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sábado, septiembre 30, 2006

"DIME CON QUIEN ANDAS"...Y YA SABEMOS EL RESTO.

El reino de la pederastia en este mundo



viernes, 29 de septiembre de 2006
Juan R. Menéndez Rodríguez.


La estafeta de hoy:
“Todos los aduladores son mercenarios, y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores”.- Aristóteles

Una turista suiza, de unos 30 años de edad, se encontraba en el centro de Roma cuando, de pronto, un hombre la sujetó por la espada y comenzó a tocarle las partes más íntimas. Un amigo de la joven no tardó en darse cuenta de lo que sucedía e, inmediatamente, se enfrentó a puñetazos con aquel depravado que ya tenía los pantalones a la altura de las rodillas.Casos como éste, amable y estimado lector, se presentan todos los días alrededor del mundo, sin embargo, dicho acontecimiento fue, ciertamente, muy singular, pues el hombre que no pudo frenar los impulsos de su naturaleza era un seminarista peruano de 37 años.

No hace mucho se supo también que centenares de monjas de 23 países, la mayoría en el continente africano, denunciaron haber sufrido abusos sexuales por parte de sacerdotes y misioneros. Los datos figuran en varios informes de la religiosa Maura O’Donouhe y en otro de Marie McDonald, publicados por la revista estadounidense National Catholic Reporter.

En dichos informes se habla de embarazos de religiosas que, incluso, fueron forzadas a abortar en hospitales de la zona, y que tuvieron que abandonar su congregación, mientras que los sacerdotes implicados apenas fueron sancionados con cambios de parroquia o retiros de dos semanas.En estos días, la Iglesia Católica vuelve a estar sumida en el escándalo y no, precisamente, por las declaraciones inoportunas del Papa Benedicto XVI.

El escándalo se debe, una vez más, a la pederastia. El inculpado ahora se llama Nicolás Aguilar Rivera, quien, supuestamente, abusó sexualmente de 40 niños en México, y 27 más durante su estancia en los Estados Unidos. Luego de haber burlado las leyes en distintas ocasiones, ahora se encuentra prófugo de la justicia. Sin embargo, no sólo él ha sido denunciado.

Joaquín Aguilar Méndez, quien hace años fue maltratado sexualmente por el prelado, ha interpuesto una demanda en la Corte Superior de Justicia de California en contra del Cardenal Norberto Rivera Carrera por el delito de “conspiración a la pederastia”. Esta acusación se debe a que, supuestamente, protegió al sacerdote Aguilar Rivera a sabiendas de los abusos que cometía.

El estudio de los poderes fácticos en ciencia política es, por demás, interesante, plagado de matices y retos. Sin embargo, en México no se requiere demasiado academicismo para saber de qué se tratan, cómo operan, y qué papel juegan en la sociedad. Cuando se habla del tema, a los mexicanos nos sobran ejemplos, y basta elegir uno famoso para encontrar similitudes con las cuales comparar la reciente tormenta que rodea a la jerarquía católica nacional.

Este tema es sumamente actual debido a las recientes noticias acerca del Cardenal Rivera Carrera y las acusaciones en su contra como encubridor de delincuentes sexuales, pero, sobre todo, por la vergonzante ferocidad con que la Secretaría de Gobernación, a través del Instituto Nacional de Migración (INM), hostigó e impidió que los denunciantes pudiesen siquiera tener, tranquilamente, un pie en el país.

Esto nos habla del poder fáctico que la jerarquía católica ejerce en México, de cómo ésta se coloca por encima de las instituciones y, más grave aún, por encima de la justicia y la más elemental búsqueda de la verdad. Veamos, pues, un poco más del caso Rivera Carrera.

