Batarete
Segundo año
Ernesto Camou Healy
Hace ya un año que los mexicanos asistimos a las urnas en el proceso electoral más complicado del último medio siglo. La historia nos la sabemos: La incertidumbre privó desde aquel 2 de julio hasta que el Tribunal Electoral emitió su veredicto. Y aun así, la sentencia pareció incongruente pues se reconocieron las intromisiones ilegítimas del aparato del Estado, y de Vicente Fox en particular, y no se obró en consecuencia.
El resultado fue una declaratoria a favor de Felipe Calderón, y una inconformidad mayúscula de una porción ciudadana que exigía limpiar un proceso que se caracterizó por su enorme desaseo. Es interesante comprobar que Vicente Fox volvió, sin demasiados escrúpulos, a las prácticas antidemocráticas que caracterizaron a los regímenes que él mismo había intentado destruir, movido, decía, por una indignación moral y política que le duró demasiado poco.
Esta semana inició el segundo año de un movimiento de resistencia que ha traído, para los mexicanos, sobresaltos y atisbos de esperanza. Me explico.
Se debe constatar que, mientras el aparato de Gobierno y una serie de compinches se desgañitaban culpando a López Obrador de violento y desenfrenado, las huestes del tabasqueño se comportaron en las semanas posteriores a los comicios con una civilidad que no mostraron en su momento los mismos gobernantes que acusaban cuando tuvieron ocasión de ejercer la discreción: Me refiero al caso de Atenco y el de Oaxaca. En ambos privó la violencia oficial y se lamentó pérdidas de vidas humanas en los dos escenarios.
En el intento de mostrar su fuerza, AMLO decretó la toma de Reforma y del Zócalo. Fue un error de táctica política que le generó distanciamiento de muchos que votaron por él, y provocó cierto repudio de numerosos afectados; pero dentro de la irregular situación, fue un episodio más bien tranquilo y relativamente sosegado. De alguna manera privó la civilidad.
Cuando se supo el fallo del Tribunal, algunos acelerados pretendieron ir hacia sus instalaciones y rechazar ahí la sentencia, lo que pudo haber provocado algún altercado de consecuencias graves. El mismo López Obrador llamó a que la protesta se efectuara en el Zócalo, con eso evitó un incidente y mostró un liderazgo responsable, frente a una declaratoria que le arrebataba lo que consideraba su triunfo.
No podemos olvidar que había un intenso descontento, y que, durante el periodo de Fox, hubo una fuerte disidencia política, encabezada por AMLO, que comprendía no sólo a los miembros de un partido importante de la izquierda, sino a muchísimos mexicanos que estaban hartos de una situación económica y política que los relegó y condenó a un nivel de vida inferior al que tuvieron sus padres, y lejano de una vida digna y pacífica.
El problema radicó en que el grupo en el poder, de nuevo Fox y sus aliados, no tuvo capacidad para enfrentar políticamente la disidencia, en buena medida porque eso implicaba la posibilidad de su relevo político. Había un discurso democrático, pero una intención autoritaria. Frente a ella López Obrador y sus seguidores plantearon la disidencia en los cauces legales, y se debería resolver en las urnas, pero tuvieron una respuesta inadecuada de parte del aparato del Estado: La deslegitimación de sus aspiraciones por la vía judicial. No se supo enfrentar la disidencia.
Eso exacerbó el conflicto y, curiosamente, socavó la legitimidad del Gobierno saliente… y del entrante. No hay que olvidar que la disidencia ayuda a mantener la legitimidad al ofrecer la oportunidad de mostrar el descontento y la exigencia de cambios en el sistema, lo que permite la estabilidad política, si se la toma en cuenta y hay mecanismos para arribar a soluciones que representen compromisos reales, que acepten las demandas legítimas de los disidentes.
Pero lo que vivimos desde aquel intento de desafuero fue una cerrazón a las peticiones, muchas de ellas justificadas, de lo que, luego se comprobó, constituía prácticamente la mitad de los votantes. En un sentido fue una tragedia, muy al estilo de aquellos dramas helénicos de antaño: Un personaje se traza un objetivo complejo y perfectamente válido en términos sociales y políticos. Encabeza una disidencia, lucha y organiza a sus seguidores para una labor que se antojaba titánica, y logra llegar a donde se propuso. Y empieza la tragedia: Poco a poco va convirtiéndose en un cabecilla similar a sus antecesores, pero ahora con ribetes de comedia.
