Para organizaciones ajenas al conservadurismo en boga y en el poder, resulta todavía complicado entender y más aún asumir que las presidencias vitalicias son la negación completa del democratismo.
Recuerdo que cuando me atreví –hace una década-- a reflexionar en voz alta frente a los integrantes de la Barra Nacional de Abogados sobre la naturaleza arcaica y antidemocrática de la presidencia vitalicia, que en ese entonces ocupaba el doctor Ignacio Burgoa Orihuela , el desde entonces presidente del Consejo Directivo Nacional, Xavier Gómez Coronel me respondió: “Quien ponga en duda el carácter vitalicio de nuestro presidente no tiene nada que hacer en nuestra organización”.
También el Club de Periodistas de México cuenta con esa figura nugatoria del carácter democrático que tiene en otros aspectos del quehacer social. Luis Alcayde Carmona es el presidente honorario vitalicio, en virtud de que falleció hace tiempo, me informa el colega Miguel Ángel Ferrer Hernández , mientras Celeste Sáenz de Miera se negó a proporcionar información puntual.
El caso del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación no es único, pero como se trata de la organización gremial más numerosa del subcontinente, con cuantiosos recursos propios y del erario, pieza clave para el cuestionado triunfo electoral de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y para que éste despache en Los Pinos, entonces hablamos de un asunto que incide no sólo en la vida educativa de decenas de millones de niños y jóvenes, sino en el conjunto de la vida política.
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