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domingo, junio 25, 2006

LA IGLESIA Y LA MAFIA.

Adista (agenzia di informazione su religione e politica).

Por su siempre actuante actualidad intervencionista del clero católico mexicano,en los asuntos extrictamente del laicismo ciudadano, traigo al Blog, esta entrevista que hizo a principios de año María Rita Rendeu de la agencia Adista, al fiscal de Palermo Roberto Scarpinato. Es bastante extensa la entrevista, por lo mismo, nadamas pongo una probadita de su palpitante actualidad, con la salvedad, que si les interesa a nuestros diez mil lectores, compenetrarse de la totalidad del tema, les pongo la liga para que se sumerjan, por una cortesía de el sitio de expresión libre TLAXCALA.

Los invito a que hagamos un ejercicio mental, y únicamente traslapemos los actores de la península Itálica, a nuestro suelo patrio, y verán que no hay mas diferencia que los nombres de los actores, pero la historia es la misma.

Sale y vale.

Entrevista con Roberto Scarpinato, fiscal de Palermo.

La Iglesia y la mafia.

Maria Rita Rendeù.
Traducido por Juan Vivanco y Antonia Cilla.

¿Puede haber un relativismo ético más devastador que el que bendice por igual a víctimas y verdugos? ¿Una defensa de la vida más falsa que la que es incapaz de ponerse del lado de la vida pisoteada? ¿Qué futuro les espera al país, a la Iglesia, sin la savia vital de la justicia?

Para reflexionar sobre estas preguntas hemos decidido ir a Palermo. Palermo: capital de Italia, porque aquí es donde se ve la otra cara de la historia del poder nacional. Porque en Palermo, en la fiscalía dirigida por Gian Carlo Caselli, han tenido el valor de "procesar al poder", de elegir entre oprimidos y opresores, en un atisbo de sociedad civil, a ejemplo de jueces como Chinnici, Falcone y Borsellino.

Uno de los protagonistas de la historia de esta fiscalía es Roberto Scarpinato, uno de los tres Ministerios Públicos del proceso Andreotti y hoy fiscal adjunto en el tribunal de Palermo.Nos hemos entrevistado con él para reflexionar sobre el poder y sus pactos, y sobre el papel de la Iglesia en esos pactos. Su receta es clara: construir democracia es "volver a enamorarse del destino de los demás".

ADISTA: Fiscal Scarpinato, en el anuncio evangélico la justicia y el advenimiento del reino de los cielos están implicados recíprocamente: el uno sin la otra es una contradicción en los términos. Lo cual debería implicar que el catolicismo italiano, al menos en la percepción pública que se tiene de él o en las líneas públicas de su liderazgo, debería aparecer como protagonista principal de una acción nítida contra el extravío cada vez más evidente del estado de derecho, quebrantado por la pérdida de soberanía democrática en beneficio de otras soberanías, como las de la mafia o de la ley reducida a arbitrio, ad y contra personam. Pero de momento no se aprecia esta fuerza, esta nitidez en la acción. ¿Qué piensa al respecto?.

SCARPINATO: Uno de los problemas que más me ha ocupado, interesado e intrigado durante estos largos años de trato con los asesinos y sus cómplices es el de su relación con Dios y la Iglesia católica. He buscado respuesta a una pregunta que no podía dejar de hacerme. Es esta: ¿cómo es posible que víctimas y verdugos se sienten en el mismo banco de la iglesia y recen al mismo Dios?.

Porque lo que me ha impresionado en el trato con los mafiosos ha sido comprobar que en muchísimos casos son católicos creyentes y practicantes, y no hay disimulo.Hay ejemplos bien conocidos, desde Nitto Santapaola, que había construido una capilla en su escondrijo, hasta Piero Aglieri, que mandaba buscar a un fraile para decir misa, y muchos más.

¿Cómo es compatible el hecho de que estos hombres maten, sean mafiosos y sin embargo estén en paz consigo mismos y con Dios?

La conclusión a la que he llegado es que en realidad no rezan al mismo Dios, rezan a un Dios distinto. Rezan a un Dios distinto porque en su cultura católica la relación entre el individuo y Dios pasa por un mediador cultural, y cada articulación social crea su propio mediador. De modo que hay sacerdotes de la mafia y sacerdotes de la antimafia. Por un lado está el padre Puglisi, asesinado porque intenta sustraer a los muchachos de su barrio de un destino de mafia, y por otros sacerdotes que no son inmunes a la contaminación de la cultura mafiosa y paramafiosa.

El mafioso tiene una relación con Dios que no es conflictiva, porque el mediador con Dios que él mismo elige es una expresión de su propia cultura. Hay iglesias que los domingos se llenan con el pueblo de la mafia, donde hay curas que median en la relación con Dios para eliminar cualquier roce o fricción. De modo que la moral se centra en el aspecto sexual y en el deber de obediencia.

