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sábado, octubre 07, 2006

LA INUTIL DEFENSA DE LAS INSTITUCIONES

Laberinto de inoperancia

Por: Gerardo Fernández Casanova

La estructura institucional mexicana ya caducó. Son muchas las manifestaciones de la caducidad, algunas muy dolorosas. La descomposición viene de tiempo atrás, de cuando el impulso vigoroso de la Revolución Mexicana perdió fuerza y rumbo, hacia mediados de la década de los 60, y lo que fue una permanente expansión caracterizada por la permeabilidad social ascendente, llegó al punto de inflexión para entrar en descenso. Los que fueron instrumentos de promoción y fomento, se fueron convirtiendo en mecanismos de control; el sindicalismo aguerrido de los años 30 y 40, devino en charrismo corrupto; el agrarismo reivindicador se convirtió en caciquismo explotador; el magisterio revolucionario devino en manipulador electoral, y así muchas otras de las instituciones creadas al calor de la lucha social. Los conflictos laborales de maestros, ferrocarrileros, médicos y, principalmente el estudiantil del 68, fueron marcando el rompimiento del régimen con su origen revolucionario. Tocó luego a la economía resentir los efectos de la caducidad; los nacidos después de 1970 sólo saben de vivir en crisis permanente. Para rematar, lo que fue un cuidadoso manejo de las relaciones con los Estados Unidos, que mantuvo un aceptable margen de maniobra soberano, claudicó en una ominosa política de absoluta sumisión. Finalmente la derecha conservadora se entronizó en el poder; primero se adueñó del PRI e impuso sus designios bajo sus siglas para, por último, tomar el poder con toda propiedad con el PAN y el Yunque, a través de Vicente Fox.

Pero la gota que derramó el vaso fue el fraude electoral cometido el pasado 2 de julio, que arrebató a las malas el triunfo electoral de la Coalición por el Bien de Todos y de Andrés Manuel López Obrador. Hasta antes de esa fecha todavía se tenía esperanza de que, por la vía de las instituciones, pudiera darse el proceso de renovación nacional. Había que hacerlo de esa forma; quemar etapas de la historia sólo la distorsiona. Algunos dirán que ya lo sabían, Marcos entre ellos, pero el conjunto social tendría que experimentarlo en carne propia, de otra suerte sólo quedaría en la simple especulación intelectual. Fallaron las instituciones y agraviaron a la mayoría de los mexicanos, no sólo a AMLO. Hoy, en virtud de tal proceso, la gente está decidida a buscar el cambio de las instituciones y la reforma del estado. Valió la pena el desengaño.

El caso de Oaxaca es, en este nuevo marco, la expresión del conflicto. Un gobernador surgido del fraude que, en el colmo de la estupidez, se desempeña como si dispusiera del verdadero apoyo mayoritario; golpea y reprime, no sólo a sus adversarios políticos, sino a movimientos sociales de genuina expresión. La represión al magisterio reclamante de mejores condiciones laborales, extiende el conflicto al más amplio sector de la población; el agravio de unos se convierte en agravio de todos. La gente exige la destitución del gobernador haciendo del gobierno federal el destinatario de sus reclamos, suponiéndole poder para hacerlo (resabio de los viejos tiempos en que el Presidente podía atenderlo). Desafortunadamente para el caso, pero afortunadamente para la democracia, el Presidente no lo puede resolver, menos aún cuando está secuestrado, sea Fox o sea Calderón, por la minoría priísta en el Congreso, quienes en todo caso venderían demasiado caro su aporte a la solución. La represión sería contraproducente pues generaría un incendio en campo seco, en vísperas de la imposición de un presidente espurio. Al gobierno federal sólo le ha quedado el papel de convocar a los acuerdos, tan eficazmente como las llamadas a misa. De cualquier manera, la lucha de los oaxaqueños es ya un enorme salto en el proceso de renovación estructural de la sociedad mexicana, cualquiera que sea su desenlace.

En otra muestra de la descomposición, la cloaca rebosante exhibe a Gamboa Patrón, ese diputado particular de Televisa, paseándose tan campante y chantajeando en la Cámara, sin la menor pena después de haber sido encuerado por la grabación de sus conversaciones con el malhadado pederasta Kamel Nacif, ese que también acompaña en desvergüenzas al gobernador de Puebla, el “gober precioso”.

Pero no todo es crujir de dientes; también nuestros próceres se dan oportunidad para el chascarrillo y la picardía. Tal pareciera ser el tema de la Medalla Belisario Domínguez que anualmente otorga el Senado de la República, supuestamente para honrar a quien supo morir en defensa de la libertad democrática, cuando el chacal Victoriano Huerta usurpó el poder. Supónese que tal presea se otorga a quienes, de alguna forma, sean émulos de aquel valiente chiapaneco y merezca el reconocimiento público. Acepto que en estos días de “plena vigencia democrática” sea difícil encontrar casos plausibles de candidatos a la medalla; pero que, en su carencia, se postule al cantante Luis Miguel no deja de ser un aberrante chascarrillo. Se vale tener una oportunidad para la burla institucional.

http://www.argenpress.info/nota.asp?num=035182

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