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viernes, mayo 12, 2006

CONTRA ESA DESMESURA SE ALZARON LOS HOMBRES DE LA REFORMA.

Juan Villoro escribe en el Reforma:


Juan Villoro.
Entronizar la privacía.
En días pasados el presidente Fox confirmó su extravagante relación con las discusiones nacionales: se negó a vetar la ley de medios repudiada por una legión de especialistas y los directores del IMER, Radio Educación, Radio UNAM y Canal 11; en cambio, sin que nadie se lo pidiera (al menos en México), vetó la ley que refuerza condenas por narcomenudeo y sienta bases decisivas para un trato social regulado con las drogas.

Aunque la iniciativa contaba con un raro consenso entre el PRI, el PAN y el PRD, el Presidente se opuso a ella y -según se documentó en Reforma el viernes pasado- cedió a las presiones de Estados Unidos.Más atento al parecer de los vecinos que al sentir de su casa, Fox concluye sus días en la Presidencia.

Fracasó en sus principales compromisos de campaña (crecer al 7 por ciento, solucionar el conflicto de Chiapas en 15 minutos, atrapar a las tepocatas responsables de la corrupción), erosionó las relaciones internacionales y se las arregló para ofender a negros, chinos y mujeres. Ni siquiera logró tener un candidato propio para la contienda electoral. Para colmo, su desaforada persecución de López Obrador fue estupenda publicidad para su adversario.

El vocero Rubén Aguilar, que ya merece el Premio al Control de Daños Lingüísticos, ha tenido que hacer malabarismos para sugerir que el Presidente no dijo lo que quería decir. Por desgracia, aún no domina el arte de la ventriloquia.

El carismático ranchero que encabezó la transición es hoy un político con ganas de regresar al campo donde las tepocatas se pueden aplastar a pisotones. Al cobijo de este ambiente crepuscular, el juez duodécimo del Distrito Federal dictó una cuestionable sentencia contra la revista Proceso. Es difícil separar el fallo de la identidad de la demandante, Marta Sahagún de Fox, quien sintió vulnerada su privacía.

Aunque el juez castiga la gramática con brumas jurídicas, tristemente se entiende lo que dice. Entre otras cosas, considera "una maquinación" que se publicara la solicitud de anulación de matrimonio presentada por Marta Sahagún al tribunal eclesiástico.

Con tal criterio la reproducción de todo documento sería ilegal. Por otra parte, la indemnización a la primera dama de 1 millón 958 mil pesos se basa en cálculos persecutorios. El juez asume que Proceso publicó la nota por afán de lucro y estima las ganancias obtenidas a partir del tiraje. El procedimiento supone que una revista con tres décadas de existencia vende gracias a una noticia.

Cuando Gabriel García Márquez creó el premio que la Fundación de Nuevo Periodismo otorga en compañía de Cemex, el jurado no tuvo el menor problema en elegir a Julio Scherer García. Reportero desde 1947, director de Excélsior de 1968 a 1976, de donde fue expulsado por designio del presidente Echeverría, Scherer acaba de cumplir 80 años como baluarte de la libertad de expresión.

De él se puede decir lo que Carlos Monsiváis escribió en Las herencias ocultas del periodista, juez y político liberal guanajuatense Juan Bautista Morales, "El Gallo Pitagórico": "Es, como Lizardi, un despiadado con fines altruistas y un adepto de las bondades regenerativas de la crítica".

En su prolífica trayectoria, Scherer ha tocado los intereses de los poderosos. "No pago para que me peguen", le dijo famosamente José López Portillo, y retiró los anuncios a Proceso. Algo similar ha sucedido en el sexenio de Fox. En 2004 la revista recibió 11 millones 97 mil pesos en publicidad del gobierno federal. A partir de la demanda de Marta Sahagún, la cantidad se redujo a 3 millones, 807 mil pesos.

Etcétera consignó este descenso y comentó que Proceso había tenido un trato preferencial. Lo decisivo, en todo caso, es que el Ejecutivo sanciona a quien lo critica, como en los tiempos de López Portillo.El golpe a Excélsior produjo una obra maestra de la crónica: Los periodistas, de Vicente Leñero. En un pasaje revelador, Scherer recibe una llamada de Pedro Ramírez Vázquez. El arquitecto habla a título personal para sugerirle una salida al director.

El gobierno puede deponer su acoso si Scherer deja de "escribir su segundo nombre". Con estas enigmáticas palabras se despide. El director reflexiona en voz alta: "Claro. Mi segundo apellido, García. Quieren que García Cantú deje de escribir en Excélsior... Pero qué manera de decir las cosas, carajo". Le preguntan si piensa deshacerse del colaborador. La respuesta cifra un destino: "Ni muerto".

Algo parecido contestó Morales ante Santa Anna, que lo hizo padecer cárcel: "Tenga usted presente que cuando comencé esta tarea, me convencí de que en lo más que puedo parar, es en cuatro velas y un petate". Morales se opuso al pensamiento autoritario y defendió la separación de la Iglesia y el Estado. Zarco dijo de él: "Un momento de debilidad hubiera bastado para empañar su memoria".

Como todas las publicaciones, Proceso está abierta a la discusión, pero no se le puede regatear congruencia. Ahora, la demanda de la primera dama (que no sus gustos literarios) obliga a recordar que la revista comparte título con Kafka.

Cuando el jefe de la policía le preguntó a Charles de Gaulle qué debía hacer con Sartre, que había salido a las calles a vender un periódico izquierdista recién prohibido, el general mostró el talante democrático que puede tener un conservador: "En Francia no se lleva a la cárcel a Voltaire".

Lejos de la ilustración que preconizó Juan Bautista Morales, Fox se hace el desentendido ante la justicia que favorece a sus allegados, desoye los reclamos ante la ley de medios y cede a las presiones del exterior en contra del Congreso.

Sabemos que los lapsus revelan intenciones ocultas. En su demanda, Marta Sahagún dice que Proceso "se entroniza" en su vida privada. No es necesario escuchar a Rubén Aguilar para saber lo que quiso decir. Sin embargo, el desliz vincula su vida con un trono. Contra esa desmesura se alzaron los hombres de la Reforma.


Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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