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sábado, marzo 25, 2006

RENE DELGADO EN EL REFORMA.

René Delgado.
Más spots, menos votos.
Por causas ajenas y propias a su voluntad, el PAN y el PRI están a punto de declarar la derrota de sus candidatos presidenciales, Felipe Calderón y Roberto Madrazo.
La decisión de las fracciones senatoriales albiazul y tricolor de aprobar, en sus términos, la reforma a la Ley de Radio y Televisión hecha por los diputados, puede interpretarse como el desahucio de sus candidatos y el afán de garantizar los intereses del principal monopolio de la televisión para, en su momento, conformar una oposición cerrada a quien, a la chita callando, ya reconocen como el próximo presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Creer que tamaña torpeza política es producto de falta de comunicación entre las fracciones parlamentarias, las dirigencias partidistas y los candidatos presidenciales, o que esa decisión política es inconexa de la campaña presidencial, es una inocentada digna de la imaginación de los senadores Emilio Gamboa y Diego Fernández de Cevallos.

A lo mejor con esa decisión el PRI y el PAN consiguen más spots para sus candidatos pero es improbable que obtengan más votos.

Más bien parece que ambas fuerzas resolvieron colocarse en un escenario de posguerra electoral, a partir de su derrota.... La aparente ignorancia de Roberto Madrazo sobre la importancia de la reforma a la Ley de Radio y TV o la baladronada de Felipe Calderón señalando que no está metido en la agenda legislativa porque anda en campaña, son la puerta falsa por donde esos candidatos quieren salir de la jugada pergeñada por sus compañeros legisladores.
Una salida de ese tipo sólo hace pensar que esos candidatos fueron traicionados por sus respectivos partidos o que, de plano, el equipo de campaña que los acompaña de muy poco les sirve.

Resulta increíble que, a pesar de todas las advertencias hechas sobre lo que implica renunciar al espectro radioeléctrico a partir de la compactación de la señal, los candidatos o sus equipos no hayan operado en el Congreso de la Unión para introducir matices en la reforma, o bien, para postergar su aprobación

La reforma a la Ley de Radio y Televisión que los senadores albiazules y tricolores pretenden ratificar en el curso de la próxima semana supone una triple renuncia que a la postre pagarán la nación y el Estado mexicanos... y, de inmediato, sus candidatos presidenciales.

La primera tiene que ver directamente con los legisladores que se inclinarán para votar a favor: renuncian a la representación popular que se les otorgó para asumir la representación de un monopolio privado.
La segunda tiene que ver con la renuncia a un negocio multimillonario, cuyo principal beneficiario sería el Estado y no sólo un gran concesionario.
La tercera tiene que ver con la renuncia a una parte de la soberanía nacional, aquella relacionada con el espacio aéreo por donde se trasladan las señales radioeléctricas....

En nada sorprende que los senadores Emilio Gamboa y Diego Fernández de Cevallos hayan operado a favor del principal concesionario de radio y televisión y en contra de sus candidatos. En ambos casos es harto sabido cómo esos legisladores han hecho de la representación popular un negocio privado y cómo, a partir de esa práctica política, supeditan el interés nacional al interés personal o grupal o del cliente que representan.

Por lo demás, tampoco asombra que Emilio Gamboa contribuya al fracaso del candidato presidencial de su partido. Hace seis años lo hizo con Francisco Labastida, como ahora lo hace con Roberto Madrazo. Gamboa, sencillamente, está invirtiendo los viejos términos de la relación partido-Televisa. Si antes Televisa era el primer soldado del PRI, el PRI ahora pasará a ser el primer soldado de Televisa.

En el caso Fernández de Cevallos, de viejo es sabido que Felipe Calderón no era ni es su candidato sino todo lo contrario. Diferencias y rencillas marcan esa relación. El candidato de ese emblemático senador panista era Santiago Creel que, como es evidente, estaba alineado en la defensa de los intereses de Televisa pero no sacó provecho de las clases de su maestro Diego. Ahí tampoco hay por qué asombrarse.

Lo que sí llama la atención es la postura de la mayoría de los senadores de esos dos partidos. Varios de ellos tienen absoluta claridad de que la aprobación de esa reforma golpeará a su partido y a su candidato y lastimará al país pero, como dicho, tal parece que ya se insertaron en un juego de posguerra electoral.
Ante la derrota porvenir, preparan el campo donde quieren la revancha y para eso buscan establecer, desde ahora, las alianzas necesarias para hacerle frente a lo que viene....

No escapa a la sensibilidad de una buena porción de los senadores panistas y priistas que la aprobación, en sus términos, de esa reforma, es un agravio.

Especialistas en la materia, funcionarios comprometidos con su tarea, diputados arrepentidos del error legislativo cometido, concesionarios amenazados por la desigualdad en la competencia en esa industria, intelectuales e, incluso, senadores de sus propios partidos han hecho ver la gravedad de la decisión que está a punto de tomar el Senado.

Reiteradamente y de distintas maneras se ha hecho ver el daño implícito en la aprobación de esa reforma y, sin embargo, el PRI y el PAN han anunciado que levantarán a favor su dedo o, peor todavía, han intentado dar un albazo legislativo como se pretendió hacer el martes pasado.

La ausencia de dirigencias en uno y otro partido o, si se quiere, la pequeñez política del priista Mariano Palacios Alcocer y del panista Manuel Espino acaso explica pero no justifica la inacción para contener el desbocado afán legislativo de sus respectivas fracciones parlamentarias en el Senado.

En ambos partidos hay órganos colegiados de dirección que podrían intervenir en el asunto pero no lo han hecho y, entonces, no puede sino interpretarse como que, detrás de esa decisión legislativa, hay una gran decisión política: ante la derrota electoral que hacen suya, buscan reacomodarse en el escenario de la posguerra electoral....

Lo más curioso de la decisión anunciada por parte de las bancadas senatoriales del PRI y el PAN es el contrasentido que supone.

El mandato popular otorgado a los partidos era el de integrar un gobierno dividido donde el Poder Ejecutivo estuviera en manos de una fuerza política y el Poder Legislativo en manos de otra(s) fuerza(s) para desarrollar un equilibrio entre los poderes para adoptar decisiones inteligentes.

Los legisladores panistas y priistas se desentendieron de ese mandato y, al menos en esta decisión, parecieran apelar a los poderes fácticos informales para participar más rotundamente en la política. Vamos, en vez de buscar un equilibrio buscan un desequilibrio. Alimentan un gigante sin darse cuenta de que terminará por devorarlos.

En el corto plazo, priistas y panistas quizá deriven favores de ese poder fáctico que es el principal monopolio de la televisión pero, en el mediano plazo, llevan al Estado mexicano a un nuevo sacrificio.

Mientras el agravio se concreta, Roberto Madrazo puede seguir abrazando a quien se deje aunque después diga que no sabía a quién abrazaba y Felipe Calderón puede regocijarse del éxito obtenido con el spot donde involucra a Hugo Chávez en la elección mexicana.

En algo deban entretenerse, mientras sus partidos los abandonan.

UNA RAZON MAS PARA VOTAR POR AMLO Y LA MAYORÍA PERREDISTA PAR EL CONGRESO.

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