PRESENTACIÓN DEL PROYECTO ALTERNATIVO PARA RESCATAR Y DESARROLLAR AL SECTOR ENERGÉTICO Y CONVERTIR A MÉXICO EN UNA POTENCIA ENERGÉTICA, A CARGO DE LOS SECRETARIOS DE PATRIMONIO NACIONAL, CLAUDIA SHEINBAUM; DE LA HACIENDA PÚBLICA, MARIO DI COSTANZO, Y PARA LA HONESTIDAD Y AUSTERIDAD REPUBLICANA, OCTAVIO ROMERO
Hoy hablamos de rescatar al sector energético porque desde 1983 los gobiernos neoliberales lo han debilitado, descapitalizándolo y tomando decisiones estratégicas contrarias a su desarrollo y creando un ambiente propicio para su privatización y entrega al extranjero.
Esto lo han hecho fomentando la creciente dependencia de gas del exterior, permitiendo que las reservas de crudo se reduzcan a niveles peligrosos como no lo permite ninguna empresa petrolera del mundo, negándole a Pemex los recursos para invertir en refinación y obligando a la reducción de producción en las plantas petroquímicas.
La estrategia de debilitamiento del sector energético y en particular de Pemex la han justificado los gobiernos, entre otros, con el argumento de que no hay recursos presupuestales suficientes para mantener el alto nivel de inversiones que este sector requiere. Esto es una falacia.
En primer lugar, porque los recursos para el gasto público destinado a otros fines han ido en constante aumento, sobre todo en el gasto burocrático. En segundo lugar, porque lo que se invierta en el sector energético siempre se paga sólo.
Por eso nuestro proyecto alternativo contiene dos acciones profundas y simultáneas, justificadas por la verdadera emergencia nacional que tenemos para evitar la privatización de este sector bajo cualquier modalidad.
Es imprescindible, en primer lugar, corregir la expansión del gasto corriente ocurrido en el sexenio pasado y mismo que continúa hoy, porque es en parte este gasto lo que impide liberar recursos para invertir en el petróleo.
El gasto total con el que comenzó el gobierno de Vicente Fox fue de 1,248 miles de millones de pesos (1.248 billones). Después de crecer cada año, llegó en 2006 a 2.255 billones y para 2008 se aprobó por el Congreso un gasto de 2.568 billones.
Dentro de este gasto, el corriente aumentó de 714 mil millones a 1.321 billones en 2006, es decir, casi se duplicó. Su aumento, de 607 mil millones, se financió con excedentes petroleros por 404 mil millones.
Estos excedentes surgen cuando se planea el presupuesto con un precio del petróleo y en la realidad resulta un precio mayor. Pero el gobierno ha derrochado el excedente en gasto corriente, en lugar de invertirlo. El gasto corriente aumentó en el sexenio pasado en 607 mil millones de pesos, mientras que la inversión física directa sólo aumentó en 19 mil millones. Por cada peso que aumentó la inversión, el gasto corriente aumentó 32 pesos.
Propuesta de reducción del gasto corriente
El rescate de nuestro petróleo, gas y electricidad merece cualquier sacrificio. Nuestra propuesta es una reducción del gasto corriente, para con ello realizar un aumento de la inversión, de tal manera que no proponemos una simple reducción con consecuencia negativas para la demanda, sino un mejor gasto.
El alto gasto corriente y el grave dispendio que el gobierno hace del mismo, manteniendo una alta burocracia excesivamente costosa y con grandes privilegios, nos permite asegurar que una fuerte reducción del gasto corriente es posible y deseable.
No por cuantiosa la propuesta de reducción es utópica. México ha realizado estas reducciones en muchas instancias en el pasado reciente. En los 80’s, el gasto se redujo en 2 puntos porcentuales del PIB; a principios de los 90’s también se lograron 2 puntos; y a mediados de los 90’s se tuvieron logros similares. Pero, a diferencia de la reducción de gasto que han hecho en el pasado los gobiernos neoliberales, basada en reducir el gasto de inversión y obra pública, nosotros proponemos reducir el gasto burocrático.