En Estados Unidos existe una organización no gubernamental (ONG) llamada “Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes” (SNAP, por sus siglas en inglés), la cual acusó ante las Cortes del Estado de California, en los Estados Unidos, al Cardenal Rivera Carrera de encubrir, junto con el Arzobispo de la ciudad de Los Angeles, Roger Mahony, los delitos sexuales que cometió, tanto en México como en aquel vecino país, el sacerdote Aguilar Rivera.

Tras proceder como en cualquier caso de esa envergadura, SNAP anunció una conferencia de prensa en la Ciudad de México, por parte de la víctima del sacerdote acusado, donde aquél estaría flanqueado por sus abogados. A la mitad de la conferencia, sin embargo, los abogados fueron notificados acerca de que el INM los buscaba. A partir de allí, los estadounidenses experimentaron la surrealista tortura de lidiar con autoridades mexicanas.

Por supuesto, los abogados llamaron a la Embajada estadounidense en México, donde se les dijo que no acompañaran a los agentes migratorios, tras lo cual, “mágicamente”, se les mostró un documento escrito a mano, sin la más elemental formalidad, citando a dos de los abogados. Total, que las autoridades bloquearon un proceder no sólo legítimo, sino muy importante para un país que exige justicia como pocas veces en su historia. Hasta ahí la noticia.

Por otra parte, ¿qué tendría que ver, por ejemplo, Gonzalo N. Santos Rivera en todo esto?
Hagamos un poco de historia. Desde la caída de Saturnino Cedillo a raíz del levantamiento contra el Presidente Lázaro Cárdenas del Río, en San Luis Potosí se consolidó como cacique un antiguo representante del régimen callista llamado Gonzalo Nicanor Santos Rivera, el “Alazán Tostado”, de cuya autoría es la inolvidable cita: “La moral es un árbol que da moras”, emblemática joya de la semántica política.

Como todo poder fáctico, por supuesto, los hechos que construyen la leyenda del cacique potosino provienen de opinión pública generalizada y fuentes alternas. De allí que es sabido el papel de titiritero que Santos Rivera ejerció sobre gobernadores, alcaldes, diputados, sindicatos y la prensa, ya sea con sendas inyecciones de dinero o bien por temor, principalmente debido al legendario “Mano Negra”, famoso gatillero del cacique.

El cacicazgo era tal, que ni una hoja se movía sin la instrucción del mandamás y, muchas veces, no era necesario girar instrucciones: las autoridades, por sí solas, procedían a placer de quien mandaba.Y en efecto, el caso que comentamos no es aislado en la historia de México y, por ende, no se necesitan demasiadas elucubraciones para encontrar similitudes con el tema que nos ocupa.

Norberto Rivera Carrera bien puede ser inocente. Sin embargo, para ello es necesario que instituciones imparciales -y, subrayo, imparciales- sigan un proceso riguroso y serio que realmente deslinde responsabilidades.

Pero, ¿qué pasa si las instituciones que imparten justicia no son imparciales ni confiables? ¿Qué sucede, si ni siquiera se puede llegar a dichas instancias porque los poderes fácticos plagan de obstáculos e intimidaciones el camino, ya sea por instrucción o, sencillamente, porque así lo entienden sus títeres?

“El que nada debe...” y ya sabemos el resto. O una orden provino desde el Arzobispado, o procedió por instinto propio algún gamberro del siniestro Carlos María Abascal Carranza, quien, por cierto, es un reconocido fanático religioso.

En el México en ebullición de hoy, lo que menos se necesita es más poderes fácticos, abuso y privilegios; y ante los próximos seis años que nos esperan, las siglas no auguran mucha justicia tratándose de sotanas.

Esperemos que las Cortes estadounidenses hagan el trabajo que no se hace en nuestro país desde los tiempos de la Reforma.

Y pensar, amable y estimado lector, que ésta es la jerarquía católica que recientemente tanto ha hablado de respeto a las instituciones, de democracia y de orden social, en claro apoyo al oficialismo canalla, hoy tan panista como espurio. “Dime con quién andas...” y ya sabemos el resto.

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