Gobierno privatizador |
sábado, 10 de marzo de 2007 | |
Por Víctor Flores Olea En artículo anterior dije que el viaje de George W. Bush a cinco países latinoamericanos se proponía contrarrestar la influencia de Chávez en el continente, lo cual es verdad, pero ahora con un aderezo que sólo se entiende en el más pleno cinismo, a lo cual nos tienen acostumbrados el mandatario estadounidense y buena parte de la clase política de su país.
Pero además se conoce bien el valor estratégico para Estados Unidos, sobre todo en el mediano y largo plazo, del petróleo mexicano (y venezolano y canadiense), no sólo por la agudización de los conflictos en el Cercano Oriente y en Asia Central sino por la facilidad de su eventual abastecimiento desde la vecindad. Serán sin duda mayúsculas las presiones de Bush para que se privatice el petróleo mexicano. Con información que le da consistencia a la hipótesis: el papel de cabeza privatizadora del gobierno de Felipe Calderón lo asume ya el secretario de Comunicaciones y Transportes Luis Tellez Kuenzler, quien ha estado vinculado, como se sabe, al grupo de inversionistas-petroleros de los Bush, que es parte de la Trilateral y de la firma Carlyle, entre otras, cuya misión consiste en lograr inversionistas del exterior para las "oportunidades" que ofrezca México. Como quien dice "la Iglesia en manos de Lutero". Es evidente que la presencia de Bush en México le da a Téllez la oportunidad de empujar, con sus amigos de aquí y allá, la privatización de los energéticos en nuestro país. En todo caso, su presencia en el gobierno de Calderón resulta un nefasto "caballo de Troya" cuyo objetivo es debilitar al Estado nacional en favor del capital privado, con las desdichadas consecuencias que todos conocemos. Por supuesto, Téllez cuenta con el "honrosísimo" antecedente de haber sido uno de los autores de la contrarreforma agraria del tiempo de Salinas de Gortari, en que se modificó el artículo 27 constitucional y se dejó la vía abierta a la privatización de las tierras ejidales. El propio Calderón, cuando nombró a Luis Téllez secretario de Comunicaciones, reconoció que la designación "se debe a que ya realizó importantes reformas a la legislación agraria". Es verdad: canceló la reforma agraria y privatizó las tierras ejidales, lo cual, con el tiempo, se ha convertido en uno de los mayores desastres de la historia contemporánea de México. Cabeza de playa privatizadora, Luis Téllez se destapó hace unos días con la descomunal propuesta de volver a privatizar las carreteras "rescatadas" hace casi diez años de una pésima gestión privada, con el costo público de 7 u ocho billones de dólares. Lo de siempre: privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas (igual que el FOBAPROA); si se obtienen beneficios éstos van a manos particulares, si el negocio arroja pérdidas la sociedad en su conjunto paga. Escándalo mayor, por cierto, cuando las inversiones sociales, educativas y culturales se regatean avaramente en el actual gobierno. Esta historia reciente de la "nueva" privatización de las carreteras, y las presiones para la privatización de los energéticos y el petróleo, deja al rey desnudo y encontrará el más firme rechazo político y social (buena oportunidad para la expresión política de Beatriz Paredes). La legislatura debe alzar su voz para impedir atracos de estas dimensiones. Las privatizaciones y las concesiones no son una cuestión de "sano" principio económico, sino otra forma de concentrar el capital. No son el modo de impulsar el "natural" desarrollo sino una manera de favorecer a los grupos más poderosos del país (y del extranjero), de disminuir las riquezas del país y de debilitar al Estado nacional. Tal es el contexto político y geopolítico de la visita de Bush a México. Además del repudio a este visitante non grato (tiene entera razón Raymundo Riva Palacio, como ya se ve en toda América Latina), la vigilancia debe recaer sobre nuestros propios gobernantes, tan proclives a las privatizaciones y tan reacios a atender las necesidades públicas. Y tan susceptibles de doblegarse a las presiones del Imperio. |
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