<--- Ejem... Ja ja ja ja ja...!!! Juan Caído... Ja ja ja ja ja!!!
jenaro villamil México, D.F., 11 de marzo (apro).- El implacable humor en los círculos políticos mexicanos ya le encontró un nuevo sobrenombre al titular de Gobernación: Juan Caído Mouriño. Su caída resulta espectacular y cada vez es menos metafórica. Mientras más se defiende al frente de la dependencia clave en la política interna, Juan Camilo Mouriño se hunde más en una espiral que alcanza ya a su propio jefe, el presidente Felipe Calderón.
Para otros observadores, Iván el Terrible, como gusta Mouriño que le llamen sus amigos, se ha convertido a ojos de la picaresca mexicana en Iván el Risible. Sus desafortunadas participaciones en medios de comunicación para “aclarar” las acusaciones que en su contra ha ido dosificando hábilmente Andrés Manuel López Obrador y los coordinadores legislativos del Frenta Amplio Progresista (FAP), sólo han resultado tranquilizadoras para sus oponentes.
Este martes, Mouriño abrió un nuevo frente al entregarle a la PGR y a la Secretaría de la Función Pública un legajo de documentos sobre siete contratos que él firmó entre sus empresas y Petróleos Mexicanos. Tuvo el buen tino de aclarar que “no hay más” contratos que él haya firmado para favorecer a sus compañías, cuando es obvio que con un solo contrato se puede acreditar el tráfico de influencias y el abierto conflicto de interés que tiene el joven nacido en España.
Con un candor que vuelve a rayar en el cinismo, Mouriño, responsable de velar por la legalidad y el estado de derecho en el país, afirmó que nunca ha utilizado los cargos públicos para beneficiarse. Quizá se le ocurra declarar después que en retribución a los “sacrificios” que implicó dejar los baluartes campechanos y la brisa de Ciudad del Carmen para dedicarse al servicio público, se dedicó a asegurar el futuro patrimonio familiar con sendos contratos que rebasan los 39 millones de pesos.
El problema fundamental para Mouriño consiste en que mientras más insista en quedarse al frente de la Secretaría de Gobernación, sus errores, mentiras y enredos se harán más visibles y su efecto negativo escalará hasta la propia oficina presidencial.
Desde que Mouriño abandonó el papel de enigmático y hasta mítico “súper asesor” presidencial perdió el aura de misterio para adquirir un aire de jactancia derrotada ante los hechos y los documentos donde estampó su firma. Por muchas entrevistas amables que se le hagan en Televisa, en horarios estelares, su credibilidad ha sido dañada de manera irreparable.
Los mercadólogos políticos del calderonismo quisieron vender la figura de Mouriño como la de un delfín político, un precandidato presidencial aventajado, pero en menos de un mes pasó a ser algo más similar a un coyote de altos vuelos. Pretendió operar como el José Córdoba Montoya, el famoso “vicepresidente de facto” en el sexenio de Carlos Salinas, para transformarse en una mala réplica de Esteban Moctezuma, el efímero delfín de Ernesto Zedillo.
Sus seguidores advirtieron que “ahora sí”, existiría al frente de la Secretaría de Gobernación un auténtico “operador político”, con vínculo directo con el presidente de la República para sacar adelante las reformas más complicadas del sexenio, en especial, la energética.
Sin embargo, Mouriño se hundió más temprano que tarde en las aguas profundas del tráfico de influencias y de una corrupción confesa y documentada. De operador estrella se ha convertido en pasivo político para el gobierno panista.
¿Cómo podrá operar desde la Secretaría de Gobernación alguien que representa ya para la opinión pública todo lo contrario al eslogan de “las manos limpias”?
