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jueves, abril 20, 2006

EL GRAN PORFIRIO Y SU LUCIDEZ.

Porfirio Muñoz Ledo, escribe hoy en el Universal:



PORFIRIO MUÑoZ LEDO
20 de abril de 2006.

Las razones del miedo.

Ayer tuvo lugar el quinto foro organizado por el Consejo Consultivo para un Proyecto Alternativo de Nación.
El tema fue la Igualdad y Bienestar. Sin duda los problemas centrales de la sociedad y de la economía mexicanas en los que se concentran las responsabilidades fundamentales que el Estado ha abandonado.


Partimos de una hipótesis generalmente aceptada en el sentido de que la desigualdad social es la herencia más dolorosa que nos ha dejado un pasado de explotación y marginalidad. Convenimos en que durante los últimos 20 años los abismos que separan la riqueza de la miseria se han ensanchado de modo afrentoso en razón de políticas económicas deliberadamente concentradoras del ingreso.


Recordamos que todos los organismos financieros internacionales, a partir del Banco Mundial, reconocen hoy que México es uno de los países más desiguales del planeta.


Que no podemos crecer a causa de esa enorme disparidad de ingresos y niveles de vida y que lo poco que crecemos se concentra en unas cuantas manos.

Quedó claro que no basta con reducir la pobreza, ni siquiera con eliminar la pobreza extrema, sino que es necesario acortar las distancias sociales y combatir a fondo las causas concatenadas de la desigualad, cuyo origen es colonial.

Ésta se presenta como la antítesis del desarrollo, por lo que su disminución no sólo es cuestión ideológica o moral, es una técnica del crecimiento económico y la condición para generalizar el empleo digno.

La causa última de nuestro estancamiento es el debilitamiento del mercado interno y la pérdida de competitividad real en razón de las enormes disparidades en el acceso al conocimiento.


La distribución del ingreso ha empeorado dramáticamente, habida cuenta de que los trabajadores, que constituían la inmensa mayoría de las clases medias, han visto disminuido sus salarios hasta en 70%, con lo que se ha reducido drásticamente la demanda y proliferado la economía informal.

Un país en el que 10% de la población percibe más de 40% del ingreso total de la economía, mientras el 10% menos afortunado sólo recibe 1.3%, ha roto por entero su cohesión social y está muy cercano a la ingobernabilidad. La violencia difusa que padecemos es en gran medida resultante de la ampliación de circuitos de ilegalidad que a su vez se alimentan de la exclusión y el oprobio.

Es indiscutible la necesidad de reformar las instituciones del Estado y modificar el rumbo de la economía. El dilema de América Latina es hacerlo de tal manera que no se altere la estabilidad alcanzada. Ello exige una activa solidaridad entre nuestros países y una decidida comprensión y cooperación internacionales. Es menester encontrar entre todos fórmulas efectivas que dejen atrás la política neoliberal.

Ello exige una alta dosis de voluntad para el cambio y de rectitud en la clase gobernante. Requiere la creación de una mayoría política consistente, el establecimiento de un nuevo pacto social y la construcción de acuerdos nacionales. Las acciones por venir demandan una conciencia compartida entre todos los actores sobre los problemas reales del país y sus verdaderas soluciones. En esa virtud la polarización política artificial y las campañas del odio son faltas de lesa patria.


La opción no es entre democracia liberal y populismo derrochador. Está probado que los regímenes conservadores de las dos últimas décadas incurrieron en los peores dispendios y corruptelas; que malbarataron el patrimonio público y propiciaron el enriquecimiento ilícito de una clase privilegiada.

En adelante el único camino viable es reducir la brecha entre los que todo lo tienen, menos la seguridad, y los que nada tienen, salvo su esperanza.

Resulta lamentable la testarudez de Vicente Fox que cada vez con mayor compulsión pregona la conveniencia de mantener la trayectoria de su gobierno. El héroe de la alternancia convertido en el heraldo del continuismo, no sólo de su administración, sino de las dos que lo precedieron y a las que denostó acremente durante toda su carrera en la oposición.

Al pedirnos que cambiemos de jinete sin cambiar de caballo está señalando la ruta del precipicio a la que nos conduciría un personaje todavía menor.

Está violentando también los más preciados compromisos éticos y legales que le arrancamos en una dura lucha cívica al régimen anterior: garantizar la libertad del sufragio y abstenerse de intervenir en las elecciones. Lo que ha generado la respuesta popular que lo señala como traidor a la democracia.


La propaganda de corte fascista inducida desde el gobierno y fundada en la estrategia del miedo recuerda la prédica franquista en contra de la República española y la política del cacerolismo previa al golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile. Tiene igualmente el añejo sabor de las cruzadas macartistas.

Sólo que en este caso las razones que inducen al miedo de unos pocos son el uso desviado de los recursos públicos y los privilegios indebidamente acumulados.

Sirve también para desmentir a quienes juzgan desmesurada la posición de los que sostenemos que más allá de una contienda electoral lo que se está jugando es un genuino cambio de régimen. Ese es el "peligro para México" que invocan. La agresividad de la descalificación no se endereza en rigor contra una persona o un movimiento, sino contra un proyecto distinto de nación.


Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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