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miércoles, julio 26, 2006

LA DEFENSA QUE HACE EL IFE ES LA MISMA QUE HACE EL PAN.

El Universal.
Encrucijada.

Eugenio Anguiano.

26 de julio de 2006.
Independientemente del fallo final que dicte el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sobre la elección para presidente de la República, es claro que el Instituto Federal Electoral (IFE) y su Consejo Ejecutivo incurrieron en tantas fallas durante su trabajo de informar sobre los resultados del conteo preliminar y luego de la única contabilidad válida -la realizada en los 300 distritos electorales-, que quedó sembrada la duda sobre la limpieza del proceso electoral..

A mayor complicación, una votación en la que Felipe Calderón Hinojosa aventajó por medio punto porcentual a Andrés Manuel López Obrador, de un universo de poco más de 42 millones de votantes y con más de 2.5 millones de sufragios anulados, se presta fácilmente a la hipótesis del fraude, que ha alcanzado visos de realidad para una parte importante de la sociedad.

La publicidad pagada por el propio IFE de que, con la participación de casi un millón de ciudadanos, seleccionados mediante un procedimiento muy claro de insaculación, es imposible el fraude, no ayuda a aclarar el panorama y, en cambio, hace más sospechoso al IFE de sesgo partidista, dado que argumenta prácticamente lo mismo que el Partido Acción Nacional. En una diferencia de más de 200 mil votos no haría falta una conspiración masiva para que se fraguara una trampa, sino simplemente la de una fracción de las más de 130 mil casillas establecidas en el país.

En lo personal me cuesta trabajo creer en alguno de los muchos cálculos que se han hecho y circulan por internet y otros medios para "demostrar" la aritmética del fraude, pero no me queda duda alguna de que el IFE sufrió un retroceso en relación con el año 2000, en cuanto a su capacidad de procesamiento confiable de los resultados electorales. Pero entonces la contienda por la Presidencia no fue tan reñida como ahora, lo cual facilitó la labor de un IFE que informó sin errores, titubeos o las francas mentiras de esta vez, como la del porcentaje de actas revisadas por el PREP que apareció en las pantallas del IFE hasta bien entrada la noche del lunes 3 de julio.

No es culpa de los ciudadanos o de los partidos políticos inconformados, el que incurra en fallas una de las dos instituciones fundamentales del sistema electoral establecido hace apenas una década, para hacer transparente y confiable el proceso; denunciar esas fallas no es atentar contra las nuevas instituciones ni contra la joven democracia nacional que está construyéndose con tanto esfuerzo de la sociedad.

Si el PRD y sus aliados, o el mismo López Obrador, aprovechan las inconsistencias del IFE para tratar de revertir un resultado, no hay que verlo como un ataque a la democracia o un mero capricho; se trata de una conducta política lógica ante el cúmulo de equivocaciones y mensajes sesgados del órgano responsable de la contabilidad de los sufragios, y ante la clara actitud de injerencia del gobierno actual en las semanas previas a las elecciones del 2 de julio, a fin de favorecer al PAN.

Por eso, las demandas que interpuso la coalición Por el Bien de Todos se centran en dos aspectos básicos que algunos opositores manejan como contradictorias: la falta de equidad durante el proceso electoral y la existencia de fraude en el conteo de los votos. Se alega que si hubiera habido inequidad eso implicaría un triunfo de Calderón en los comicios, y por lo tanto no habría fraude; o sea, que no puede haber reclamos por las dos cosas: inequidad y fraude. Me parece que estas dos demandas no son excluyentes, sobre todo ante lo estrecho de la diferencia entre los aparentes ganador y perdedor.

El volver a contar voto por voto, como lo demandan el PRD y sus aliados, es algo que sólo podrá decidir el Tribunal Electoral, y aunque eso es poco práctico, no es necesariamente improcedente. Esta instancia judicial ya ha ordenado la concentración de un número significativo de urnas y actas a fin de revisar las impugnaciones y normar un criterio sólido al respecto, sin necesidad de ir al recuento total, mismo que implicaría el esfuerzo de escoger por sorteo a nuevos ciudadanos y nuevos consejos distritales que se responsabilizarían de hacer tal recuento. De reabrirse esta contabilidad, es probable que el tribunal la extienda a todos los niveles.

Un escenario alternativo al de contar voto por voto, ello en el supuesto de que al revisar el Tribunal Electoral las casillas objeto de impugnación, encontrara que las diferencias de votos se acortaran tanto que fuera imposible declarar con plena convicción jurídica y política a un triunfador, es el de la nulidad de únicamente la elección presidencial, lo cual no necesariamente sería un descalabro del sistema electoral ni una amenaza para la estabilidad y el avance del país. Queda también la posibilidad de que el tribunal confirme la victoria de Calderón, lo cual provocaría turbulencia política, pero quizá de corta duración.

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