Diario de Guerra
Mirando por el retrovisor: 1988
Para poder obtener las lecciones que nos deja la experiencia política de 2006, ¿por qué no mirar un poco hacia atrás? Fijémonos en 1988, hace 18 años. Fue el año en que nuestra sociedad se convulsionó por otra elección presidencial. Carlos Salinas, del PRI, se impuso a Manuel Clouthier, del PAN, y a Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD. Más de la mitad de la población creyó que había ganado mediante un fraude. En aquel año, como hoy, se manifestó toda una "revolución cultural". Una sociedad vital, agresiva, nueva, moderna, se estrelló contra un sistema excesivamente viejo y rígido. Lo puso a prueba, generó una tensión casi insoportable que estuvo a punto de romper la paz social. El sistema político no había cambiado, pero la sociedad se había modernizado en forma silenciosa y profunda como crece en la noche la marea.
El pueblo se había politizado: el crecimiento económico de 50 años se paró desde el 82. Después de varios episodios difíciles, el autoritarismo se impuso y el sistema presidencialista tuvo otro plazo de vida. El movimiento encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas refluyó y cristalizó en un partido que fue objeto de un feroz ataque del Estado mexicano con todos sus recursos. Esto limitó gravemente el desarrollo natural del PRD: en 1991, su preferencia electoral había bajado del nivel de más de 40 puntos a sólo 9. La perspectiva de un gran partido de centro izquierda pareció diluirse.
Si cotejamos los sucesos del 88 con los actuales, encontraremos desagradables coincidencias: la sociedad se dividió en la elección presidencial. Las diferencias entre las clases y las regiones aparecieron patéticas. Felipe Calderón se apoderó de la Presidencia gracias a una campaña inicua encabezada por Vicente Fox como jefe del Estado y a un fraude en el que participaron los viejos operadores del PRI. Las instituciones electorales de hoy actuaron por consigna. La mitad de la población creyó que había habido fraude y que el verdadero ganador era AMLO. Como en 88, la sociedad se manifestó. Aunque ahora lo hizo en multitudes, con disciplina y en números insólitos, el viejo sistema autoritario se ha reciclado. Sus beneficiarios son los mismos. El PRI se alió a un presidente ilegítimo en la misma forma que el PAN con Salinas en 1989.
La apuesta conservadora es que suceda lo mismo que en 1989. Piensan que en meses el movimiento refluirá. Las cosas volverán a la "normalidad". Ninguna opción progresista, aunque sea moderada como la de AMLO, tendrá acceso al poder. Se contentarán con los márgenes de unas cuantas gubernaturas y minorías en el Poder Legislativo. Lo que anima a la reacción no es algo ideológico, es la defensa de privilegios e impunidades. Están dispuestos a mantener una estructura arcaica, no por creer en ella, sino porque ella les garantiza sus negocios.
Pero los cálculos de los inmovilistas están basados en falsas premisas. El país de 2007 es totalmente distinto del de 1989. La Presidencia, la sociedad, la política son nuevos y distintos. La posibilidad de un gran movimiento de centro izquierda es mayor que nunca en la historia.
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