Esta semana inició el segundo año de una división política de peso entre los mexicanos. En su nacimiento hubo una incapacidad para reconocer el disenso como válido, resabios del autoritarismo presidencialista, lo que menoscaba la legitimidad de un régimen que nació entre rechiflas y resentimientos. Y el problema persiste pues Calderón y su equipo tampoco han sido capaces de aceptar políticamente el disenso, y han optado por soluciones de fuerza que constituyen un remedo de autoritarismo. Eso no construye la legitimidad…
Ernesto Camou Healy, doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía.
De Expresión Guaymas:
A un año de distancia del fraude electoral mas asqueroso en la historia de nuestro país, hace falta recurrir a la palabra escrita para dejar testimonio de los acontecimientos.
Considero que es correcta la publicación del libro de AMLO, donde narra sucesos que ayudan a esclarecer los movimientos de las mafias que se asociaron para impedir su acceso a la presidencia.
Sin embargo, estoy convencido que también es necesaria la autocrítica. Sin las traiciones y las bajezas cometidas por gente al interior de la campaña de AMLO, ni la guerra sucia, ni las mafias, ni todos los spots del mundo podrían haber evitado su triunfo.
A Andrés Manuel lo traicionaron desde adentro y eso bastó para acompletar el rídiculo porcentaje de "ventaja" de fecal.
Quiero probar mis dichos con un ejemplo local, que si bien es cierto es pequeño, debe ser solo la muestra de situaciones similares en el resto del país, que sumadas, representan mucho mas que la “ventaja” que se otorgó a fecal.
En Sonora, en el distrito 04, que aglutina 39 municipios (mas de la mitad del estado) se nombró como COORDINADOR DE ESTRUCTURA ELECTORAL a un tipo llamado Heriberto Marcelo Aguilar Castillo.
Quince días después de su nombramiento, este sujeto conformó una empresa llamada PRO C PROYECTO Y CONSTRUCCION S.A. DE C.V. e inmediatamente empezó a realizar obra pública para el gobierno de Eduardo Bours.
(Lo anterior puede confirmarse en la lista de proveedores del gobierno del estado de sonora, en la página 70)
Hasta la fecha y siendo regidor “opositor” al PRI (premio por su hazaña), este individuo continúa facturando grandes cantidades de dinero al gobierno del estado, situación totalmente inmoral e incompatible con un hombre comprometido con la izquierda y con el PRD.
¿Cómo podríamos esperar que en Sonora se cuidarán debidamente las casillas si el Coordinador de Estructura Electoral de 39 municipios, cientos de casillas, estaba en la nómina de Eduardo Bours, quien operó asquerosamente para beneficiar al fecal?
El resultado fue mas que evidente: las casillas de la sierra sonorense, cuya obligación de cuidar era directamente de Aguilar Castillo, estuvieron SOLAS.
Cientos de miles de votos fueron indebidamente depositados en mesas de votación sin vigilancia.
Ahora bien, Javier Lamarque Cano, protector de Heriberto Aguilar, es miembro del gobierno legítimo de AMLO. (o por lo menos es lo que argumenta en sonora)
Aguilar Castillo es el representante en Guaymas, Sonora del gobierno legítimo… mientras sigue cobrando al gobierno de Eduardo Bours.
Asi no se puede compañeros.
Es muy triste saber, tener la certeza de que el movimiento de AMLO será traicionado de nuevo, mientras mantenga a los traidores a su lado.
Seguimos creyendo en Andrés Manuel, pero es indispensable que se sacuda a esa basura que tiene a su lado.
Ha llegado el momento de la autocrítica.
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sábado, julio 07, 2007
Buen Artículo / De los Colaboradores
redciudadanahermosillo@gmail.com
Publicadas por Anónimo a la/s 6:31 p.m.
Etiquetas: fraude electoral méxico
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