La regla que proponemos no toca los salarios de los empleados públicos, aunque sí los de la alta burocracia. Tampoco creemos necesario reducir los gastos sociales en educación y salud ni en programas de apoyo a sectores desprotegidos. Pero sí proponemos reducir el gasto en los costos operacionales.
Los gastos operacionales del sector público han registrado en el sexenio pasado el incremento más fuerte, de 261 mil millones de pesos en los seis años hasta 2006, para llegar a 487 mil millones. Este incremento ha sido a pesar de que el gobierno no ha hecho nada nuevo en materia de obra pública que justifique este aumento. Lo que sí ha ocurrido es el crecimiento de la burocracia, de las compras de materiales que hace, de la corrupción en las compras y de la duplicación de gastos.
Proponemos que este gasto operacional se ajuste a lo que debió haber sido su crecimiento desde 2001 si se hubiera ajustado a una mínima norma de eficiencia. Proponemos que su crecimiento a partir de 2001 debió haber seguido una tasa de la mitad del crecimiento de la economía, mediante un aumento sostenido de la productividad en el sector público.
Los ahorros que hoy tendríamos mediante la aplicación de esta regla serían en todo el sexenio de 487 mil millones de pesos menos de lo que gastamos. No hay justificación para argumentar pérdida de eficiencia en el sector público, ya que si estamos preparados a realizar inversiones públicas por un monto equivalente, habría dinero suficiente para mayor capacidad física y mantenimiento de la misma, incluyendo equipos y materiales. Lo que no habría sería dinero para dispendio, sobreprecios a contratistas o compras innecesarias.
Podemos comprobar que el valor de ahorros que se hubiera obtenido sería superior a la suma de excedentes petroleros por encima del presupuesto por 404 mil millones. Agregamos que aun en el año 2000, el aparato burocrático era demasiado obeso y que era factible desde entonces efectuar una reducción aún mayor que la que resultaría de la regla que proponemos.
Bajo esta norma, el gasto de 2006 sería 193 mil millones de pesos menos a lo que fue. Como porcentaje del PIB, la reducción sería en promedio de 1.1% en los últimos seis años y de 2%, en 2006. Hay que recordar que en ese año solamente, el excedente presupuestal petrolero fue de 105 mil millones de pesos. Debemos recordar que el gasto corriente durante los pasados 6 años aumentó de 13% al 14.4% del PIB, de tal manera que el ajuste que proponemos no es irrealizable.
En julio pasado propusimos generar ahorros por 20 mil millones de pesos para que no fuera necesario aumentar los impuestos a la gasolina y con ello los precios y la inflación. Entre otros planteábamos ahorros por reducción de salarios de la alta burocracia, así como privilegios.
Hoy la tarea es más urgente aún. Frente al argumento del gobierno espurio de que no hay recursos para invertir en petróleo, gas y refinación y que por lo tanto no queda otra más que vender Pemex, nuestro proyecto es convocar a un esfuerzo de todos para obtener ahorros que a la larga nos van a resultar en un sector energético mucho más fuerte y capaz de impulsar el desarrollo de México, sin perder soberanía.
¿Qué debemos corregir en el sector energético?
Como ya lo mencionamos, los gobiernos neoliberales han aplicado en materia de energía, políticas contrarias al interés nacional. En lugar de mantenerla como fuente de empleo, competitividad y valor agregado nacional, la han descapitalizado, desintegrado de la industria nacional y relegado al papel de fuente de ingreso fiscal. Para ello han encarecido sus productos y creado un enorme obstáculo a la competitividad nacional.
A mediados de los 80’s, todavía éramos autosuficientes en gas y gasolina, y la balanza comercial en petroquímicos era ligeramente superavitaria. Hoy dependemos del exterior para:
el 40% de la gasolina,
el 25% del gas y
cuantiosas importaciones de petroquímicos que, junto con el gas y los refinados, arrojan importaciones por 20 mil millones de dólares. Estamos exportando materias primas e importando productos derivados, pero con un valor agregado mucho mayor.