Por lo demás, se trata de un fenómeno universal: por ejemplo, el dictador chileno Pinochet cree en Dios y se siente en paz consigo mismo y con Dios porque su relación con Dios está mediada por unos obispos que piensan como él. En Chile y otros países americanos que han sufrido dictaduras sanguinarias hay prelados que piensan como los dictadores y otros que están de parte de las víctimas asesinadas.

Lo que nos lleva a la postura de la jerarquía católica. Decía Jean-Paul Sartre que la ética consiste en elegir ("somos lo que hemos querido ser"). Desde esta perspectiva laica se podría decir que la Iglesia ha tenido un comportamiento antiético, porque en el transcurso de su historia, su elección, demasiado a menudo, ha sido la de no elegir, lo que le ha permitido a cada cual tener su propio Dios.

Hay, pues, un Dios de la aristocracia, un Dios de la alta burguesía, otro de la pequeña burguesía, un Dios de los dictadores, un Dios de las víctimas, un Dios de los mafiosos y otro de los antimafiosos. Cada cual tiene el suyo. Cada cual tiene su propio Dios, conuna jerarquía católica que no se pronuncia casi nunca, de modo que su falta de pronunciamiento alimenta una suerte de politeísmo secreto y moderno, merced al cual el Dios de los asesinos convive con el Dios de las víctimas.

AD: Sin embargo, en otros momentos la Iglesia se preocupó por inculcar la responsabilidad de la elección. En particular, la llamada elección religiosa intentó emancipar a la Iglesia italiana de la unidad política de los católicos, uniforme y coactiva: una apuesta por la laicidad que se concretaba en argumentos políticos y culturales; por ejemplo, cuestionaba la aceptación tácita de cualquier acuerdo electoral en nombre del anticomunismo. En realidad fueron los acontecimientos nacionales e internacionales los que más tarde acabaron con esa unidad política confesional; la opción distinta, minoritaria, que se había mantenido en el humus católico, sólo fue capaz de teorizar la autonomía de la elección, pero no tuvo el coraje moral de hacerla efectiva, enredada en ese sinfín de cautelas que preparan el terreno a la normalización inevitable…

SC: Bueno, yo diría que el quid de la cuestión es la relación de la Iglesia con el poder.Ese es el quid. Este pacto con el poder se mantiene desde el tiempo del emperador Constantino. Y como decía Fabrizio de André, no hay poderes buenos. A lo largo de la historia el poder ha usurpado a menudo el espacio que hay entre Dios y el hombre. Es un espacio difícil de recuperar. Este poder puede ser normalizador, puede ser represor, puede ser un poder de una astucia milenaria que a cada cual le permite tener su propio Dios, una forma de relativismo ético dentro de la Iglesia católica que permite la convivencia con el delito, con la violencia, con la mafia.

En una escucha telefónica captamos la conversación de la mujer de un jefe de la mafia; otro mafioso le decía que un miembro de la Cosa Nostra había entrado en una profunda crisis y temían que empezase a colaborar. La mujer del mafioso comentó: tiene que arrepentirse ante Dios, no ante los hombres. Dicho de otro modo, tiene que ponerse en manos del mediador cultural, que evita asumir responsabilidades frente a los demás.Este es el quid de la cuestión.

Cuando veo que en Palermo viven y obran sacerdotes y frailes contaminados por la cultura paramafiosa, sacerdotes y frailes de la antimafia y los de la llamada palude (ciénaga), y los que están arriba no se pronuncian, me resulta muy chocante. Porque se trata de una opción política, la de perpetuar la Iglesia-poder, que para perpetuarse no se pronuncia y busca la aprobación de todos. Creo que no se puede esgrimir por un lado el ejemplo del Padre Puglisi como símbolo de toda la Iglesia, y por otro rehuir la cotidianidad de unos pronunciamientos que sitúen frente a sus contradicciones a los curas próximos a la cultura mafiosa.Esto reza también con todos los católicos creyentes, porque aquí nadie se ha sentido nunca culpable, nadie: ni la burguesía mafiosa ni los propios mafiosos. Si no existe sentido de culpa, porque nunca ha habido contradicción, es que en la Iglesia católica algo no ha funcionado y sigue sin funcionar.

(Siguen mas preguntas y respuestas, y concluye):

AD: Sin embargo surge una pregunta espontánea: hay personas que han hecho de estos nombres, que han hecho de la historia de Palermo su dolor pero también su esperanza en la convivencia humana. Hay personas, católicas y no católicas, que prescindiendo de las diferentes oligarquías y jerarquías, no sólo eclesiásticas, quieren mantener la memoria y continuar sembrando la democracia, la no mafiosa y consciente del soplo humano de justicia que la historia de la democracia tiene dentro de sí.

¿Qué les puede decir? ¿Vivimos en nuestro propio aislamiento o todavía podemos tener esperanza en los cientos y cientos de pasos de lucha que se han dado como aquella de Libera para que la ley de confiscación y uso social de los bienes mafiosos no sea desautorizada, o para que en Sicilia esté Rita Borsellino como presidenta de la Región?.

