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miércoles, agosto 23, 2006

¿ARISTOCRACIA O DEMOCRACIA?.

REFORMA.

Modesto Suárez.

Historia aristocrática o democrática.

¿Por qué una cosa tan sencilla como el recuento voto por voto, tras una elección tan cerrada, en México resulta imposible? ¿Qué voluntad lo determina?.

México, que está tan felizmente situado como la Unión angloamericana, se ha apropiado de esas mismas leyes y no puede acostumbrarse al gobierno de la democracia.
Alexis de Tocqueville, La democracia en América .

En México, difícilmente hemos tenido una vida política democrática. Por lo general, las elecciones han sido un ritual mediante el cual se ha impuesto al candidato favorecido desde el poder. Votos comprados o inducidos, urnas rellenadas o vaciadas, actas alteradas, campañas sucias, todo eso ha ocurrido en nuestra historia con el respaldo o la complacencia de las autoridades.

La elección presidencial y legislativa es el acto soberano por excelencia. A través de ella el pueblo decide quién será el jefe del Poder Ejecutivo y quiénes lo representarán en las dos Cámaras del Congreso de la Unión.

Cualquier atentado en contra de la voluntad popular constituye un atentado en contra de la soberanía y por ende en contra de la seguridad nacional.

A pesar de su gravedad, nos hemos acostumbrado a la violación del voto como un acto de poder realizado por un "Gran Elector", quien decide qué es lo mejor para los mexicanos.

Difícilmente nos inconformamos y a quien se inconforma lo descalificamos.

Posiblemente, Alexis de Tocqueville vería el México actual como el resultado de una continuidad histórica. En su obra El Antiguo Régimen y la Revolución Francesa, Tocqueville mostró la continuidad existente entre esos dos fenómenos políticos. La revolución destronó al Antiguo Régimen y terminó por continuarlo.

Algo así sucede en nuestro país. El gobierno instaurado en el año 2000 ofreció transformar el estado de cosas; sin embargo, prefirió establecer la continuidad del régimen anterior, una especie de nuevo antiguo régimen priista.

En el segundo volumen de su obra La democracia en América, Tocqueville distingue entre la historia aristocrática y la historia democrática. En la primera los historiadores se inclinan por referir los hechos a la voluntad y a la personalidad de ciertos individuos e ignoran las vidas de las multitudes. En cambio, los historiadores de los tiempos democráticos no se refieren tanto a individuos; para ellos la sociedad parece avanzar por sí misma a través de la cooperación libre y voluntaria de la gente que la compone. Tocqueville veía a la historia moderna como la historia de una democracia en evolución.

En México, la historia ha sido no sólo de continuidad política sino también aristocrática o de élites. Los grandes momentos de nuestro pasado se atribuyen a la voluntad y personalidad de ciertos individuos, no a la acción de las multitudes.

En el momento actual, después de la última elección presidencial, ha surgido un movimiento encabezado por un dirigente carismático sumamente popular y se le ha tratado de desacreditar calificándolo de fenómeno caudillista, contrario a las instituciones democráticas, como si la acción de la multitud fuera necesariamente parte de una historia aristocrática y contraria a una historia democrática.

Esta paradójica descalificación parece reflejar más bien la lucha entre una élite y un segmento creciente del pueblo.

El Tribunal Federal Electoral fue fiel a nuestra tradición de continuidad y de historia aristocrática al negarse a realizar el cómputo de todos los votos. Recontar todos los votos hubiera estado más acorde con los principios de una historia democrática y hubiera puesto fin a la crisis poselectoral.

Algo tan sencillo de hacer parece en nuestro país imposible de realizar.¿Cuál será el futuro de estas dos historias? Es difícil saberlo. Es posible que, como ha sucedido muchas veces en nuestro pasado, se imponga la historia aristocrática o elitista; pero también es posible que estemos ante el inicio de una historia democrática. El tiempo nos lo dirá.

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