Hasta principios de los 80’s la integración del sector energético era alta y creciente, con gran desarrollo tecnológico y con efectos multiplicadores y sinergias con los proveedores de la industria, desde fabricantes de maquinaria hasta grandes firmas de ingeniería de diseño y construcción de plantas. Hoy los proveedores nacionales han sido desplazados por extranjeros al trasladar los pedidos a firmas del exterior, con la consecuente pérdida de empleos, divisas y desarrollo tecnológico. Los ingenieros graduados que antes iban a la industria, hoy van a trabajar para las empresas extranjeras que Pemex subcontrata, pero en mucho menor número.
Las empresas que forman parte de Pemex y del sector eléctrico han sido descapitalizadas. Sus fuertes ingresos han sido capturados por el gobierno para financiar el desmedido crecimiento del gasto corriente. Esto ha ocurrido a pesar de que los precios que el gobierno impone para la electricidad, el gas y los refinados son muy altos si se comparan con los precios internacionales. Una consecuencia es que el gobierno ha sacado de la competencia a muchas industrias privadas. Los consumidores también sufren las consecuencias de estas políticas, por los altos precios que tienen que pagar.
Requerimos de este esfuerzo presupuestal para comenzar a corregir los grandes errores que nos llevan a la situación actual. Estos errores son
1. Una política de precios equivocada, que maximiza el ingreso fiscal en el corto plazo, sin mirar hacia el mediano y largo plazo y a costa de las posibilidades de la industria y de toda la economía. A diferencia de las grandes empresas petroleras internacionales, que están integradas y maximizan el valor agregado total, Pemex aplicó precios internos entre sus diferentes subsidiarias que lo han llevado a cerrar y descapitalizar áreas completas de negocios que deberían no sólo ser rentables, sino ser un eslabón de apoyo para la industria usuaria de sus productos. A su vez, los precios que cobra a sus clientes nacionales han hecho que el sector privado también haya cerrado y dejado de invertir en muchas áreas de la petroquímica.
2. La falta de inversión en todas las áreas de Pemex, desde la exploración de crudo y producción de gas, refinación y petroquímica. Ello nos ha convertido en deficitario en gasolina y gas, y contribuido a los altos precios del gas, pues lo tenemos que importar de Estados Unidos, un país de precios altos y que a su vez es deficitario en gas. Estos precios altos tienen graves consecuencias para la industria nacional y para sus planes de expansión en México.
3. La intención de los gobiernos neoliberales de privatizar la industria. La falta de inversión ha sido ante todo una decisión de los gobiernos desde Miguel de la Madrid hasta Calderón, y servido como pretexto para argumentar que no producimos lo suficiente porque no hay inversión y que debemos cambiar la Constitución para permitir que el sector privado haga esas inversiones. Esa política no se maneja de frente a la nación, sino se aplica en un bajo perfil, pero cada día que pasa hace más débil a Pemex y a la CFE. Aparte de que no estamos de acuerdo con la desnacionalización de la industria, es imperdonable manejar la falacia de que los mexicanos no somos capaces de administrar bien la industria o de aplicar la tecnología que se requiere.
4. La decisión de usar gas natural en todo el crecimiento de la industria eléctrica, ha sido a todas luces una política equivocada. Aunado a la falta de inversión para producir gas, ha resultado en precios muy altos. El gobierno desechó las alternativas de usar derivados del petróleo crudo, abundantes y de difícil comercialización externa, en lugar de gas. De hacerlo se reducirían tanto el costo de la electricidad como el de las importaciones de gas. Existe la tecnología para usar estos combustibles sin causar deterioro del medio ambiente. La decisión de seguir usando gas natural es totalmente irracional.
5. El cambio en las modalidades de licitación en Pemex y la industria eléctrica han favorecido a los proveedores extranjeros, desplazando a los nacionales. En particular, el financiamiento vía Pidiregas, encarece el costo directo y el costo financiero de las inversiones y discrimina contra los proveedores nacionales, especialmente los medianos y pequeños. La consecuencia de esto es una creciente dependencia de proveedores extranjeros, con la consiguiente pérdida de empleos y divisas.
