque esperan ser parte del gabinete así sea en segunda o tercera fila-, y siguen utilizando sus espacios sólo para denostar a los adversarios de la misma con alevosía evidente? De la misma manera, ¿qué autoridad puede tener quien lleva ya tres campañas presidenciales consecutivas, saltando de partido en partido, bajo el falaz razonamiento de que guarda fidelidad de conciencia?

Discernirlo es obligación de cada uno de nosotros. La única sugerencia posible, en entorno así, es no salirse de cauce, o despistarse, sumados al gremio de los incondicionales que ya no piensan y sólo gritan consignas sin el menor sustento analítico.


Por las Alcobas

Hace tres semanas, aproximadamente, un notable grupo de empresarios, reunidos en las amables conferencias anuales al pie de las playas exuberantes, buscó y encontró a los dueños de las compañías informativas de mayor cobertura. Sitiados éstos fueron espetados:

--Ustedes –gruñó quien llevó la voz-, son quienes se inventaron el fenómeno de López Obrador. Ahora a ustedes les toca detenerlo. No sé cómo le van a hacer, pero lo peor sería conformarse.

Por supuesto, los aludidos trataron de defender su punto de vista sobre los “nuevos tiempos” pero nadie les dio por su lado. Exigieron y tronaron. Pocos días después, las encuestas, con el aval de empresas bajo contrato, comenzaron a estrechar las tendencias en una línea dirigida acaso hacia la posibilidad de un “empate técnico” entre dos opciones en la víspera de los comicios federales.

¿Será ésta la salida apetecible?¿O es anuncio, nada más, de las confrontaciones extremas por venir con un largo conflicto poselectoral como punto final de una campaña frustrante?

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Web: www.rafaelloretdemola.com

E-mail: rafloret@yahoo.com.mx, rafael@rafaelloretdemola.com


Lo que dice Loret de Mola sobre el "intervencionismo" sonará tal vez muy "en clave", pero en realidad es bastante claro. De perpetrarse un fraude electoral el pueblo se levantaría en armas y se desataría la violencia. Imposibilitado el gobierno mexicano para actuar, puesto que el ejército no quiso tomar parte de la represión contra el pueblo de México que parecía inminente con el desafuero, el gobierno PRIANista no tendría otra más que valerse de injerencia extranjera para reprimir a sangre y fuego a la población. Ya hemos visto que Felipe Calderón se reunió con asesinos ex-guerrilleros centroamericanos. Vimos además la existencia de tropas secretas de Fox. Pero lo peor es que un levantamiento armado en México sería el pretexto ideal para Estados Unidos para invadir al país.

No es broma. Estados Unidos ya lo hizo en 1913 por el nerviosismo que les causaba el hecho de que Victoriano Huerta no pudo controlar los levantamientos armados que desató el asesinato de Madero--fraguado, vale la pena recordar, en la embajada de Estados Unidos.

La última vez que hubo un intento de invasión fue en el sexenio de Lázaro Cárdenas, pero el intento fue frustrado. Esta vez, ante la desesperación de Estados Unidos por petróleo--el cual no han podido controla en Irak debido a la guerra que ellos provocaron--son capaces de cualquier cosa. Vamos; cuando se organizó el golpe de estado contra Hugo Chávez, el gobierno de George Bush se apresuró a congratularse.

NO permitamos que esto suceda. Si no se respeta la democracia en México, iremos al caos. No permitamos que la avaricia y la sed de poder de unos cuantos malos mexicanos del PAN destruyan la democracia que tanto esfuerzo le ha costado construir al país.

Una razón más para votar por el peje y por el PRD para el congreso en el 2006.

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