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domingo, noviembre 19, 2006

CULTURAL, EL MAYOR PROBLEMA DE MÉXICO.


SE ESTÁ PERDIENDO LA FE EN LA NACIÓN.

LUIS DE TAVIRA Y EL PRECÓZ DESENCANTO DE LOS JÓVENES.

Los ojos penetrantes de Luis de Tavira escudriñan cada rincón del escenario y cada movimiento de sus alumnos y actores. Lo hace en Pátzcuaro, donde dirige el Centro Dramático de Michoacán, y lo hizo muchos años en la ciudad de México, donde fundó el Teatro Taller Épico de la UNAM, el Centro Universitario de Teatro (CUT) y dirigió el Centro de Experimentación Teatral del INBA.
Su vestimenta –mezclilla y camisa a cuadros–, contrasta con el galardón que recibió el pasado miércoles en la residencia oficial de Los Pinos; el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el área de Bellas Artes, que entrega el Estado mexicano.
“Es formador de conciencias y hombres y mujeres libres”, dijo en la ceremonia el presidente Vicente Fox. Es un maestro, ni duda cabe, pone atención a lo bueno que hay en sus discípulos y lo estimula. Responde preguntas sólo cuando se lo solicitan y lo hace de manera precisa.
Su figura meditabunda y su silencio contienen política, ética y sicoanálisis. Sólo así se explica la manera como articula lo que describe como un desplome y un futuro nuevo para México.
La migración, dice De Tavira, es la mayor evidencia de que México aún no alcanza a existir y ya se desvanece.
“El mayor problema de este país es cultural, porque se está perdiendo la fe en la nación. Se está perdiendo la fe en la posibilidad de salir de los problemas de México y entonces se va a buscar la solución en otro lado. Estamos perdiendo a México porque estamos perdiendo su alma y su espíritu; eso es la cultura, y el teatro es parte esencial de la cultura”, subraya sin entregarse al abatimiento.
Pero su desánimo no le permite entregarse, hay una esperanza en el futuro, la cual sólo se alcanzará mediante el combate de aquellos jóvenes que hoy tienen entre 18 y 25 años:
“Son una generación precozmente desencantada, lo cual habla de su inteligencia. Manifiestan ese desencanto por el mundo que están heredando y esto les plantea dos riesgos muy grandes: la pérdida total de la esperanza y el peligro de caer en múltiples tentaciones de fuga. Esos jóvenes tendrán que vivir ese combate. Muchos sucumbirán, pero tengo esperanzas de que muchos saldrán adelante por algo que encuentro poderosamente manifestado en esa generación: no son ingenuos”.
Para el cofundador del CUT de la UNAM, quien abandonó la vida religiosa, los jóvenes adultos tendrán en sus manos el agotamiento del esquema actual.
“Serán en muy pocos años una generación decisiva y tengo la impresión de que lo saben”, subraya.
•••
–¿La lealtad sirve de algo en este país y en este tiempo?
–Llegar a ser personas implica una construcción ética. Ethos, según dicen los griegos, es eso que me constituye en tanto persona. Ahí es donde aparecen los valores. La lealtad es un valor. La lealtad comienza siendo un valor irrenunciable de cada uno consigo mismo para que entonces pueda serlo con los demás.
“Vivimos tiempos de miseria espiritual. El mundo, convertido en mercado, ha convertido los valores en objetos de intercambio, en objetos de cambio. Lo que en tiempos pasados eran aquellos valores por los que uno quería vivir, por los que uno se dejaba matar –la libertad, la lealtad, el amor–, hoy en día son llevados al mercado para ser tasados en su justo precio y esa es la miseria espiritual en la que vivimos. Sólo hay valores que cotizan en la bolsa.
“En la medida en que nos importe lo humano y su sobrevivencia, dependemos de la conservación de estos valores, sin los cuales dejamos de ser personas. Quien pierde la capacidad de ser leal, se destruye en tanto persona”.
De Tavira vive en Pátzcuaro. Ahí ha encontrado una nueva fuente de inspiración, potencia creativa que parte de las caras de campesinos y niños que descubren el teatro gracias a su teatro ambulante. “En ellos redescubro la calidez de lo humano, volvemos a reinventar al espectador y damos la espalda al concepto de masa”.
–En esta miseria espiritual que usted describe, ¿tiene algún lugar Dios? ¿Se puede creer alguna vez después de haber dejado de creer?
–Yo te diría que yo no creo en los ateos. El que dice creo, dice “no sé”. En cambio el que dice saber que Dios no existe tiene que probar lo que sabe y como decía Borges: soy tan escéptico que no puedo afirmar que Dios no existe.
“La fe no es una afirmación, es una pregunta. En su zona profunda, todo ser humano se abre a la fe. La fe es un acontecimiento individual, es un acontecimiento personal. Las religiones son un asunto social, pero no son lo mismo: una cosa es la fe y otra cosa es la religión.
“El problema ha sido identificar a la fe con la religión. No se puede reducir a un dogma la respuesta a preguntas que nos inquietan por aquello que desconocemos: la muerte o la perpetuidad.
“Para experimentar la fe hay que vivir esa otra experiencia que es la ‘gracia’; es decir, sentir que uno ha recibido gratis alguna cosa, la más importante desde luego es la vida. Esta experiencia es algo muy difícil de identificar en la mentalidad del mercado en que vivimos”.
