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lunes, abril 03, 2006

LAS CHACHALACAS.

Ricardo Rocha en el Universal:

Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
03 de abril de 2006


El efecto chachalaca.

Ahora resulta que es un ave bastante simpática además de vocinglera, claro. Una gallinácea cuya apariencia no debiera molestar en lo más mínimo a sus tocayos destinatarios del mote más ilustre de los últimos tiempos. Nada que ver con la zoología de las horrendas víboras prietas o las tepocatas, animales que nunca vimos pero que imaginábamos como auténticos engendros del demonio. Tampoco representan un insulto ni remotamente tan ofensivo como los peyorativos de mariquita o "lavestida" que fueron antecedentes semánticos de las "lavadoras de dos patas".

Sin embargo y por alguna razón el calificativo de "chachalacas" ha generado profundos ayes de dolor, desgarramientos de vestiduras y pujidos de indignación entre los oficiantes del estado de derecho y los prístinos del tránsito democrático que, como aves que cruzan el pantano, jamás hubieran manchado sus alas en los lodos y miasmas de las trácalas electorales. Les llegó, pues. Les dolió también. Estoy seguro que la inmensa mayoría jamás había visto al plumífero, pero se apresuraron al darle proporciones de insulto gigantesco. Aunque ya vista la gracia natural de la especie, la reacción parece desproporcionada. Sobre todo porque la comparación se queda únicamente en el carácter alharaquiento que más que ofensivo es simplemente descriptivo. Desde luego que, de cualquier manera, es una falta de respeto estarse refiriendo a Vicente Fox como "la chachalaca mayor". Pero también es una falta de respeto del señor Presidente estarse burlando de todos nosotros. Cosa que ha hecho mañana tarde y noche con su intromisión en el proceso electoral -apoyando a Felipe y denostando a Andrés Manuel- hasta la escatología del vómito, que él mismo empleó para referirse al populismo.

Lo malo es que el Presidente & Co. siguen pensando que en este país todos somos idiotas y ahora se empeñan en una campaña para hacernos creer que el chachalacas affaire no sólo es una afrenta a la institución presidencial y un grave error político de López Obrador, sino que puede significar su retroceso en la contienda: A. Ch. y D. Ch., antes y después de las chachalacas. Es decir, que los habitantes de este país maravilloso están tan indignados por el insulto a su prodigioso Presidente que están dispuestos a quemar en leña verde a quien profirió tamañas afrentas. Francamente ridículos.

Y además, tan obvios, que ya salieron por ahí algunas encuestas a modo que acercan, empatan y hasta rebasan por algunos puntos a López Obrador en la competencia con Calderón. Así que, como por arte de magia los sondeos que hace apenas 15 días daban 10 puntos de ventaja en promedio para el candidato de la coalición Por el Bien de Todos quedaron rebasados. Algo inédito en la historia mundial de la democracia. También insólito porque no hay explicación alguna que pueda describir el inaudito y asombroso fenómeno de opinión pública: ayer estaban aquí, ahora están acá. Así nada más porque sí.

A menos que apelen a la argumentación metafísica del efecto chachalaca. Que también sería motivo de estupefacción: porque no es insulto sino dato duro; porque el Presidente trae una aprobación apenas de panzazo; porque el terminajo se adentró ya en el habla popular; porque se ha convertido en una pequeña venganza contra los abusivos, corruptos y además parlanchines, y porque no hay indicios que avalen un cambio notable en las preferencias electorales. Compárense: discursos; frases recordables; concentraciones populares; propuestas; agendas temáticas; análisis especializados; declaraciones oficiales del Presidente pa´bajo y hasta editoriales de amlofóbicos irredentos que ya se han resignado a la inevitabilidad de la victoria electoral de su odiado enemigo. Nada indica dentro del más elemental raciocinio ningún vuelco notable en la voluntad ciudadana. Se trata, en todo caso, de un nuevo truco para disfrazar la maniobra que viene. Ahora bien, qué tal si el efecto chachalaca sigue acrecentándose en el sentido que lleva. Y resulta que se consolida como un símbolo de todo aquello que conforma el gran hartazgo de los mexicanos: la corrupción; la injusticia; los latrocinios; las componendas; los acuerdos en lo oscurito; los grandes fraudes a la nación; las afrentas al sentido común y la rabia contenida por tanto tiempo.

Por eso se les atora a todos quienes tienen miedos crecientes y cada vez más fundados: a las cuentas claras; a que salgan a la luz los tejes y manejes de ahora y de antes; a que aflore la porquería del Fobaproa; a que se cancelen los grandes negocios del poder económico con el poder político; a transar hasta con lo que no es de ellos; a seguir exprimiendo a los que menos tienen.

Por eso andan apurados y muy diligentes ahora que sienten que se les acaba el veinte: poniendo candados en cuanta institución se pueda, sobre todo en aquellas donde es público y notorio que ha habido irregularidades constitutivas de delito como el Infonavit, por ejemplo; blindando mecanismos como el SAT o la Bolsa de Valores para encubrir operaciones gigantescas de evasión de impuestos y/o grandes movimientos bursátiles bajo sospecha; inventando acuerdos y firmas para ponerle una camisa de fuerza, acotar y si se puede maniatar al próximo presidente, porque dan por hecho que se tratará de él, precisamente de él; ahora hasta han perdido el pudor para acercarse y ofrecerle el incienso y el oro de un apoyo tardío innecesario y ficticio. Hace unos días estuve en la esperada conferencia semestral de un brillante amigo mío. Con muchos de los más picudos empresarios de este país y algunos altísimos funcionarios del área económica. Por supuesto que llegó el momento del tema electoral. Y no podían faltar las preguntas y expresiones de pánico porque "todo indica que ese señor va a ser presidente".

Sin embargo nadie preguntó nada sobre Felipe Calderón o Roberto Madrazo. Hubo también opiniones inteligentes y ponderadas. Pero el mejor momento fue cuando se pronunció la palabra mágica: chachalaca. Todos se rieron y relajaron en una extraña mezcla de indignación y regocijo. Ahora ya no me cabe la menor duda.

El efecto chachalaca llegó para quedarse.


UNA RAZÓN MAS PARA VOTAR POR AMLO Y LA MAYORÍA PERREDISTA AL CONGRESO.

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