6. La división de Pemex en empresas subsidiarias independientes aumentó el costo y la complejidad administrativa de la empresa. Más importante aun, la política de precios de transferencia entre estas empresas ha sido tan irracional para ser empresas de un mismo dueño, que ha acabado con procesos industriales completos sobre los cuales ya teníamos un gran avance como productores.
7. La falta de control del gasto corriente del gobierno ha reducido aún más las posibilidades de invertir en el sector energético. Así, hoy tenemos la paradoja de que con precios históricamente altos del crudo, cuando la empresa de mayores utilidades en el mundo es una empresa petrolera, el sector petrolero mexicano está descapitalizado.
Estamos en uno de los momentos más críticos para la nación y convocamos a todos a reflexionar y a unirnos en el proyecto alternativo de rescate del sector energético. El Gobierno espurio ha emprendido una campaña para desacreditar a Pemex, diciendo que pierde dinero y que no tiene ni recursos ni tecnología para las tareas que enfrenta. Esto es un mito. Pemex genera un gran superávit antes de impuestos, de casi 60 mil millones de dólares o más del 6% del PIB. Es la empresa más rentable del país y la segunda petrolera con mayor flujo de efectivo del mundo. Los impuestos que pagó el año pasado fueron 60 mil millones de dólares, equivalentes a 38% del ingreso del gobierno federal y a más de 3 veces lo todas las empresas privadas del país pagaron de impuesto sobre la renta. Si Pemex no invierte lo suficiente es porque el gobierno se lo confisca todo. En cuanto a la tecnología, ésta se puede contratar, pero más importante aun es que tenemos los técnicos mexicanos para asimilarla y desarrollarla, tal como se hizo desde 1938 hasta principios de los 80’s. Contra todos los pronósticos de las compañías extranjeras, Pemex en 1938 salió adelante en sus operaciones, como lo va a lograr hoy, con 70 años de experiencia de nuestros técnicos. Sólo los tecnócratas acomplejados y vende patrias pueden argumentar que hoy Pemex no puede y que el sector privado es el único salvador.
Todo el texto aquí
Hoy hablamos de rescatar al sector energético porque desde 1983 los gobiernos neoliberales lo han debilitado, descapitalizándolo y tomando decisiones estratégicas contrarias a su desarrollo y creando un ambiente propicio para su privatización y entrega al extranjero.
Esto lo han hecho fomentando la creciente dependencia de gas del exterior, permitiendo que las reservas de crudo se reduzcan a niveles peligrosos como no lo permite ninguna empresa petrolera del mundo, negándole a Pemex los recursos para invertir en refinación y obligando a la reducción de producción en las plantas petroquímicas.
La estrategia de debilitamiento del sector energético y en particular de Pemex la han justificado los gobiernos, entre otros, con el argumento de que no hay recursos presupuestales suficientes para mantener el alto nivel de inversiones que este sector requiere. Esto es una falacia.
En primer lugar, porque los recursos para el gasto público destinado a otros fines han ido en constante aumento, sobre todo en el gasto burocrático. En segundo lugar, porque lo que se invierta en el sector energético siempre se paga sólo.
Por eso nuestro proyecto alternativo contiene dos acciones profundas y simultáneas, justificadas por la verdadera emergencia nacional que tenemos para evitar la privatización de este sector bajo cualquier modalidad.
Es imprescindible, en primer lugar, corregir la expansión del gasto corriente ocurrido en el sexenio pasado y mismo que continúa hoy, porque es en parte este gasto lo que impide liberar recursos para invertir en el petróleo.
El gasto total con el que comenzó el gobierno de Vicente Fox fue de 1,248 miles de millones de pesos (1.248 billones). Después de crecer cada año, llegó en 2006 a 2.255 billones y para 2008 se aprobó por el Congreso un gasto de 2.568 billones.
