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lunes, diciembre 04, 2006

¿SI SE PUDO?

Apesadumbrada inauguración.

Manuel Camacho Solís.
4 de diciembre de 2006.

La inauguración de Felipe Calderón fue apenas. Ninguna frase reflejó mejor el momento que el grito suyo y de sus seguidores: ¡sí se pudo! Su idea de triunfo era cumplir con el trámite. La gran operación fue la que pudo llevar a cabo un comando del Estado Mayor Presidencial para que él cumpliera con el procedimiento.

El grito expresó una falta de comprensión de lo que estaba ocurriendo y sobre el fondo de la crisis política.

Afuera, horas antes, en una reunión de la dirección política del movimiento opositor, se tomó la decisión más importante desde el 2 de julio: protestar contra el régimen sin poner en riesgo la paz. Más importante que las estratagemas militares para vencer la resistencia de los legisladores, o la preparación de diferentes escenarios que aseguraran el cumplimiento del trámite constitucional, lo que salvó el día fue la decisión opositora de ponerle límites a su acción.

En un acto que honra a la dirección política del movimiento y a López Obrador, se decidió que nada justificaba el uso de la violencia o ni siquiera que no se asumiera la completa responsabilidad de evitarla. La prioridad fue asegurarse que la protesta en las calles sería pacífica.

En la calle había suficientes agravios como para que no lo fuera. La represión en Oaxaca había exacerbado los ánimos. Una parte de quienes se concentraron en el zócalo venían preparados para enfrentar a la policía. Querían hacerlo. Sabían que si había represión, ello mancharía las manos del nuevo gobernante y lo debilitaría al extremo. Pero no hubo duda: nada justificaba la violencia. Y si no se iba a llegar a los extremos en las calles, lo que habría dentro del Congreso sería una protesta fuerte, pero limitada.

AMLO cumplió su parte. Utilizó su liderazgo para evitar la violencia. Se empeñó a fondo para lograrlo. Convenció a los radicales y satisfizo a los moderados. No cedió un ápice en su postura radical contra el fraude, pero con convicción ubicó el momento en un posicionamiento político de fondo: la lucha por la democracia como guía y límite del movimiento.

Él mismo cuidó con esmero los detalles, aprovechando el conocimiento que tiene por haber encabezado movimientos sociales y sido gobernante de la ciudad. En una paradoja de la historia, el "sí se pudo" debió mucho al límite moral que se autoimpuso el movimiento.

Es importante tener conciencia de estos hechos para evitar el triunfalismo y la prepotencia tan asociados a la presidencia autoritaria. Nada sería más peligroso que concluir que el país ha regresado a la normalidad. No. La situación política no está resuelta. Ni se va a resolver con una oferta timorata de diálogo.

Todo está pendiente. Oaxaca. La contención del crimen. El restablecimiento de relaciones institucionales en los espacios donde hay obligación de hacerlo. El nuevo arreglo electoral y la pluralidad en los medios. El paquete social del presupuesto. Ahora no hay ni bono democrático ni luna de miel. Hay poco tiempo: hasta que nos alcancen las reacciones sociales contra el uso de la fuerza autoritaria, o los ajustes fiscales que impondrá la probable recesión de la economía estadounidense.

Frente a los riesgos que estuvieron presentes el 1 de diciembre. Frente a la crisis que desató la elección y que no está resuelta. Frente a la polarización e inconformidad social en ascenso, no hay una respuesta del régimen. No están a la vista ni la visión ni la estrategia ni el liderazgo para hacerles frente. Lo que está en operación es la inercia del viejo sistema. La parafernalia y la cortesanía que todo devora y confunde.

El diálogo que México requiere no puede limitarse a "con quienes quieran". De una crisis profunda no se sale con anuncios de publicidad en la televisión ni con un open house para los vecinos que piensan igual y viven igual. Se sale con un compromiso verdadero, con valores con los cuales se puedan identificar quienes no desean dialogar porque no creen en la sinceridad del diálogo. Se sale con iniciativas audaces y pruebas irrefutables de respeto al adversario.

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