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lunes, abril 03, 2006

CONSTRUIR UNA SOCIEDAD EN QUE QUEPAMOS TODOS.

José Fernandez Santillán, nos ilustra en el Universal:


José Fernández Santillán
03 de abril de 2006

Elecciones y reformas estructurales

SE ha vuelto de uso común el término "reformas estructurales" para señalar las grandes modificaciones que, en materia de política económica, se han hecho en nuestro país así como para destacar las transformaciones que todavía quedan por realizar. Bajo este cometido se inició, desde principios de los años 80, un largo proceso que aún no termina, consistente en desmantelar el Estado benefactor. Había que reducir el tamaño de éste por medio de despidos masivos del personal, el cierre de secretarías y subsecretarías de Estado junto con la privatización de áreas como la industria azucarera, los aeropuertos, las carreteras, las telecomunicaciones, la siderurgia y así por el estilo.

En el programa planteado por estas reformas estructurales quedan por realizarse ajustes al sector energético (Pemex y CFE) y al sector laboral con la famosa flexibilización del trabajo al estilo de la que se está llevando a cabo en Francia y que ha dado pie a manifestaciones masivas encabezadas por organizaciones estudiantiles y sindicales. En esta lógica se dice que el adelgazamiento del Estado es la única manera de "modernizar" al país. En el mismo tenor, se le echa la culpa de que las privatizaciones no se hayan podido completar al día de hoy a quienes no entienden que el Estado no debe intervenir en materia económica. A esos insensatos se les califica como nostálgicos del pasado populista, como enemigos del desarrollo nacional y adversarios inconsecuentes de la doctrina económica más avanzada conocida hasta ahora.

La ecuación es simple: el Estado contra el mercado; el pasado contra el futuro; la restauración del paternalismo o la innovación sustentada en el "dejar hacer, dejar pasar"; el regreso a la época cardenista o la continuidad y, si se puede, profundización del referido desmantelamiento del Estado benefactor.

La promoción electoral salida de la residencia oficial de Los Pinos no deja lugar a dudas: "Si seguimos por este camino el futuro será mejor". A esa estrategia de continuidad se ha añadido una campaña propagandística sustentada en el miedo: "López Obrador es un peligro para el país"; "Es igualito que Hugo Chávez". No es nuevo que la derecha recurra a la exaltación del temor como arma para golpear al oponente y amedrentar a los ciudadanos; lo que sorprende es la absoluta carencia de ideas para seguir fundamentando un modelo de desarrollo que ha sido abandonado en muchos países del orbe porque, precisamente, no representó un paso adelante, sino el retroceso al espíritu decimonónico que se jactaba de no tomar en cuenta la situación de millones y millones de seres humanos caídos en la miseria debido a la aplicación a ultranza del capitalismo salvaje.

Contra la campaña del miedo y el abanderamiento electoral de las reformas estructurales habría que superar el falso dilema entre el Estado y el mercado al indicar que hay una "tercera vía" ya en acto en otras latitudes que combina exitosamente la eficiencia económica y la justicia social; la reconformación de un Estado no burocratizado para reactivar la economía y, al mismo tiempo, atender las necesidades populares. Esa tercera vía promueve la alianza entre la sociedad civil y el Estado para emprender acciones comunes que, de otra manera, ninguno de los dos entes por separado podrían efectuar. Es la creación de "valor público" para decirlo con Mark Moore, profesor de la Universidad de Harvard.

A contracorriente de las reformas estructurales de cuño neoliberal (en realidad paleoliberal), las primeras modificaciones de gran calado que deberíamos realizar serían, por un lado, la tan pospuesta reforma del Estado y, por otro, una profunda reforma social. La reforma del Estado es impostergable en virtud de que el afán por bajar de peso a los órganos públicos terminó por debilitar al Estado en su conjunto. Hoy ese Estado no logra cumplir la más elemental de sus responsabilidades, que es la de garantizar la integridad física de los ciudadanos. Reconstituir el cuerpo político de la nación y el decoro de las instituciones que lo componen. Por desgracia estamos asistiendo a un deterioro tanto del Ejecutivo como del Legislativo. No ayuda a poner en pie a la Presidencia de la República el que su titular abandone el papel de jefe de Estado para convertirse en promotor electoral de su partido y su candidato. Tampoco ayuda el que la Presidencia sea objeto de ataque de quienes el día de mañana pueden ocupar ese cargo. Desde esa posición eminente se tendrá que llevar a cabo la reconciliación nacional. Qué decir del Poder Legislativo después del papel bochornoso que jugaron las dos cámaras en la aprobación de la Ley Federal de Radio y Televisión. Esas tribunas han sido colonizadas por la lógica del mercado que le pone precio a todo, hasta a la dignidad humana. Se han vuelto sedes de una especie de mercado político en el que lo que cuenta es la promoción de la propia imagen a costa de dejar en el camino la propia honra. Las instituciones de la República no merecen rebajarse a niveles tan bochornosos.

La reforma social se antoja indispensable para corregir la creciente polarización económica en la que cada vez hay más personas del lado de los perdedores, en tanto que los privilegios acumulados por los poderosos cada día son más insultantes. Como decía Jean Jacques Rousseau: "Los ricos dejarían de ser dichosos si los pobres dejaran de ser miserables". Y no se trata de exacerbar el conflicto de clases. El cometido es exactamente lo opuesto: crear las condiciones para establecer una sociedad en la que quepamos todos. Que cada cual pueda realizar su proyecto de vida sin obstáculos debidos al boleto que se sacó en la lotería de la vida.

josferna@itesm.mx

Director del Centro de Investigaciones en Humanidades del ITESM-CCM


UNA PODEROSA RAZÓN PARA VOTAR POR AMLO Y LA MAYORIA PERREDISTA AL CONGRESO.

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