Dentro de este gasto, el corriente aumentó de 714 mil millones a 1.321 billones en 2006, es decir, casi se duplicó. Su aumento, de 607 mil millones, se financió con excedentes petroleros por 404 mil millones.
Estos excedentes surgen cuando se planea el presupuesto con un precio del petróleo y en la realidad resulta un precio mayor. Pero el gobierno ha derrochado el excedente en gasto corriente, en lugar de invertirlo. El gasto corriente aumentó en el sexenio pasado en 607 mil millones de pesos, mientras que la inversión física directa sólo aumentó en 19 mil millones. Por cada peso que aumentó la inversión, el gasto corriente aumentó 32 pesos.
Propuesta de reducción del gasto corriente
El rescate de nuestro petróleo, gas y electricidad merece cualquier sacrificio. Nuestra propuesta es una reducción del gasto corriente, para con ello realizar un aumento de la inversión, de tal manera que no proponemos una simple reducción con consecuencia negativas para la demanda, sino un mejor gasto.
El alto gasto corriente y el grave dispendio que el gobierno hace del mismo, manteniendo una alta burocracia excesivamente costosa y con grandes privilegios, nos permite asegurar que una fuerte reducción del gasto corriente es posible y deseable.
No por cuantiosa la propuesta de reducción es utópica. México ha realizado estas reducciones en muchas instancias en el pasado reciente. En los 80’s, el gasto se redujo en 2 puntos porcentuales del PIB; a principios de los 90’s también se lograron 2 puntos; y a mediados de los 90’s se tuvieron logros similares. Pero, a diferencia de la reducción de gasto que han hecho en el pasado los gobiernos neoliberales, basada en reducir el gasto de inversión y obra pública, nosotros proponemos reducir el gasto burocrático.
La regla que proponemos no toca los salarios de los empleados públicos, aunque sí los de la alta burocracia. Tampoco creemos necesario reducir los gastos sociales en educación y salud ni en programas de apoyo a sectores desprotegidos. Pero sí proponemos reducir el gasto en los costos operacionales.
Los gastos operacionales del sector público han registrado en el sexenio pasado el incremento más fuerte, de 261 mil millones de pesos en los seis años hasta 2006, para llegar a 487 mil millones. Este incremento ha sido a pesar de que el gobierno no ha hecho nada nuevo en materia de obra pública que justifique este aumento. Lo que sí ha ocurrido es el crecimiento de la burocracia, de las compras de materiales que hace, de la corrupción en las compras y de la duplicación de gastos.
Proponemos que este gasto operacional se ajuste a lo que debió haber sido su crecimiento desde 2001 si se hubiera ajustado a una mínima norma de eficiencia. Proponemos que su crecimiento a partir de 2001 debió haber seguido una tasa de la mitad del crecimiento de la economía, mediante un aumento sostenido de la productividad en el sector público.
Los ahorros que hoy tendríamos mediante la aplicación de esta regla serían en todo el sexenio de 487 mil millones de pesos menos de lo que gastamos. No hay justificación para argumentar pérdida de eficiencia en el sector público, ya que si estamos preparados a realizar inversiones públicas por un monto equivalente, habría dinero suficiente para mayor capacidad física y mantenimiento de la misma, incluyendo equipos y materiales. Lo que no habría sería dinero para dispendio, sobreprecios a contratistas o compras innecesarias.
Podemos comprobar que el valor de ahorros que se hubiera obtenido sería superior a la suma de excedentes petroleros por encima del presupuesto por 404 mil millones. Agregamos que aun en el año 2000, el aparato burocrático era demasiado obeso y que era factible desde entonces efectuar una reducción aún mayor que la que resultaría de la regla que proponemos.
Bajo esta norma, el gasto de 2006 sería 193 mil millones de pesos menos a lo que fue. Como porcentaje del PIB, la reducción sería en promedio de 1.1% en los últimos seis años y de 2%, en 2006. Hay que recordar que en ese año solamente, el excedente presupuestal petrolero fue de 105 mil millones de pesos. Debemos recordar que el gasto corriente durante los pasados 6 años aumentó de 13% al 14.4% del PIB, de tal manera que el ajuste que proponemos no es irrealizable.
