Carlos Monsivais escribe:
De los proyectos culturales.
Carlos Monsiváis.
De las versiones incontables de cultura, la tendencia todavía dominante (tal vez no por demasiado tiempo) elige por sobre la noción antropológica (los modos de vida) o por sobre las tendencias y predilecciones, lo mejor de lo producido en artes y humanidades, conceptos que van incorporando medios expresivos (el cine, la televisión) y van aceptando las enormes contribuciones de la tecnología.
En estos días ha sido frecuente, y básicamente justa, la crítica a los partidos políticos por carecer de proyecto cultural. ¿Qué se quiere decir con esto? Que en las campañas la cultura ha sido un término desdibujado, en última instancia carente de significación, y que al respecto los gremios elevan sus demandas de apoyo, sus controversias, sus rechazos de la censura, incluso sus peticiones pintorescas.
Al respecto, los partidos grandes tienen poquísimo que aportar. El PRI, el dador de estímulos, instituciones y presupuestos de una etapa larga, al perder la Presidencia de la República desertó de sus gestos de mecenazgo. “Si ya los intelectuales y artistas no nos acompañan en las giras ni hablan bien de nosotros, que se pudran o lo que mejor vaya con su actitud”, y eso se dice luego de comprobar que simplemente no hay figuras culturales que vaya con ellos, por temor a que se consignen sus imágenes en fotos y videos, y de que a esta devaluación la rodean comentarios sarcásticos y sonrisas filantrópicas.
El PAN sí tiene proyecto, el exhibido muy notoriamente por los gobernadores y los alcaldes panistas, empecinados en situar al país en la alborada de 1890, allí donde tan bien le hubiera ido a su alud de prohibiciones (casi todas fallidas), y a su selección de personal en la burocracia de la cultura (el personal de extrema derecha). Véase, si se quiere situar las prácticas actuales del PAN, el caso reciente de la ciudad de Colima, donde el alcalde panista intenta prohibir la Figura Obscena, la pieza de José Luis Cuevas, porque tomó su nombre al pie de la letra.
Como éste, se multiplican los casos del “adecentamiento” forzoso. Recuérdese el inefable discurso del candidato Vicente Fox a los intelectuales y artistas reunidos en abril de 2000 en el Polyfórum: “A diferencia de ustedes, que se formaron leyendo, yo me formé viendo las nubes”. No se ha movido de su observatorio, por lo que hemos visto.
El PRD, que dispuso en principio de la simpatía generalizada en el sector cultural (todavía no comunidad), no ha respondido desde 1989 al compromiso implícito y explícito y no obstante muestras esporádicas de buena voluntad, aún se atiene a las inercias burocráticas, las mismas que siempre, y trátese del partido que se trate, consumen la mayor parte del presupuesto (acontece la paradoja: Si no le queda otra, la burocracia difunde la cultura en sus horas libres).
Sin embargo, la izquierda social, más que ningún otro sector, defiende, y cada vez más, el fundamento cultural de un país en la globalidad: El laicismo, el proceso secularizador que desde Juárez y la generación de la Reforma liberal define, impulsa y amplía las libertades (hoy el programa laico incluye por ejemplo y en primer lugar la perspectiva de género y no desatiende los derechos de las minorías, como en el caso de las sociedades de convivencia).
La secularización se defiende por sí sola, y por eso ahora el apoyo de ProVida le resulta tan de mal agüero al PAN, así su bancada en la Cámara de Diputados y su líder moral, Luis Pazos, hayan impulsado las partidas a su favor (30 millones bien usados en tangas y plumas Mont Blanc).
Por demasiadas razones es definitiva la importancia en la vida cultural de la educación laica, amenazada por la exitosa campaña de desprestigio de la enseñanza pública (“Si quieres que tu hijo fracase de antemano, júntalo con los fracasados desde siempre en una escuela pública, que es otro PPM, siglas de Peligro para México”).
Sí, desde luego, con la modestia que aporta la hipocresía, la derecha acepta la educación laica pero, tal y como lo desliza el candidato del PAN, con lo añadido en este término de los derechos de los padres de familia a decidir la educación que quieran para sus hijos. ¿Quiénes son “los padres de familia”, cómo se organizan, se expresan, concilian la diversidad religiosa, unifican sus puntos de vista, analizan los programas educativos, atienden por ejemplo la infinita variedad de opciones de la red? Es mucho pedir tal información a la derecha que si mantiene incólume sus prejuicios es con tal de no dar un nombre falso.
* * * Si se desea que el País no se divida y se polarice, se requiere unirlo previamente, obviedad suprema que subraya la lucha contra la desigualdad y, también, insiste en los valores personales y sociales de la cultura, en el sentido clásico y en el orden de las renovaciones profundas (hoy, Internet es el ágora indiscutible). Por supuesto, no se está en cero. Con todo y megaburocracia, hay desde 1921 por lo menos un impulso sostenido en lo cultural que es preciso reconocer, ponerlo al día y diversificar.
En un foro sobre educación y ciencia, Andrés Manuel López Obrador afirmó: “La cultura, el mejor instrumento para la identidad nacional”. Sí, a condición de que también se diga: “La cultura, el mejor instrumento para la identidad internacional de las personas y el País; la cultura, uno de los grandes instrumentos de la formación democrática en la globalización”.
Es tiempo de redefinir “identidad nacional”, un concepto hasta ahora manejado de manera dificultosa, o ni eso, que no integra a las mujeres, los indígenas, las minorías legales y legítimas, las regiones. En el más generoso de los casos, una cultura centralista produce la formación a medias que exige la concentración de oportunidades y humilla o suprime la capacidad de arraigo en las regiones. Y un proceso cultural que no incorpora de manera constante a las nuevas generaciones y a los adultos que se renuevan, es profundamente insuficiente y, lo más grave, reiterativo, en “la vuelta a los orígenes” que es autismo ante la realidad vuelta reality show.
* * * Al interrumpirse tan brutalmente la movilidad social (cortesía del neoliberalismo y su whole enchilada), la movilidad cultural, el goce de las obras del mundo entero (lo nacional es un criterio de contigüidad histórica, no de disfrute estético), el enriquecimiento del espíritu en suma, estimulan el poderío o el empoderamiento mental de las personas.
La cultura no elimina las desventajas económicas pero sí añade las ventajas del conocimiento, la imaginación, el cultivo del sentido del humor, la erudición. En este sentido, con las limitaciones evidentes, un buen número de ellas debido a los presupuestos, a las universidades públicas les ha correspondido en tiempos aciagos de burocracia y fundamentalismo de la derecha, añadir a un sector significativo al disfrute cultural.
El protocolo de todo texto exige una frase adecuada para el final. En este caso elijo de mi repertorio de citas citables, una del indispensable Baudelaire: la teoría de la verdadera civilización consiste, más allá de las máquinas y los avances de la técnica, en la disminución del pecado original. En el caso de los gobiernos, este pecado será la ignorancia voluntaria de sus deberes culturales, políticos, económicos, sociales.
Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.
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sábado, junio 03, 2006
LOS GOBIERNOS PRIANISTAS Y SU PECADO ORIGINAL.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 6:17 p.m.
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