De la Jornada de Michoacán:
JULIO VILLARREAL ES PRESTANOMBRES DE CARLOS SALINAS DE GORTARI, SEÑALAN
Despótico y agresivo, el trato de la empresa hacia el Sindicato Minero.
Los dos heridos de gravedad fueron trasladados en avión al hospital Magdalena de la Salinas, en la ciudad de México.
ERNESTO MARTINEZ ELORRIAGA.
LAZARO CARDENAS, 21 DE ABRIL.- Los trabajadores de Sicartsa acusan al Grupo Villacero de hostigamiento hacia el Sindicato Nacional Minero, porque desde que adquirió esta empresa, en 1991, no han cesado las agresiones. "Nosotros lo único que pedimos es respeto a nuestra autonomía sindical y un trato laboral similar al de Mittal Steel", indicó uno de los trabajadores al que le tocó hacer guardia un día después de los hechos violentos.
Después de pasar la noche en vela, con algunas pequeñas fogatas a la entrada de la industria, dijo que el trato de los Villarreal ha sido despótico, agresivo, y con suma rivalidad hacia su dirigente nacional, Napoleón Gómez Urrutia. "Y ni siquiera es el dueño, aquí todos sabemos que Julio Villarreal es prestanombres de Carlos Salinas de Gortari".
Las calles aledañas a la llamada Puerta 2 de Sicartsa parecían un campo de batalla; por todos lados, vehículos volteados y totalmente quemados. Las piedras, los escombros de las instalaciones, a la entrada de la planta; palos y bolas de metal que utilizaron para los trabajadores para su defensa.
El Chemita, popular entre los integrantes de la Sección 271 del Sindicato Minero de Lázaro Cárdenas, comentó que desde un principio se vio la actitud retadora de los Villarreal hacia los obreros, porque de los 7 mil trabajadores que había, sólo dejó bajo contrato colectivo a 2 mil 300, los demás fueron despedidos, y después recontratados, pero sin ninguna prestación.
"No había aguinaldos, ni vacaciones, ni beneficio extraordinario alguno, porque además se implementó el régimen de contrato para evitar que se acumulara antigüedad".
Se acabaron los bonos de productividad que representaban un buen recurso económico para los trabajadores, pero sobre todo nunca ha quitado el dedo del renglón para eliminar el contrato colectivo, dijo, y agregó que los 20 días de paro complicaron sus vacaciones, pues ya estaba cansado de la fundición del hierro, incluso había quedado con sus dos pequeñas hijas de ir a la playa.
"Llevamos varios días sin dormir bien, apenas unas cabeceadas o una pestañita, pero no nos vamos a dejar, porque la raza está muy dolida por los dos compañeros muertos, y si bien queremos un arreglo, tiene que haber castigo a quienes dispararon", subrayó.
Desde el jueves en la tarde llegaron organizaciones solidarias, como alumnos de las casas del estudiante, el SNTE, entre otras. Sobre todo los jóvenes rondaron la zona de batalla, con piedras o bolas de fierro en las manos, de las que había esparcidas por todas las calles, "echando mano a sus fierros, como queriendo pelear", diría la canción.
Pero sólo hubo sobresaltos, porque en toda la noche no se presentó ni un solo uniformado.
Después de abandonar los aposentos, como las baquetas y calles, poco a poco se fueron reacomodando los trabajadores, sin que dejaran de permanecer los rondines para evitar otra sorpresa como la del jueves en la mañana, que les costó dos vidas de sus compañeros.
La indignación e impotencia estaba a flor de piel en cientos de mineros, que tan sólo de recordar lo ocurrido arremetían contra los periodistas, sobre todo los que portaban una cámara o micrófono. Cua ndo llegaron los funcionarios de Gobernación de México y del gobierno del estado, nuevamente surgió la desconfianza. Es por ello que Roberto Martínez y Mario García, representantes de la Sección 271, no pudieron más que mantener el silencio, porque todos sabían que los enviados no tenían poder de decisión, sólo fue un acercamiento para declarar la tregua.
De hecho, el director de Concertación Social de la Secretaría de Gobernación, Luis M. Monroy, dio su palabra de que ya no habría otro intento de desalojo, e informó que los cinco detenidos el día del zafarrancho, que para los mineros fue la peor de las agresiones y abusos, habían sido liberados, el último de ellos, Flavio Romero Flores.
Con una unidad como las que usan los médicos en las zonas marginadas, bien equipadas y con representantes correctos y bien presentados, la Comisión Nacional de Derechos Humanos recibió más de 50 quejas de los trabajadores, desde aquellos a quines les quemaron sus vehículos, hasta los que recibieron una golpiza por los policías.
Al filo del mediodía, cuando el sol comenzaba a calentar, llegó la noticia de que trasladarían al hospital Magdalena de las Salinas, de la ciudad de México, a Cirilo Quiñónez González, de 37 años, operador de máquinas de Sicartsa, quien tiene prácticamente destrozado un pulmón. En el avión también se llevaron a Luis Alberto Vargas Zárate, de 21 años, y trabajador del alto horno de la planta.
Y para tratar de equilibrar los golpes, el director de Seguridad Pública del estado, Mario Bautista, comentó que en Morelia, uno de los 350 elementos que participaron en el intento de desalojo, José Manuel Molina Juárez, de 28 años, se encuentra en un hospital de Morelia con un traumatismo craneoencefálico de tercer grado.
El coordinador de la Policía Ministerial, Jaime Liera, también se lavó las manos, al descartar que las balas que dieron muerte a dos de los mineros durante el zafarrancho hayan salido de las armas utilizadas por sus efectivos policiacos.
El funcionario aceptó que el personal a su cargo, que llevaba armas al fallido desalojo de los mineros, está perfectamente identificado y cada uno de ellos está rindiendo un informe en sus oficinas para presentarlo al titular de la Procuraduría de Justicia del Estado, Juan Antonio Magaña de la Mora. "Nuestro personal, durante el operativo permaneció prácticamente en la última parte del contingente, dijo el jefe de la judicial del estado.
Sin embargo, la indignación fue subiendo de tono, sobre todo cuando se llevó a cabo la etapa del sepelio; ahí fueron más los mineros que responsabilizaron al presidente Vicente Fox y a sus colaboradores de lo ocurrido. Pero lo más doloroso fue ver a una familia destrozada por la pérdida de un ser querido. A veces se menciona el número de muertos como mera estadística. Se pregunta, cuántos fueron, para ver si es más noticia. Pero al ver los rostros de los padres enfermos de Mario Alberto Castillo Rodríguez, nos damos cuenta que la realidad es distinta, completamente.
En el lugar de la batalla no se supo nada de Napoleón Gómez Urrutia, ni de Julio Villarreal; tampoco de Elías Morales, ni del secretario del Trabajo, mucho menos del presidente Fox; los actores de la desgracia finalmente fueron dos grupos de asalariados; así es la historia, ni hablar.
Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.
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sábado, abril 22, 2006
JULIO VILLAREAL PRESTANOMBRE DE SALINAS.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 12:07 p.m.
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