En julio pasado propusimos generar ahorros por 20 mil millones de pesos para que no fuera necesario aumentar los impuestos a la gasolina y con ello los precios y la inflación. Entre otros planteábamos ahorros por reducción de salarios de la alta burocracia, así como privilegios.
Hoy la tarea es más urgente aún. Frente al argumento del gobierno espurio de que no hay recursos para invertir en petróleo, gas y refinación y que por lo tanto no queda otra más que vender Pemex, nuestro proyecto es convocar a un esfuerzo de todos para obtener ahorros que a la larga nos van a resultar en un sector energético mucho más fuerte y capaz de impulsar el desarrollo de México, sin perder soberanía.
¿Qué debemos corregir en el sector energético?
Como ya lo mencionamos, los gobiernos neoliberales han aplicado en materia de energía, políticas contrarias al interés nacional. En lugar de mantenerla como fuente de empleo, competitividad y valor agregado nacional, la han descapitalizado, desintegrado de la industria nacional y relegado al papel de fuente de ingreso fiscal. Para ello han encarecido sus productos y creado un enorme obstáculo a la competitividad nacional.
A mediados de los 80’s, todavía éramos autosuficientes en gas y gasolina, y la balanza comercial en petroquímicos era ligeramente superavitaria. Hoy dependemos del exterior para:
el 40% de la gasolina,
el 25% del gas y
cuantiosas importaciones de petroquímicos que, junto con el gas y los refinados, arrojan importaciones por 20 mil millones de dólares. Estamos exportando materias primas e importando productos derivados, pero con un valor agregado mucho mayor.
Hasta principios de los 80’s la integración del sector energético era alta y creciente, con gran desarrollo tecnológico y con efectos multiplicadores y sinergias con los proveedores de la industria, desde fabricantes de maquinaria hasta grandes firmas de ingeniería de diseño y construcción de plantas. Hoy los proveedores nacionales han sido desplazados por extranjeros al trasladar los pedidos a firmas del exterior, con la consecuente pérdida de empleos, divisas y desarrollo tecnológico. Los ingenieros graduados que antes iban a la industria, hoy van a trabajar para las empresas extranjeras que Pemex subcontrata, pero en mucho menor número.
Las empresas que forman parte de Pemex y del sector eléctrico han sido descapitalizadas. Sus fuertes ingresos han sido capturados por el gobierno para financiar el desmedido crecimiento del gasto corriente. Esto ha ocurrido a pesar de que los precios que el gobierno impone para la electricidad, el gas y los refinados son muy altos si se comparan con los precios internacionales. Una consecuencia es que el gobierno ha sacado de la competencia a muchas industrias privadas. Los consumidores también sufren las consecuencias de estas políticas, por los altos precios que tienen que pagar.
Requerimos de este esfuerzo presupuestal para comenzar a corregir los grandes errores que nos llevan a la situación actual. Estos errores son
1. Una política de precios equivocada, que maximiza el ingreso fiscal en el corto plazo, sin mirar hacia el mediano y largo plazo y a costa de las posibilidades de la industria y de toda la economía. A diferencia de las grandes empresas petroleras internacionales, que están integradas y maximizan el valor agregado total, Pemex aplicó precios internos entre sus diferentes subsidiarias que lo han llevado a cerrar y descapitalizar áreas completas de negocios que deberían no sólo ser rentables, sino ser un eslabón de apoyo para la industria usuaria de sus productos. A su vez, los precios que cobra a sus clientes nacionales han hecho que el sector privado también haya cerrado y dejado de invertir en muchas áreas de la petroquímica.