Queda claro que el honorable señor presidente legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, los trae a metate corto, está poniendo orden en la política nacional y dando muestras de ser un estadista en toda la extensión de la palabra... y les confieso algo... el ciudadano presidente tiene muchos pero muchos ases en la manga más para usar... el espuriato va en picada, queda claro que el fraude electoral (tan caro que les salió) no les va servir para nada...
jenaro villamil México, D.F., 11 de marzo (apro).- El implacable humor en los círculos políticos mexicanos ya le encontró un nuevo sobrenombre al titular de Gobernación: Juan Caído Mouriño. Su caída resulta espectacular y cada vez es menos metafórica. Mientras más se defiende al frente de la dependencia clave en la política interna, Juan Camilo Mouriño se hunde más en una espiral que alcanza ya a su propio jefe, el presidente Felipe Calderón.
Para otros observadores, Iván el Terrible, como gusta Mouriño que le llamen sus amigos, se ha convertido a ojos de la picaresca mexicana en Iván el Risible. Sus desafortunadas participaciones en medios de comunicación para “aclarar” las acusaciones que en su contra ha ido dosificando hábilmente Andrés Manuel López Obrador y los coordinadores legislativos del Frenta Amplio Progresista (FAP), sólo han resultado tranquilizadoras para sus oponentes.
Este martes, Mouriño abrió un nuevo frente al entregarle a la PGR y a la Secretaría de la Función Pública un legajo de documentos sobre siete contratos que él firmó entre sus empresas y Petróleos Mexicanos. Tuvo el buen tino de aclarar que “no hay más” contratos que él haya firmado para favorecer a sus compañías, cuando es obvio que con un solo contrato se puede acreditar el tráfico de influencias y el abierto conflicto de interés que tiene el joven nacido en España.
Con un candor que vuelve a rayar en el cinismo, Mouriño, responsable de velar por la legalidad y el estado de derecho en el país, afirmó que nunca ha utilizado los cargos públicos para beneficiarse. Quizá se le ocurra declarar después que en retribución a los “sacrificios” que implicó dejar los baluartes campechanos y la brisa de Ciudad del Carmen para dedicarse al servicio público, se dedicó a asegurar el futuro patrimonio familiar con sendos contratos que rebasan los 39 millones de pesos.
El problema fundamental para Mouriño consiste en que mientras más insista en quedarse al frente de la Secretaría de Gobernación, sus errores, mentiras y enredos se harán más visibles y su efecto negativo escalará hasta la propia oficina presidencial.
Desde que Mouriño abandonó el papel de enigmático y hasta mítico “súper asesor” presidencial perdió el aura de misterio para adquirir un aire de jactancia derrotada ante los hechos y los documentos donde estampó su firma. Por muchas entrevistas amables que se le hagan en Televisa, en horarios estelares, su credibilidad ha sido dañada de manera irreparable.
Los mercadólogos políticos del calderonismo quisieron vender la figura de Mouriño como la de un delfín político, un precandidato presidencial aventajado, pero en menos de un mes pasó a ser algo más similar a un coyote de altos vuelos. Pretendió operar como el José Córdoba Montoya, el famoso “vicepresidente de facto” en el sexenio de Carlos Salinas, para transformarse en una mala réplica de Esteban Moctezuma, el efímero delfín de Ernesto Zedillo.
Sus seguidores advirtieron que “ahora sí”, existiría al frente de la Secretaría de Gobernación un auténtico “operador político”, con vínculo directo con el presidente de la República para sacar adelante las reformas más complicadas del sexenio, en especial, la energética.
Sin embargo, Mouriño se hundió más temprano que tarde en las aguas profundas del tráfico de influencias y de una corrupción confesa y documentada. De operador estrella se ha convertido en pasivo político para el gobierno panista.
¿Cómo podrá operar desde la Secretaría de Gobernación alguien que representa ya para la opinión pública todo lo contrario al eslogan de “las manos limpias”?
Queda claro que el honorable señor presidente legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, los trae a metate corto, está poniendo orden en la política nacional y dando muestras de ser un estadista en toda la extensión de la palabra... y les confieso algo... el ciudadano presidente tiene muchos pero muchos ases en la manga más para usar... el espuriato va en picada, queda claro que el fraude electoral (tan caro que les salió) no les va servir para nada...
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