El PRI de antaño era el de los acarreos en camiones de redilas, el del corporativismo y del sindicalismo charro. El del reparto de torta y chesco por asistir a un mitin. El del reparto de sacos de cemento y de láminas para que la gente pobre medio parchara las casas miserables en las que vivían por que la revolución de la cual el PRI se decía abanderado simple y sencillamente no les había hecho justicia inclusive a 90 años de haberse iniciado.
Era el PRI de las masas manipulables; el de las marchas forzadas de burócratas y campesinos, y de la entrega de despensas. El partido donde se relleneban los eventos con masa desposeída para que los generales, que luego fueron licenciados y después tecnócratas dijeran sus indecifrables discursos sin que les faltaran ovaciones masivas del pueblo vil. Claro; de no hacerlo corría peligro no sólo lo poco que el gobierno les podía dar para subsistir, sino sus vidas.
Ese era el partidazo aplanadora que marcó al siglo 20 en México.
Pero hoy nos encontramos que el público que va a aplaudirle al PRI es muy distinto. Ya no es masa desposeída por la gran familia revolucionaria. Hoy en día quienes van a aplaudirle al PRI por primera vez, son los mismos que van a aplaudirle al PAN: los pirrurris.
Tal vez amedrentados ante lo contundente de las encuestas. Tal vez temerosos de que se les obligue a pagar el dinero que que han evadido año tras año a la hora de pagar impuestos. Tal vez nerviosos de que esta vez sí les cierren la llave de las transas y de los latrocinios bajo el amparo del poder tras 77 años de hacerlo con completa impunidad. Primero con el PRI, luego con el PAN. Curiosamente, de la misma gente a la que se le tiene que explicar qué es la pobreza por que, en un país donde más de la mitad de la población vive en pobraz extrema, ellos la desconocen.
En efecto; se trata de la desesperación de los pirrurris:
Madrazo entre las llamas de la crítica
El salón era como un jardín poblado de gladiolas y de damas de las Lomas, Palmas, Bosques y anexas, finas y ricamente vestidas, pero Roberto Madrazo, como Cuauhtémoc en la Conquista, no estaba en un lecho de rosas, sino en un momento crítico de su campaña, sujeta al asalto de problemas.
-Si no logra la unidad en el PRI, ¿cómo la va a conseguir en el país?- le cuestionaba una dama con ese tono de desagrado que sólo lo da tener una escolta privada a su servicio y un auto blindado a la puerta.
-El PRI está resquebrajado...-, le cuestionaban señoras que no suelen ir a los terrenos de la política.
-¿Por qué defienden a Montiel y a Marín?-, preguntó con un decibel de rabia otra de las mujeres que había acudido a oír sin compromiso, dolida, como la mayoría de las presentes, por la inseguridad pública del Distrito Federal.
Madrazo hizo lo que pudo por complacer a su público VIP. Saludó de mano a cada una -más de 600-, fue caballero en campaña, pero no convenció al instante.
Dejó ir la oportunidad de anotarse un punto a su favor. Le reprocharon que no hay mujeres en su campaña.
Omitió en su respuesta decir que es el candidato con más mujeres en la conducción de su candidatura y que tienen perfil de posgrados.
Isabel de la Parra, esposa del candidato, tomó la palabra para sacar de las llamas de la crítica los pies de Madrazo.
Vestía de rosa. Mujer guapa, seria, con garbo. Habló sin titubeos, y le preguntó al público femenino de ese banquete proselitista en la Hacienda de Los Morales: "¿Sabemos realmente lo que es la pobreza?"
Les tuvo qué explicar quées eso.
Madrazo la sostenía por la cintura y los hombros. Ella encaró a la crema de la sociedad rica de la ciudad de México, la gente de las zonas típicas residenciales que nunca antes necesitaron ir a un acto de campaña presidencial.
-De veras, confíen en Roberto- exhortó Isabel de la Parra, en su única aparición hasta la fecha. Quiso hablar.
-Creo en él. Tenía que decir algo-, justificó la mujer que defiende a Madrazo.
Había sido un acto de fe, en una semana de renuncias al PRI, de tomas de edificios municipales del partido en Jalisco, de un corte en el programa de giras, de discursos muy largos sobre asuntos nacionales, que le aplauden poco.
Fue una semana de recorridos en estados donde el poder les es ajeno: Michoacán (PRD), Jalisco, Guanajuato y San Luis Potosí (PAN).
Ya no son los tiempos en los que el PRI llenaba las plazas. Ya no colma los salones como Francisco Labastida Ochoa en su ruta al fracaso del 2000.
De la fase dinosáurica apareció como desconocido en un mitin popular en una explanada de Oblatos, Guillermo Cosío Vidaurri, quien fuera gobernador de Jalisco, cuando explotó el drenaje de Guadalajara, desastre que significó el destierro del PRI del poder.
El viejo priísta fue testigo mudo del ánimo con el que los priístas de barrio abrazan a sus candidatos.
El presente político se llama Arturo Zamora, candidato del PRI por Jalisco, favorito en encuestas, a quien le enturbió el escenario, nada menos que Roberto Madrazo.
No aclaró lo que quiso decir días antes, cuando dijo que habría golpes a su campaña, a través de filtraciones contra Zamora.
El escándalo antipriísta no llegó, ni Madrazo reveló nada, pero tomó prestada una sentencia del clásico del género del enredo, Carlos Salinas, y pidió "que nadie se haga bolas; candidato sólo hay uno".
Tanto se molestó Zamora con Roberto Madrazo que fue a verlo hasta las 22:30 horas a su hotel, 12 horas después de su llegada a Guadalajara.
Donde iba le preguntaban por el hombre fuerte del PRI en el estado, y -ni modo- violaron un acuerdo electoral que prohíbe la presencia de candidatos locales con los nacionales. El ya famosón Zamora se hizo el aparecido "como catedrático", en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, y desde el atril de orador lo saludó el hombre de los nubarrones exprés, para que todo Jalisco los viera. Pero no hubo abrazo, sólo un mensaje sin razones:
-No se hagan bolas.
La gente rica que nunca antes había necesitado ir a un acto de campaña. ¿Para qué? Si antes los ricos sabían perfectamente que con cualquier candidato del PRI o del PAN sus transas, desfalcos, corruptelas, raterías y evasiones fiscales seguirían impunes.
Pero ahora tienen miedo. Tienen miedo de que se termine la era de la corrupción en México teniendo en la presidencia al peje.
Ahora hasta me resulta hasta cómico que Madrazo hable de estallidos sociales. Sí; podría significar que está anunciando desde ahora un fraude enorme que tiene frauguado en complicidad con el IFE. Pero viendo quien es su público, ahora a lo que suena es a la vieja táctica del voto del miedo. Debe de pensar que amedrentando a los ricos va a conseguir una ventaja. Pobre iluso. Hasta el momento lo único que ha logrado es que se le vaya la gente del partido al PAN o al abstencinismo. O de plano al PRD.
Se hunde el barco. Las ratas lo abandonan. Así de sencillo.
Una razón más para votar por el peje en el 2006.
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