Samuel Orozco*, escribe en la Jornada:
Moisés Cruz: historia de una muerte anunciada.
Moisés Cruz se la habían sentenciado muchas veces. A cada rato lo amenazaban de muerte. El 18 de mayo pasado se la hicieron efectiva. Ese día, el líder oaxaqueño de 46 años de edad dejaba una fonda en su natal San Juan Mixtepec, cuando dos hombres armados le salieron al paso y, a plena luz del día, le descargaron varios balazos. A sangre fría. Delante de su esposa. A la vista de los transeúntes, los matones se perdieron sin problemas entre las milpas y los cerros.
La muerte de Moisés seguro habría pasado como una más, de no ser porque no es un asesinato ordinario. Moisés, migrante y activista, se granjeó muchos amigos. Lo conocí a principios de los años 80. Me acuerdo sobre todo de una hazaña suya en Arvin, poblado agrícola del valle central de California que en los años 30 ganó fama por servir de albergue a refugiados de la sequía y el polvo de Oklahoma.
Medio siglo después, Arvin siguió siendo refugio de migrantes, esta vez los oaxaqueños, que igual que los de Oklahoma huyeron de polvo y miseria. Para los migrantes indígenas, sin embargo, no hubo en Arvin sanitarios, lavaderos ni dormitorios. El verano del 86 el desamparo hizo crisis. Miles de jornaleros se reportaron para las pizcas de la temporada. Las pizcas se tardaron y cientos terminaron viviendo a la intemperie. Un día, un migrante amaneció degollado y otros asaltados mientras dormían a campo abierto. Indignado, el joven trabajador Moisés Cruz movilizó a su gente. Buscó hacerse oír. Reclamó garantías a las autoridades del condado y de la ciudad, y gestionó el auxilio de agencias no gubernamentales. En menos de una semana, cientos de familias recibieron de emergencia techo, cobijas y alimentos.
Esa fue una de tantas labores que Moisés organizó como directivo y cofundador de la Asociación Cívica Benito Juárez, la primera organización de mixtecos de California que se rebeló contra el abuso y la sobrexplotación, llevando a las cortes a contratistas y rancheros inescrupulosos, manifestando contra la migra y denunciando ante la legislatura la discriminación del indígena.
Un día, en una nutrida asamblea realizada entre surcos de labor al norte de Sacramento, California, los paisanos soltaron lo que traían en la garganta, hablaron con temor y desaliento de todo lo que hace a Oaxaca, pese a su riqueza natural, el segundo estado más pobre de México, región en la que tres de cada cuatro viven en la extrema pobreza. Hirviéndole la sangre, Moisés anunció: "no más migración, me regreso a Oaxaca".
Ese mismo año, el 86, llegó a San Juan Mixtepec con el compromiso de echar a los caciques del poder. Los caciques son ladinos que, validos de su castilla y sus influencias, controlan como amos y señores la región: autorizan el canje de los cheques que envían los paisanos desde el norte, usufructúan los bosques comunales como coto privado y obstruyen obras públicas para evitar la comunicación con el exterior.
Al llegar, Moisés fundó el Comité de Defensa Popular Mixteca, red de ocho cooperativas de consumo popular y, con esta base, se logró en un par de años elegir el primer presidente municipal que legítimamente representó a la comunidad indígena. Tras una década, el mismo Moisés pasó a empuñar el bastón mayor. Luego, dirigió la creación en la ciudad de Oaxaca del Centro de Desarrollo Regional Indígena (Cedri). Y a finales de los años 90 fue electo coordinador general de la Red Internacional de Indígenas Oaxaqueños, una coalición de comités de la diáspora.
Pero el trabajo social del líder que regresó a sanear estercoleros por lo visto afectó influyentes intereses y la reacción no tardó. En 1996, un grupo de hombres armados se presentó a las puertas de su oficina y a punta de pistola metieron a un carro a Felipe Sánchez Rojas, el presidente del Cedri. Moisés, que acompañaba a Felipe, escapó al atentado. Felipe permaneció desaparecido y platiqué con él al aire en la radio apenas reapareció. Todavía se oía débil y maltrecho por los días de golpes y torturas en la cárcel clandestina.
Sin duda, Felipe se salvó por el oportuno apoyo de gente dentro y fuera de Oaxaca. La asociación mixteca convocó desde California a una campaña de llamadas al gobernador del estado de ese entonces, Diódoro Carrasco, y al secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet. Quizás Felipe jamás habría reaparecido si Moisés no hubiera estado allí para presenciar los hechos y correr la voz de alarma.
Diez años después, nadie estuvo allí para salvar a Moisés. Su muerte fue fulminante. Los disparos precisos. Un tiro a la cabeza. Otro al corazón. Estilo ejecución profesional, de matones a sueldo. Hasta el momento no se sabe de sus asesinos. Los testigos no los reconocieron. "Son gente de fuera", dijeron.
¿Quiénes estarían interesados en eliminar a Moisés? A los líderes indígenas no les cabe la menor duda: los autores intelectuales son los mismos que lucraban con los bosques, los que estafaban al migrante, los que sometían al pueblo indígena. Indignados, dichos líderes apuntan su dedo acusador a los caciques locales, a los jefes de la Confederación Nacional Campesina, a influyentes cuadros del Partido Revolucionario Institucional (Moisés acababa de sumarse a la campaña presidencial del perredista López Obrador). Por esos sospechosos debe comenzar la averiguación, exigen, y a la vez alertan sobre el peligro de que este asesinato pase a ser una estadística más en la larga lista de fechorías contra los derechos humanos. Sólo en 2005, Oaxaca acumuló un negro historial de 20 asesinatos y más de 40 presos por motivos políticos.
Los oaxaqueños organizados se proponen ponerle un hasta aquí a esa historia de impunidad y ese clima de terror. Por lo pronto, ya planean recibir con denuncias públicas ante la opinión internacional al gobernador Ulises Ruiz en su visita a California. El caso de Moisés someterá de nuevo a prueba la capacidad de la sociedad civil migrante de obligar a sus gobiernos a escucharla y a rendir cuentas claras. Cada día que pase el caso sin solución, habrá de servir para recordar las cuentas que estos gobernantes tienen pendientes con la justicia.
*Director de Noticias e Información de la Red de Radio Bilingüe #
Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.
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sábado, junio 03, 2006
MOISES CRUZ. UN ASESINATO QUE NO DEBE QUEDAR IMPUNE.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 5:24 p.m.
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