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domingo, noviembre 19, 2006

"AL CABO QUE YO YA ME VOY..."

LAS BOMBAS Y LA INSEGURIDAD NACIONAL.

Por Jacinto Rodriguez Munguía.

Emeequis.

Los bombazos que estallaron hace unos días en el DF –acciones de propaganda armada realizadas por varios pequeños grupos guerrilleros– han provocado que se cuestione la información que recibe el presidente y la calidad del trabajo de los grupos de inteligencia del país.

1.–UN PRESIDENTE DESINFORMADO
Una respuesta al estado de cosas y caos social que vive México está en las propias palabras del presidente Vicente Fox: “Hay veces que el presidente es el último que se entera de lo que pasa…” Esas declaraciones, en otro país, por lo menos hubieran sacudido a los mercados económicos, pero en México, acostumbrados a las ocurrencias y gazapos presidenciales, sólo ocasionaron un poco de risa y pena.
Pero a la luz de los estallidos de la madrugada del lunes y de la gradación del conflicto en Oaxaca, tienen una carga peligrosa. Parece que el presidente no mintió y lo que dijo es efectivamente cierto.


2.–¿QUÉ SABÍAN LOS CUERPOS DE INTELIGENCIA?
Por lo menos ninguno de los funcionarios encargados de proveer al presidente de toda la información necesaria para convertirlo, como debe ser, en el hombre más y mejor informado del país, ha salido a aclarar lo que quiso decir. No han dicho nada Eduardo Medina Mora, director de la Secretaría de Seguridad Pública; Jaime Domingo López, director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen); nada, Daniel Cabeza de Vaca, procurador general de la República; ni Clemente Vega García, secretario de la Defensa Nacional (Sedena).
Si a las confesiones públicas de un presidente le sumamos las limitaciones y fallas de los aparatos de inteligencia en materia de crimen organizado, narcotráfico, el caso Oaxaca y ahora los bombazos en la ciudad de México, las palabras toman dimensiones más preocupantes.
No es necesario ser un experto en inteligencia para saber que las mejores decisiones, trátese de la relevancia y tema que se quiera, dependen siempre de la calidad de la información y de cómo se procesa. La calidad de las decisiones tiene que ver con la calidad de la información. Es un axioma elemental.


3.–¿QUIÉN TOMA LAS DECISIONES EN MEXICO?
Si el presidente carece de información, ¿a partir de qué elementos informativos se han tomado las decisiones más importantes para el país en este sexenio? Peor aún: si el presidente de la República no es el hombre más y mejor informado, entonces ¿cómo se están enfrentando los grandes problemas nacionales? ¿O el presidente no es quien toma las decisiones? Y entonces, ¿quién lo hace?
El estado de cosas y caos con el que termina este sexenio, no es algo que deba dejarse de lado.
No lo debería dejar pasar por lo menos el Congreso. Ante las evidentes fallas de los aparatos de inteligencia o bien, de la indiferencia presidencial, las comisiones correspondientes de la Cámara de Diputados los tendrían que llamar a cuentas.
Los legisladores harían bien, y además es su responsabilidad, en exigir al presidente todavía en funciones un informe del estado de cosas que guardan los aparatos de inteligencia mexicanos, civiles y militares.
En cualquier país medianamente desarrollado, la legitimidad de los aparatos de inteligencia tiene que ver con la efectividad para prevenir, mucho más que la capacidad para reaccionar.


4.–¿A QUIÉN CREERLE?
Las deficiencias de la inteligencia tienen los peores saldos. De nueva cuenta, como en los años de la Guerra Sucia, comienzan a armarse las listas de detenidos, torturados, desparecidos, muertos. Esos son los otros costos de una desacertada inteligencia.
Esa es la labor primordial de la inteligencia; la prevención, y no la reacción, como ocurrió con el asunto de los bombazos. Luego de tres días la PGR vino a descubrir (el miércoles 8) que habían sido el Ejército Popular Revolucionario (EPR) y el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) los responsables de las explosiones. Vaya inteligencia la de la PGR.
Y viene al caso la ironía, porque el martes 7, el secretario de Gobernación, Carlos Abascal, de quien depende también el Cisen, decía que la PGR mantenía una línea de investigación sobre los bombazos que apuntaba hacia el gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz.
¿Y entonces? ¿A quién le creemos? Esa es la inteligencia cuando ni siquiera puede haber coordinación informativa.
¿Sabían o no de la existencia de estos grupos armados? ¿Sabían y los dejaron crecer y que cumplieran con sus amenazas? ¿Los aparatos de inteligencia no tendrían que haber atendido con suma urgencia todos los comunicados que han estado siempre en al menos una página de internet? La falta de respuestas coherentes y concretas sólo alimenta la especulación y los abusos de poder.
Si algo queda claro es que alguien miente o mienten todos, empezando por el presidente de la República, el secretario de Gobernación, el procurador general de la República, la Defensa Nacional, el Cisen. Todos mienten y al mismo tiempo se mienten.


5.–¿Y LA SEGURIDAD NACIONAL?
Y no es extraño en un país donde la definición de seguridad nacional sigue, en la práctica, en los mismos niveles que hace 30 años. Se guía de acuerdo con las necesidades políticas y coyunturales. No hay una definición de seguridad nacional; lo que hay, y con todo este caos nos queda claro, es una estrategia de inteligencia política para la seguridad del poder en turno.
O dónde están, por ejemplo, los supuestos grupos que ponían en peligro la vida de la gente la noche del 15 de septiembre en el Zócalo, como dijo el vocero presidencial, Rubén Aguilar, en una de sus conferencias; luego resultó que esa supuesta información no existía en ninguna de las áreas de inteligencia.
Con estos referentes de “inteligencia”, quién les va a creer a estas mismas instituciones cuando en los próximos días presenten, en horarios estelares, a un grupo de detenidos con un arsenal de armas y con un mensaje colgado en el pecho: “Estos son los terroristas”.
¿Quien miente? Todos mienten. Bueno, no todos. No el presidente de la República en funciones cuando confiesa que él es el último que se entera. Aunque eso es algo que ya ni siquiera debe preocuparle; a fin de cuentas, como dijo en esta misma semana, “puedo decir cualquier tontería, yo ya me voy”. De ese tamaño nuestra inteligencia.

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