SC: Lo que puedo decir es que en estos años la escena pública ha estado ocupada por el conflicto entre el centro derecha y el centro izquierda. En realidad, a mi me parece que se ha desatado otra guerra, la guerra de toda la nomenclatura política de centro derecha y de centro izquierda contra el intento de la sociedad civil de recuperar la política desde abajo.

Este intento se ha frustrado de mil maneras: mediante la demonización de los llamados movimientos presentados como peligrosas formas de antipolítica y de orientación qualunquista, mediante el silencio en los medios de comunicación sobre las manifestaciones espontáneas y de base, mediante la marginación política de algunos lideres elegidos por la sociedad civil o su cooptación en la oligarquía de los partidos.

A la sociedad civil se la ha mortificado y se la ha invitado a quedarse en casa delegando la política a los "profesionales".El caso de la señora Borsellino en las primarias, en Sicilia, es muy interesante porque constituye el enésimo intento de la sociedad civil de recuperar la política desde abajo sin padecer pasivamente el dictado de los jefes de los partidos y de sus acuerdos secretos.

Creo que este es el único camino para intentar regenerar la política porque no me parece que haya soluciones por parte de las oligarquías de los partidos, portadoras de una visión economicista y auto referencial de la realidad tanto por parte de la derecha como de la izquierda.

Hay algunas tendencias muy interesantes que indican un posible camino colectivo para restituir el alma y el corazón a una política ahora reducida a pura técnica de gestión del poder.La experiencia de las primarias de la Unión, por ejemplo, puede ser indicativa: cuatro millones y medio de personas que van a votar indican esas ganas de participación y una dirección que se puede seguir.

Estos conciudadanos han dado a entender que la verdadera renovación tiene un corazón antiguo: el renovado interés en la participación como momento de construcción institucional, así como está previsto en los artículos 3 y 49 de la Constitución. Estos ciudadanos, como ya se ha observado, no querían ni quieren formar un nuevo partido. Quieren un modo nuevo para construir los partidos; han puesto en evidencia la vía para democratizar la democracia. Entonces se trata de potenciar institucionalmente un nuevo modo de ser de la ciudadanía activa mediante la valorización y la extensión de algunos instrumentos de democracia directa ya existentes y la creación de otros nuevos.

Algunos constitucionalistas ya se mueven en esta dirección. Me refiero por ejemplo, no solo a la institucionalización del método de las primarias sino a la apertura del parlamento a la sociedad civil también para aquellas leyes formalmente ordinarias pero densas de sustancia constitucional como, por ejemplo, las leyes electorales, la disciplina de las comunicaciones de masa, el ordenamiento de la magistratura y de las autoridades independientes, etc., mediante la extensión del referéndum confirmativo, hoy sólo previsto para las leyes de revisión constitucional.

También se podría proyectar que los institutos de la ley de iniciativa popular y de la petición popular fueran más sencillos y eficaces mediante la creación de un mediador parlamentario, como el modelo europeo, para canalizar las propuestas y las peticiones en el complejo procedimiento parlamentario.

Son sólo proyectos, ideas, pero es necesario hacer algo para restituir dignidad a la política.A propósito de esto, creo que no se debe olvidar la gran lección griega. Los griegos fueron los primeros en comprender que la infelicidad del individuo no nacía de los caprichos de los dioses o de los demonios sino que era hija de la infelicidad de la polis. Si no se cura la polis no se puede curar la infelicidad de las personas. Para los griegos ocuparse de la política era la actividad más elevada que podía existir. Sin embargo para nosotros - y no digamos en Sicilia - la política tiene fuertes connotaciones de negatividad, o una actividad árida delegada en algunos profesionales.

Tal vez ha llegado el momento de volver a los orígenes de la política y apropiarnos de ellos. Lo que significa salir del recinto del pequeño yo, de los propios egoísmos individuales y volver a enamorarse del destino de los otros sabiendo que no existen soluciones individuales. Es necesario invertir la ruta porque hoy parece que todo va en la dirección opuesta.

Pensemos en la nueva ley electoral proporcional que permite a las jerarquías de los partidos proponer a los candidatos y que priva a las representaciones electorales de tener una relación con la base. La democracia, así, se transforma en una competición entre elites, con la sociedad civil que se queda mirando a ver quien vence y quien pierde.

En realidad son los ciudadanos que no pertenecen a ningún grupo de presión ni a ninguna clientela los que pierden siempre porque quedan privados de un verdadero estatuto de ciudadanía. De este modo se corre el riesgo de que la historia se repita, como una eterna historia circular, por los abusos de las minorías organizadas a perjuicio de las mayorías desorganizadas.


Cualquier semejanza con la situación política actual de nuestro país, es pura y celestial disposición de la divina casta de truhanes que se han regodeado haciendo escarnio del pueblo mexicano.

Una razón más para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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