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domingo, septiembre 03, 2006

ANFISBENA.

A la mitad del foro.
León García Soler.

El naufragio .

Los viejos cronistas parlamentarios hubieran encontrado el hilo de la trama en el recuento de enfrentamientos de poderes, estados de excepción o ensayos golpistas como el del astracanesco coronel Tejero. En el ágora electrónica, algún locutor trajo a cuento la conseja de la recomendación del andaluz Felipe González a los variopintos legisladores del PRD: "Primero, fijarse un objetivo."

Vicente Fox no asistió "a la apertura de sesiones ordinarias del primer periodo del Congreso." Se quedó en el vestíbulo del pomposo Palacio Legislativo de San Lázaro. No hay condiciones, señor Presidente, le dijo Carlos Abascal, secretario de Gobernación. Y Fox cumplió la obligación que la Constitución le señala, presentar un informe por escrito, diría el diputado Jorge Zermeño, pasmado por la prevista toma de tribuna que el senador perredista Carlos Navarrete adornó con la muy mexicana conjugación del verbo madrugar. Las bancadas del PAN dormitaban el sueño de los justos. Juan de Dios Castro, abogado de causas imposibles, dragoneaba entre curules su calidad de "dictador", apodo ganado cuando solicitó cerco policiaco para impedir que los bárbaros del seguro social llegaran a las puertas de San Lázaro.

El viernes estaban dentro y armados con ejemplares de la Constitución, simbólicamente encuadernados en negro. El aparatoso cerco, la presencia de los hombres de armas del Ejecutivo en el interior del recinto del Poder Legislativo, abrió la puerta al logro del objetivo: Fox no subiría a la tribuna a rendir su sexto y último Informe de gobierno. Dorada ocasión para que los acampados en el Zócalo apelaran al derecho, a la obligación expresa que la norma constitucional señala al titular del Poder Ejecutivo para dictar la suspensión de garantías: la aprobación del Congreso. ¿Cuándo solicitó dicha autorización el señor Fox?, preguntó Carlos Navarrete, transformado en Oliver Cromwell de petate que opacaría aquel tímido intento de interpelación de Porfirio Muñoz Ledo.

¡Porfirio, valiente, callaste al presidente! Pero Miguel de la Madrid siguió en el uso de la palabra y el país siguió rumbo a la derecha. Hacia la alternancia que empezó con el exhibicionismo de la comunión televisada desde la Basílica, entre festejos democráticos y alegrías de la gente decente. En el recinto del Poder Legislativo, no en el vestíbulo, desde la tribuna, Vicente Fox no se dirigió al "Honorable Congreso de la Unión", sino a sus hijos, a su familia. No hay puerto de abrigo para nave sin rumbo. En Palacio Nacional, el que sacó al PRI de Los Pinos se quitó la banda presidencial y se quedó en mangas de camisa para gritar: "¡Ahí te voy, Mijares!" Hoy, el naufragio. Con la estabilidad económica como ancla y el desempleo como lastre.

Ah, si la pluma de Zarco escribiera la crónica del sainete, tragedia para unos, epopeya para los otros. Cómo dar la réplica contemporánea a Martín Luis Guzmán, el de La sombra del caudillo, el de La fiesta de las balas. A los señoritos y señorones de la extrema derecha los asusta Andrés Manuel López Obrador, con devaneos de desmesura tropical y prudencia de predicador puritano. Atrapado entre la parábola de primero los pobres y la de la riqueza como premio divino al buen comportamiento de los que acumulan capitales. Y no hablo de la ética de Weber, ni de la vocación del político. El de Tabasco perdió las elecciones, pero les ganó la mano; volvió a imponer su ritmo y a señalar el rumbo, a fijarles la agenda política. Desde la primera madrugada en que se estableció como interlocutor exclusivo y opositor monopólico de Vicente Fox, él acciona y los panistas reaccionan.

El viernes primero de septiembre, en el Zócalo, plaza tomada, decidió que él y los suyos no acudirían a San Lázaro, plaza sitiada, en auxilio de los diputados que lidera El Güero González Garza, y los senadores que conduce Carlos Navarrete. "No vamos a caer en ninguna trampa, no vamos a caer en ninguna provocación"; "quédense con sus tanquetas". Y, "con todo respeto", hace "un llamado a los militares para que actúen con rectitud y respeten los derechos del pueblo". Los que pusieron el coco se asustan con sus proclamas: "Les preocupa que vamos a tener nuestro propio gobierno... ¡Que se vayan al diablo con sus instituciones!" Pero se instaló el Congreso; diputados y senadores del PRD tomaron posesión y luego tomaron la tribuna.

Al filo de la legalidad, de la ilegitimidad, ilegitimidad eso de no caer en la provocación y provocar; adjetivar al golpismo, mediático o virtual, pero fingirlo virtuoso; autoproclamarse presidente; desconocer el poder constituido; actuar como dirigente de un partido y no como jefe de Estado; invocar el imperio de la ley y violar el derecho; exigir respeto al voto y rechazar la resolución del tribunal; crispación y polarización para jugar a la gallina ciega al borde del abismo. Haría falta una crónica de Tácito, o del republicano Maquiavelo, o del formidable doctor Johnson. Reconocer que el mismo Aristóteles se sentó a la mesa de la tiranía. El valor de la palabra. Pero no despertó el dinosaurio de Tito Monterroso, sino "el sexto sentido que les permite a los enanos reconocerse unos a otros a primera vista". Da grima.

Donde el tribuno que frente a la pobreza y la desigualdad imperantes y la pretenciosa insolencia de la oligarquía nos haga recordar la voz del gran potosino Ponciano Arriaga en su voto particular sobre el derecho de propiedad: "Se proclaman derechos y se olvidan las cosas..."; que "este pueblo no puede ser libre ni republicano, y mucho menos venturoso, por más que cien constituciones y millares de leyes proclamen derechos abstractos, teorías bellísimas, pero impracticables, en consecuencia del absurdo sistema económico de la sociedad".

Vicente Fox vino y se va. Vencido por la terca realidad; por la intemperancia retórica, la obsesión por destruir el Estado laico y borrar el proceso histórico. Millones sin trabajo y la labor de zapa contra el sindicalismo, autoridad laboral cómplice de la muerte de mineros en accidentes o por la represión violenta de las balas. Millones han emigrado y los sobrevivientes nómadas entre la pobreza rural y la miseria urbana. El ingreso extraordinario del petróleo a la alza. Y el despilfarro inexplicable, con el galardón de la estabilidad y el bimbalete de la deuda externa que baja y la deuda interna que sube. Nada queda del gabinetazo. Salvo el premio de una senaduría para el aprendiz de brujo Ramón Muñoz.

Vanidad de vanidades . Felipe Calderón vela armas en espera del primero de diciembre y la transmisión de los que se ilusionaron con la alternancia y se desilusionaron a pesar de la advertencia de Manuel Gómez Morín. El Supremo Poder Ejecutivo de la Unión se deposita en un solo individuo. Lo sabe Felipe Calderón y lo sabe Andrés Manuel López Obrador.

Lo único que faltaba para que la serpiente mordiera su propia cola: Vicente Fox informa por televisión, y en Televisa Manlio Fabio Beltrones aclara que ni PAN ni PRD ni PRI "la pueden acabalar solos"; que no hay primera, ni segunda, ni tercera fuerza. O hay acuerdos parlamentarios o dan vía libre al caos anarquizante.

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