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martes, diciembre 12, 2006

RENÉ DRUCKER COLÍN.

René Drucker Colín

Malas señales.

Como es tradición, cuando hay un cambio de gobierno, todos esperamos entre angustias y curiosidad quiénes son los que van a ser nombrados en los diferentes puestos de responsabilidad.

Es humano molestarse cuando no nos gusta un determinado nombramiento y estar encantado cuando es alguien con quien simpatizamos y mejor aún si es conocido, pues uno piensa (erróneamente en general) en las formas que nos va a favorecer el recién llegado.

Estos dos extremos no permiten un análisis serio sobre las personas, pues está cargado de sentimientos y emociones personales que impide deslindarse de razonamientos más viscerales, que cerebrales. Pero, más allá de eso, el sentimiento también contiene una buena dosis de sabiduría y fuera de las inclinaciones políticas que uno pueda tener existen algunas visiones sobre el país que se asientan en elementos más universales.

Nadie en su sano juicio podría dejar de señalar que la educación, la ciencia y la tecnología son elementos fundamentales e indispensables para el desarrollo de cualquier país. No creo que México sea una excepción. Pienso que aquí estamos hablando de áreas de actividad que rebasan cualquier tendencia ideológica.

Por eso los países desarrollados impulsan celosamente la responsabilidad del Estado como principal impulsor de la educación, la ciencia y la tecnología. Desde luego que cuando estas actividades han alcanzado niveles de excelencia y de amplia presencia, la iniciativa privada se suma, pues les reditúa y sus esfuerzos se añaden y contribuyen sustancialmente a estas actividades.

Por desgracia en nuestro país hay un sector político que es ciego a los valores que genera una responsabilidad plena del Estado hacia estos rubros de educación, ciencia y, añadiría, cultura. Como consecuencia están luchando en contra del desarrollo nacional. Quieren que las instituciones públicas sean como empresas y que reditúen para que se mantengan y no le cueste al Estado. Esa visión no sólo es miope, sino denota mucha ignorancia y eso es lo grave.

En días pasados un diputado del PAN hizo unas declaraciones sobre la UNAM que sólo un ignorante de la realidad podría haber hecho. Visiones miopes y declaraciones tontas y sin ningún sustento no van a resolver los graves problemas de educación superior de este país.

Igualmente se nota una ausencia de análisis y juicio en relación con la ciencia y la tecnología. Hace 30 años José López Portillo nombró director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) a Edmundo Flores, quien en su momento quería ser secretario de Agricultura; como no se le hizo, le dieron su premio de consolación. El desempeño de ese señor de triste memoria fue desastroso para la ciencia.

Hoy, siglo XXI, cuando estamos en la plena Revolución de Conocimiento, se repite la hazaña: dan el Conacyt a Romero Hicks como premio de consolación, quien quería otra cosa que no le otorgaron. Yo me pregunto, ¿qué méritos científicos tiene este señor? Si uno busca su nombre para conocer el grado de producción científica que tiene, vemos que es cero; si buscamos alguna publicación que muestre alguna idea, propuesta o posición filosófica sobre la ciencia, vemos que también es cero. Entonces, ¿por qué a alguien con un perfil cero en ciencia se le otorga la responsabilidad de dirigir el organismo destinado a impulsar esta actividad?

Nuevamente vemos que no avanzamos, más bien vamos para atrás. Alguien ciertamente me podrá argumentar que no se requiere a un científico para dirigir la ciencia (aunque en los países fuertes económicamente sí lo son); podría estar de acuerdo y darle a Romero Hicks el beneficio de la duda. Pero la pregunta obligada sería: ¿que no tendríamos mejores oportunidades con alguien del ramo y no a través de pagos de favores políticos?

Desafortunadamente, sin caer en opiniones basadas en tendencias políticas, la verdad es que el nuevo gobierno está dando señales ominosas.

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