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sábado, junio 17, 2006

ASUNTO HILROBANDO:MAR DE FONDO.

Benedicto Ruiz Vargas escribe:

El efecto Hildebrando.

A 11 días de que termine la campaña electoral y a 15 de distancia del día de la votación, los bonos electorales de Acción Nacional y de Felipe Calderón se han vuelto a desinflar. Un factor decisivo ha sido el caso del cuñado incomodo, en donde el PAN ha sido incapaz de articular una respuesta consistente y veraz ante la opinión pública. Casi todo el panismo ha enmudecido, dejando a unos cuantos dirigentes y operadores políticos en la impotencia e intentando enhebrar un planteamiento que suene lógico.

Las respuestas que han dado hasta ahora los dirigentes y voceros partidistas ante el caso del tráfico de influencias, son patéticas e infantiles como lo ha sido realmente toda su campaña política. Germán Martínez, representante del PAN ante el IFE, por ejemplo, denunció que López Obrador carecía de título universitario para inmediatamente después pedir disculpas por esa mentira.

Juan Molinar Horcasitas por su parte, iracundo y desesperado como nunca solicitó al congreso indagar las fuentes de financiamiento de la campaña de AMLO. La base para apoyar su denuncia fue una hoja de papel, sin firma y sin nombres, que supuestamente alguien depositó en las oficinas del PAN, y en la que se dice que el gobierno del Distrito Federal ha presionado a empresarios y comerciantes para aportar dinero a la campaña de López Obrador. La acusación de Molinar es por lavado de dinero. Una forma gratuita de hacer el ridículo y demostrar la inconsistencia panista.

Mientras el PAN busca crear cortinas de humo para eludir el torpedo que ha significado el caso Hildebrando, siguen lloviendo denuncias que muestran la tupida red de influencias e irregularidades creadas en dependencias federales al amparo del poder. Hildebrando no es un caso aislado en una administración pública que ha funcionado sin transparencia y pulcritud política, siguiendo los pasos de la corrupción del viejo régimen que la antecedió. Este botón de muestra debería ser apenas el comienzo.

Pero más allá del efecto político que ha tenido el caso Hildebrando en la campaña del PAN y de sus incompetencias para dar una respuesta, lo cierto es que en la víspera de la elección, las estrategias panistas más importantes se han desbarrancado.

Primero, su estrategia para demonizar a López Obrador a través de una campaña sucia que condujera al rechazo y al miedo en algunos sectores de la sociedad, ha llegado a su límite. La campaña del miedo tuvo efectos paradójicos, pues reforzó la solidaridad y el apoyo electoral para López Obrador.

Segundo, la estrategia de apoyar la campaña panista en los logros del gobierno de Fox y en esa idea absurda de la “continuidad”, sólo ha aglutinado a un sector que es, en realidad, el único que se ha beneficiado de esta administración. Para una gran mayoría de mexicanos, el cambio político y la alternancia en el gobierno no se tradujo en mejores condiciones de vida, o por lo menos en la posibilidad de mejorar en el futuro inmediato.

Ligar el cambio a la continuidad, como sostiene ahora Felipe Calderón en un galimatías conceptual, reafirma justamente la necesidad de buscar otra opción.

La tercer estrategia de crear la imagen de un candidato con una trayectoria limpia y honesta, también ha rodado por el suelo. La fuerza del caso Hildebrando ha estado en proporción directa a esta imagen sin manchas que Calderón quiso construir ante el electorado. Era quizás el activo más fuerte en un candidato sin muchos otros atributos y sin muchos otros asideros. Pero esa imagen está hoy erosionada, porque si la corrupción es un mal condenable, lo es más todavía cuando el poder político es utilizado para beneficiar a los parientes cercanos.

Por último, la cuarta estrategia seguida por el PAN y Calderón en esta campaña también ha llegado a su límite. Me refiero al uso mediático del primer debate televisivo aprovechando la ausencia de AMLO, y al proceso de “inflación” que le siguió a ese encuentro. La idea básica era crear una atmósfera de triunfo para Calderón, usar tramposamente las encuestas o diseñarlas a modo, promover la declaración y el apoyo de connotados empresarios (el modelo Coppel), intensificar la propaganda negativa en los medios, disparar spots desde la presidencia y coaccionar el voto entre los empleados de gobierno.

En la víspera de la elección estas cuatro estrategias se han descarrilado, pero su saldo es profundamente negativo: un país polarizado social y políticamente, cansado e irritado por una larga y sucia campaña, y en una franja amplia de mexicanos un agudo temor por la nueva fachada de un panismo radical, duro e intolerante.

Las encuestas han puesto de nuevo a Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, como si detectaran más que las preferencias y las tendencias electorales, una atmósfera que se palpa en las calles, en las reuniones familiares y en los barrios; una atmósfera de un triunfo inminente. En el ras del suelo parece que nunca nada cambió y hoy se está de nuevo en el mismo punto de partida, esperando la fecha de la elección. Si esto es así, será la lección más importante de estos comicios.Correo electrónico: benedicto@tij.uia.mx

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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