Atento a cada movimiento muscular que signifique algo, no mueve la mirada de quien lo interroga y parece que al mismo tiempo invita a nadar adentro de sus ojos. Aproximarse a él es fácil por momentos, pero también hay bordes accidentados, como el hablar sobre el homicidio de su hermano, Juan Pablo de Tavira, quien fura el primer director del penal de alta seguridad de Almoloya, asesinado en 2001 en la Universidad Autónoma de Hidalgo.
–¿Considera que su hermano era un hombre honesto? ¿Cual es el conflicto que desemboca en su homicidio?
–Pues se trata prácticamente de un mártir que inmola su vida por sus valores y por la esperanza de cambiar a las instituciones del país, hasta que fue eliminado justamente porque el crimen organizado lo sintió peligroso.
“Al morir en la defensa de un valor también se autoafirma, y ese destino no está reservado a todos sino a unos cuantos personajes trágicos a los que les es asignada la misión del martirio, porque su sangre ha de ser fecunda. Eso es lo que yo esperaría de esa muerte y de ese dolor, que su sangre no haya corrido en balde.
“Yo me pregunto cómo se puede vivir renunciando a los valores que le dan sustento a la constitución ética de lo que somos. Habrá quien no muera pero, en cambio, sucumbe a la renuncia de esos valores por los que se quiere vivir, valores por los que uno quiere vivir y por los que uno se deja matar”.
El estudioso del Bertold Brecht dice que cuando se trata de convivir con nuestros valores éticos, todos los mexicanos llevamos dentro un Quijote y un Sancho Panza que viven en conflicto
“Es una tensión dialéctica entre el realismo y el idealismo. Eso explica la consistencia espiritual de lo que somos, como nación. Somos una nación idealista, irremediablemente idealista, pero por otro lado también somos muy escépticos, en el más pesimista de los realismos. México está desgarrado entre su utopía y su idealismo.
–Leí sobre un tipo de ejercicio que hacía usted con sus alumnos en la Casa del Teatro y que se llama “Meditación de sueño interrumpido”. ¿Para usted qué es el sueño? ¿Por qué escarba en él?
–La verdad tendríamos que reconocer todos los seres humanos que, aunque nos cuesta trabajo aceptarlo, llevamos una vida doble. Una es la vida que habitamos en la vigilia y la otra es la que sucede en la otra dimensión, cuando soñamos y allí vivimos la vida también.
“Una buena parte de nuestra existencia queda ocupada en aquel territorio; por lo tanto, es importantísima. Dónde habitamos cuando no estamos en la vigilia. Decía Freud que el sueño es realidad mientras dura. Cabría preguntarse, entonces, qué cosa es la vida.
“Por lo tanto, todo lo que sucede ahí es importantísimo, sobre todo para el actor, porque el actor trabaja con todo lo que es.
“Todo lo que sucede en la dimensión del sueño es lo más cercano y semejante a lo que sucede cuando se habita la ficción, con una enorme diferencia, yo digo que los actores son los únicos capaces de hacer despiertos lo que todos los demás sólo se atreven a hacer dormidos”.
–¿Cuál es el sueño más atroz que ha tenido y que no quisiera que se volviera realidad?
–Aún no lo he tenido. No puedo hablar de ningún sueño en esos términos.
–¿Y cómo maneja las pesadillas?
–Como se manejan las cosas que nos suceden en la vida. Uno está cautivo en la dimensión y sólo nos toca vivir lo que ahí se vive y cuando eso se vuelve insoportable, el propio sueño nos bota.
“De algún modo también así es la ficción, es un soñar despierto. La diferencia entre el sueño y la ficción es que en la ficción sabemos que no es la realidad, pero si bien la ficción no es la realidad sí es todo lo demás”.
Critica los esfuerzos de muchos seres humanos por evadir el dolor. Dice que “el dolor es el precio que debemos pagar por perturbar con nuestra vida la serenidad de la nada”. Y subraya que cuando uno toma una decisión en la vida, no debe poner en el centro de la balanza si esta decisión le provocará algún dolor. “Quien vive buscando inhibir el dolor, inhibe la vida”, dice.
–¿De qué le sirve a un hombre como usted el Premio Nacional?
–Suscita sentimientos profundos y complejos, pero destacan la alegría, la gratitud y un extraño sentido de responsabilidad.
“Un reconocimiento a una carrera teatral es un reconocimiento a una comunidad, porque nadie hace teatro solo. Intento recibirlo con gratitud, con simpatía y con sencillez”.
–¿De dónde saca impulso hoy?
–De esta maravillosa aventura que estamos viviendo en Pátzcuaro. De recorrer los caminos de Michoacán, en un teatro Rocinante. De llevar el teatro y obtener el asombro de los nuevos espectadores, que viven en un ambiente azotado por la migración y la violencia del narcotráfico.






1 comentario:

Anónimo dijo...

De Tavira es de los más fieles representantes del académico pendejo que tan bien se ha reproducido en este país lleno de compadrazgos que seguimos manteniendo del pasado priista con el que este señor obtuvo y obtiene inmuerables privilegios.

me parece lógico que sea pesimista. el mundo se ha mercantilizado afortunandamente. léase, ahora mandamos los ciudadan@os consumidor@s, banales o profundos no importa, y cadas ves más en el mundo los para políticos y santones que pretendían dirigirnos e iluminarnos se quedan "chiflando en la loma",

pd cómo le hizo para obtnener el uso de suelo de la casa del teatro en Coyoacán que le regaló la dictaudra priista. yo con mis ahorros quiero abrir una galería en enfrente y no he podido. necesito algún cuate influyente. a ver si me ayuda