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viernes, abril 07, 2006

LOS MEDIOS Y SUS DOS NEURONAS.

Cuahutemoc Arista en el Proceso:

Saturación.
cuauhtémoc arista .

México, D.F., 6 de abril (apro).- Por esta vez me sorprendo a mí mismo: estoy de acuerdo con la gente que se declara harta de las discusiones sobre política y del proselitismo brutal que busca convertir a cualquier auditorio en un votante apenas probable, pero contante y sonante en las encuestas.Ese proselitismo carente de ideas y saturado de estupideces que llena las pantallas de televisión, supura por las bocinas o los audífonos de la radio, amarga las palomitas en el cine y estropea los más morbosos chismes sobre cantadores y enseña muslos de la tele abierta (y los televidentes abiertos, pero en canal); que bajo la apariencia de un sano debate con la representación de los ciudadanos termina en un coro de lobos que compiten por lo mismo: un ascenso de puesto.

No se trata del proselitismo de los políticos, que después de todo no existen sin él y tienen que resignarse al triste oficio de merolicos de conceptos sociales pocas veces trocados por obra pública y logros administrativos.

No, la vociferación mentirosa, cínica y abyecta, a la que se dedican decenas de comunicadores en homogéneos programas radiofónicos y televisivos que tratan dizque de asuntos políticos.Al repasar los canales y las estaciones entre las 6:00 y las 11:00 horas; y desde las 20:00 hasta las 23:00 el espectador de no puede encontrar más que tres “noticias”, que sirven de pretexto para reducir el mundo a una idea, que misteriosamente comparten desde los modestos lectores de teasers hasta los “líderes de opinión”.

Cuando mi trabajo era analizar información, me daba risa ver cómo en situaciones como la del desafuero de López Obrador, la muerte de Ramón Martín Huerta o la expulsión de comunistas comeniños por el gobierno foxista, la mente de estos pseudo intelectuales de medios compartían un chip que les limitaba la sintaxis, de manera que repetían la misma frase. Aun las mínimas variaciones tenían que atribuirse a errores, no a un impensable escrúpulo.Ahora ya no me da risa.

Me harta escuchar mesas de análisis en las que todos opinan lo mismo, o en las cuales el “moderador” despide a todos y repite la opinión “oficial” del reino mediático. El fenómeno, propio de la monarquía mononeuronal en la cual Televisa convirtió el espacio público y que amenaza ya invadir la logosfera toda, se acentuó, sin duda, a partir de que se le permitió al Congreso contribuir a la aprobación de la “Ley Televisa”.

Ya se le aseguró una senaduría al funcionario de Televisión Azteca que organizó la invasión armada de Canal 40 y es probable que algunos de los afectados por aquel evento tengan que alinearse, al igual que él, sobre temas específicos del poder mediático. Por lo pronto, dijeron que no creían que hubiera presión alguna sobre el Poder Legislativo por los particulares que redactaron la reforma para que ésta fuese aprobada sin cambiarle ni una coma...

El senador panista Héctor Larios y todo el coro de defensores de la reforma, por ejemplo, siempre comenzaban sus alocuciones para el ciudadano común –o súbdito del reino mediático— con la pregunta: ¿Es preferible una reforma imperfecta o la permanencia de una ley obsoleta que data de la década de los sesenta? Y de ahí pa’l real: ya habrá modo de cambiarle la mentada coma dentro de 20 años, el caso es dar seguridad jurídica a la inversión... es decir, a la que acaparará toda concesión a un costo cada vez menor y con mayores márgenes para establecer unilateralmente los contenidos y los precios.

Simulaban, esos diputados, senadores y “líderes de opinión”, que nunca les informaron de las numerosas tentativas de diversos grupos sociales para lograr dos objetivos: uno, que la vieja ley fuera reformada para dar cabida a la diversidad social en sus contenidos y formatos, crear medios públicos realmente autónomos y garantizar el respeto a los derechos de televidentes y radioescuchas; y dos: que la vieja ley se cumpliera siquiera en sus propios términos mientras se llegaba a consensos para esa reforma, que sin duda dejaría a salvo las garantías a los inversores en un marco de competencia normal pero normado.

El secretario-desgobernación Creel cerró la mesa para la reforma ciudadana de los medios, como si de una casa de apuesta se tratara, cuando el “estadista” de San Francisco del Rincón decretó la devolución del tiempo de Estado a los concesionarios. De manera que los opositores a la “Ley Televisa” nunca fueron los torvos conservadores que presentaron los “líderes de opinión” y los articulistas demócratas que de algo tienen que vivir.

¿Para qué necesita Emilio Azcárraga tantas voces para repetir frases con apariencia de ideas? Podrían poner la misma canción como la radio gubernamental que políticamente entonó la misma de Santiago Creel hasta que se encontró con el callejón sin salida, como tantas otras instituciones durante el foxiato.

No es exageración, esas prácticas se vuelven costumbre. Si no, que lo diga la diputada federal de Acción Nacional, Irene Blanco Becerra, que presentó como iniciativa propia y para México la Ley de Zonas Costeras publicada el 7 de noviembre del 2001... en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela. Lo hizo sin cambiarle ni una coma a partir de su artículo tercero.

Ahora ya sabemos por qué los panistas gritaban: ¡Contra Chávez, contra Chávez! Porque sí hay al menos dos células bolivarianas activas en la política mexicana: la neurona que descubrió dicha ley en internet y la que tuvo la ocurrencia de presentarla en el Congreso.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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