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domingo, mayo 28, 2006

NI EL PAN NI SU CANDIDATO SON POPULARES.

Jose Luis Lezama escribe en el Reforma:


La apuesta electoral.

Es probable que las encuestas estén manipuladas, pero también lo es que no y que de alguna manera estén reflejando parte de la realidad. Tanto quienes se ven favorecidos por éstas, como quienes no, tendrían que replantear estrategias y tomar las decisiones finales como si en verdad las encuestas fueran ciertas.

Las campañas de AMLO y Calderón apostaron, desde un principio, a dos formas distintas de entender la efectividad de los mensajes enviados a sus potenciales votantes.

En el caso de AMLO, la estrategia parece haber consistido en buscar el contacto personal, directo, cara a cara. Algo que podría llamarse una estrategia "comunal" o, en el buen sentido, aldeana, buscando la "autenticidad" de las relaciones prevalecientes en el llamado mundo de la tradición. Se trata de buscar el contacto directo con la gente, apostarle a la química personal, al carisma y al "clic" del candidato con sus electores. AMLO casi no eligió esta vía tradicional de hacer campaña, le fue prácticamente impuesta por su popularidad en las encuestas.

Por su parte Calderón y su equipo se enfrentaron a una situación similar. Ni el PAN ni su candidato parecen demasiado populares; sólo circunstancias especiales los llevaron al poder y esas mismas circunstancias especiales les pueden permitir permanecer allí. Muchos de sus mítines son en lugares cerrados, con invitados especiales, sitios en los que no afloran los grandes vacíos que se harían evidentes en la plaza pública, a cielo abierto.

Por ello la elección de una estrategia mediática, basada en el contacto indirecto y no personal que brinda la televisión, fue también casi una imposición de sus circunstancias.La televisión no es un producto pasivo de la modernidad; es, sobre todo, un agente activo que la pone en práctica y reproduce.

Las relaciones predominantes en la sociedad moderna no son las personales y las que se dan cara a cara. Ésas son más bien las de la sociedad tradicional, con las que la moderna se contrapone en diversos aspectos. En la sociedad moderna nadie conoce a los que fabricaron directamente los zapatos que calzan sus ciudadanos, la ropa con la que se visten o los alimentos que consumen. Muchos de estos productos son realizados por anónimos productores de regiones y países lejanos.

La televisión, sobre todo en estos tiempos electorales, no busca el contacto íntimo, verdadero, auténtico que da la relación personal, sino el masivo, impersonal, perecedero pero mercadológicamente efectivo que promueve la venta de un producto.

La apuesta de Calderón en su estrategia electoral fue por meterse de manera agresiva a los medios de comunicación, especialmente la televisión y la radio. El objetivo de esta nueva etapa que inició con la recomposición del equipo y la estrategia, no sólo fue tener mayores espacios en los medios, sino también la búsqueda de un acercamiento a sectores más diversos de la población, incluso los pobres, por medio de una mayor presencia física y de una apropiación de las ofertas de campaña de AMLO; su intención es romper el supuesto "monopolio" que AMLO tiene en ese vastísimo sector de la población constituido por los pobres. Es decir, Calderón decidió disputarle los votantes a AMLO con sus propias ofertas: bajar el precio de la luz, del gas, etcétera, y hacer llegar diversos mensajes de esperanza a los más pobres; ofertas y propuestas de política contra las que su partido y él mismo se han mostrado enemigos.

El equipo de Calderón, además de mantenerse en su estrategia, ha incluido parte de la de AMLO, para disputarle en su propio terreno su soporte electoral.

AMLO, por su parte, empieza a dar pruebas de un aprendizaje en esta campaña, que le podría permitir plantear una estrategia más moderna que, sin descuidar su contacto personal, aldeano, y su intención de llenar plazas, recurra a los medios masivos de comunicación, especialmente a la televisión, para llevar un mensaje conciliador y de suma de votantes potenciales.

AMLO tendría que mostrarse más atractivo a las clases medias no intelectualizadas y a los sectores empresariales, a muchos de los cuales les interesa, sobre todas las cosas, el clima de tranquilidad necesaria para que sus negocios florezcan, sin importarles demasiado el tinte político de los gobernantes.

La campaña de AMLO, en este último y definitivo tramo de la contienda, debería mostrar con especial énfasis cómo los sectores productivos y la iniciativa privada, cosa que ha ocurrido en otras experiencias internacionales, podrían verse fortalecidos por un gobierno que pusiera en práctica un decidido y efectivo combate a la pobreza y la desigualdad, el cual sería el mejor aliado en la búsqueda de la paz social.

En estas campañas, uno de los pocos bienes con los que cuentan los pobres, la esperanza, se ha convertido en algo codiciado por los partidos políticos. La esperanza puede ser manejada con fines electorales por la derecha o por la izquierda. El control de los recursos mediáticos y los inmensos flujos económicos puestos a disposición del candidato de Acción Nacional, pueden influir de manera decisiva en el voto de los pobres, el cual tiende a ser volátil e inestable y, sobre todo, sensible a la manipulación mediática.

AMLO, a su vez, puede, con un discurso diferente, atraerse a esos votantes que Calderón supone incondicionales. Para ello, es necesario dar también el salto hacia la modernidad informativa y hacia una campaña menos aldeana, más incluyente, más conciliadora, más penetrante y efectiva.


Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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