2. La falta de inversión en todas las áreas de Pemex, desde la exploración de crudo y producción de gas, refinación y petroquímica. Ello nos ha convertido en deficitario en gasolina y gas, y contribuido a los altos precios del gas, pues lo tenemos que importar de Estados Unidos, un país de precios altos y que a su vez es deficitario en gas. Estos precios altos tienen graves consecuencias para la industria nacional y para sus planes de expansión en México.
3. La intención de los gobiernos neoliberales de privatizar la industria. La falta de inversión ha sido ante todo una decisión de los gobiernos desde Miguel de la Madrid hasta Calderón, y servido como pretexto para argumentar que no producimos lo suficiente porque no hay inversión y que debemos cambiar la Constitución para permitir que el sector privado haga esas inversiones. Esa política no se maneja de frente a la nación, sino se aplica en un bajo perfil, pero cada día que pasa hace más débil a Pemex y a la CFE. Aparte de que no estamos de acuerdo con la desnacionalización de la industria, es imperdonable manejar la falacia de que los mexicanos no somos capaces de administrar bien la industria o de aplicar la tecnología que se requiere.
4. La decisión de usar gas natural en todo el crecimiento de la industria eléctrica, ha sido a todas luces una política equivocada. Aunado a la falta de inversión para producir gas, ha resultado en precios muy altos. El gobierno desechó las alternativas de usar derivados del petróleo crudo, abundantes y de difícil comercialización externa, en lugar de gas. De hacerlo se reducirían tanto el costo de la electricidad como el de las importaciones de gas. Existe la tecnología para usar estos combustibles sin causar deterioro del medio ambiente. La decisión de seguir usando gas natural es totalmente irracional.
5. El cambio en las modalidades de licitación en Pemex y la industria eléctrica han favorecido a los proveedores extranjeros, desplazando a los nacionales. En particular, el financiamiento vía Pidiregas, encarece el costo directo y el costo financiero de las inversiones y discrimina contra los proveedores nacionales, especialmente los medianos y pequeños. La consecuencia de esto es una creciente dependencia de proveedores extranjeros, con la consiguiente pérdida de empleos y divisas.
6. La división de Pemex en empresas subsidiarias independientes aumentó el costo y la complejidad administrativa de la empresa. Más importante aun, la política de precios de transferencia entre estas empresas ha sido tan irracional para ser empresas de un mismo dueño, que ha acabado con procesos industriales completos sobre los cuales ya teníamos un gran avance como productores.
7. La falta de control del gasto corriente del gobierno ha reducido aún más las posibilidades de invertir en el sector energético. Así, hoy tenemos la paradoja de que con precios históricamente altos del crudo, cuando la empresa de mayores utilidades en el mundo es una empresa petrolera, el sector petrolero mexicano está descapitalizado.
Estamos en uno de los momentos más críticos para la nación y convocamos a todos a reflexionar y a unirnos en el proyecto alternativo de rescate del sector energético. El Gobierno espurio ha emprendido una campaña para desacreditar a Pemex, diciendo que pierde dinero y que no tiene ni recursos ni tecnología para las tareas que enfrenta. Esto es un mito. Pemex genera un gran superávit antes de impuestos, de casi 60 mil millones de dólares o más del 6% del PIB. Es la empresa más rentable del país y la segunda petrolera con mayor flujo de efectivo del mundo. Los impuestos que pagó el año pasado fueron 60 mil millones de dólares, equivalentes a 38% del ingreso del gobierno federal y a más de 3 veces lo todas las empresas privadas del país pagaron de impuesto sobre la renta. Si Pemex no invierte lo suficiente es porque el gobierno se lo confisca todo. En cuanto a la tecnología, ésta se puede contratar, pero más importante aun es que tenemos los técnicos mexicanos para asimilarla y desarrollarla, tal como se hizo desde 1938 hasta principios de los 80’s. Contra todos los pronósticos de las compañías extranjeras, Pemex en 1938 salió adelante en sus operaciones, como lo va a lograr hoy, con 70 años de experiencia de nuestros técnicos. Sólo los tecnócratas acomplejados y vende patrias pueden argumentar que hoy Pemex no puede y que el sector privado es el único salvador.
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