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lunes, febrero 12, 2007

LA PARÁLISIS ES POR LA MISMA SUBORDINACIÓN.

Estado paralizado.

Manuel Camacho.
12 de febrero de 2007.

A la memoria de Antonio Enríquez Savignac.

En ocasión de la muerte de Antonio Enríquez Savignac -el hombre a quien el país le debe sus grandes proyectos turísticos y a quien el gobierno y los empresarios deberían hacerle el debido reconocimiento- me hice la siguiente pregunta: ¿por qué el gobierno tenía capacidad para llevar a cabo grandes proyectos de desarrollo (como Cancún), y ahora ha perdido iniciativa para su realización?

Es sorprendente que nuestro país tuviera enormes capacidades para realizar proyectos de desarrollo, cuando no tenía ahorro, ni instituciones consolidadas, ni tantos profesionistas calificados; mientras que ahora no es capaz de hacerlo. ¿Por qué se pudo hacer la extraordinaria obra de infraestructura que permitió irrigar los desiertos, comunicar al país, expandir aceleradamente las grandes ciudades, desarrollar regiones enteras, aprovechar el agua, mientras que ahora se hacen obras pequeñas, muchas veces de relumbrón? ¿Por qué tenía el gobierno a los mejores cuadros profesionales, había un reconocimiento al mérito y una lealtad a las instituciones que se han perdido? ¿Por qué se podía concebir programas que daban resultados, algunos de los cuales fueron estudiados y aprovechados por las economías de Asia, mientras que aquí fueron abandonados?
La explicación simple es que ahora no hay dinero. Esa no es la respuesta. Ahora hay más dinero que antes. Cuando en un año, Pemex le generó ingresos al fisco por 80 mil millones de dólares, esa no puede ser la respuesta. En todo caso, el problema del dinero tiene que ver más con la falta de prioridades y con el crecimiento exponencial del gasto corriente que con su carencia absoluta.

La otra explicación simple es que, en la globalización, ya no debe ser el gobierno quien haga obras y realice proyectos. Tampoco es así. Para que ocurra el desarrollo, en la globalización, se necesita que mejoren infraestructura, ahorro, educación, justicia y en general la confiabilidad y efectividad de las instituciones. Si el gobierno no lo hace directamente o lo facilita, simplemente ello no ocurre y no hay desarrollo.

La parálisis del Estado se debe a otras causas. Los funcionarios no creen en el Estado. Los incentivos están mal alineados: más se asciende por la cortesanía, los negocios y las complicidades que por la honestidad y la capacidad de realización. No se premia a los promotores, a los realizadores. Los grupos organizados de dentro y fuera del Estado han adquirido un poder tal que ellos son quienes determinan el rumbo y el contenido de las políticas. El mismo avance en la democracia premia la mercadotecnia y la publicidad; retribuye a los donadores de las campañas. La conducción del gobierno se hace de manera pusilánime, por el peso de la ideología conservadora y de los intereses que se benefician de ella. Al final el resultado es desastroso, pues fuera de los intereses oligárquicos y clientelares, la sociedad y hasta la economía de mercado salen perdiendo.

La parálisis del Estado no debiera continuar indefinidamente. Como se aprecia de manera evidente en el campo del combate a la delincuencia, la situación está en su límite. También lo está en otros campos, aunque sus manifestaciones no sean tan escabrosas. La crisis de la tortilla puso en evidencia la parálisis, pero no ha sido capaz de modificar los criterios gubernamentales para decidirse a intervenir en el mercado de manera eficaz y contundente. En meses se verán obligados a hacerlo.

En el sector energético la acumulación de problemas no permite continuar con las posposiciones y las apuestas privatizadoras. En el agua se verá cada vez más la situación de abandono. Igual en el transporte público. En la baja calidad de la educación.

El problema va más allá de la derecha o la izquierda. Aunque la derecha es en gran medida responsable de la parálisis del Estado y su ideología sigue contribuyendo a ella, la izquierda tampoco ha logrado marcar una diferencia contundente, aunque por lo menos tiene la justificación de no ser gobierno nacional. A unos y a otros -al país en su conjunto- les es letal continuar con la parálisis del Estado.

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