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sábado, marzo 11, 2006

LA NUEVA CARA DE FECAL : EL VOTO DEL MIEDO

Se tragaron vivo a Pedipe Cantinón en esta crónica de Milenio Diario sobre la pifia que resultó su "nueva cara"; la de un pobre diablo que se la pasa rogándole HASTA A LOS DE SU PARTIDO que lo ayuden. Chequen:

Crónica: El relanzamiento / Felipe Calderón
El nuevo FELIPE: valor, pasión... y miedo

El candidato presidencial del PAN reconoció que necesitaba una cara nueva. Ante sus fans de Acapulco y Chilpancingo enseñó algunos de estos rasgos.

11-Marzo-06
La orden de trabajo para el reportero parecía clara el miércoles ocho de marzo por la tarde-noche: “Jueves nueve de marzo, a las 12:15, reunión de Felipe Calderón con mujeres guerrerenses, Gran Salón del Hotel Crown Plaza, en Acapulco. Mismo día, 17:30, mitin en la Plaza Cívica de Chilpancingo”. Ni modo: a tomar carretera nocturna. A las 02:00 de la madrugada del jueves, a pesar de un leve percance (el escape del coche roto gracias a un pronunciado y sorpresivo desnivel en la carísima y siempre en reparación Autopista del Sol: había 12 deslaves), el reportero ya estaba en Acapulco.

A las 10:30 de la mañana, perduraba un viejo vicio reporteril: para verificar la agenda, abría la página de internet del candidato presidencial panista.

Sorpresa. Vaya sorpresa: “Jueves 9 de marzo, 12:00 horas, reunión con mujeres guerrerenses, Centro de Convenciones de Acapulco, Salón Sol. 19:00 horas, mitin en la Plaza Principal, Iguala”. ¿Qué? A una hora y media de que empezara la reunión con las mujeres, ¿sería en el Crown Plaza, o a varios kilómetros, en el Centro de Convenciones de Acapulco? ¿Y el mitin? ¿Sería a las cinco en Chilpancingo, o a las siete en Iguala?

Era la renovada campaña azul…

Recién había relanzado su carrera presidencial cuando el nuevo Felipe Calderón ya estaba aquí, en Guerrero, en pleno territorio enemigo (donde suele arrasar su adversario más odiado), para intentar demostrar que lo suyo no era un acto de desesperación, sino una estrategia meticulosamente planeada en aras de conseguir un triunfal renacimiento. Pero no sería fácil. Al menos no en Acapulco y Chilpancingo. La pasión y el valor que el nuevo candidato les exigía a los suyos para ganar sí brotarían al mediodía en algunas de las mil 300 gargantas femeninas y acapulqueñas, una de las cuales advertía: “Estamos decididas a todo para evitar, como sea, que ese loco (Andrés Manuel López Obrador) llegue a ser Presidente”. En cambio, las llagas de la desorganización persistirían no sólo en las agendas contradictorias: “¿Por qué no se ha llenado la plaza?”, repetía la pregunta un miembro de la dirigencia municipal del PAN de Chilpancingo, mientras paseaba la vista por los cuerpos de unas dos mil personas silenciosas y serias que a las seis de la tarde esperaban al candidato panista en un sitio donde cabían hasta ocho mil seres. “La verdad, nos fallaron los camiones. No es que nos guste acarrear, lo que pasa es que los del PRI malacostumbraron a la gente: si no vamos por ellos, no vienen. Bueno, sólo algunos”.

Durante el mitin el nuevo Calderón no lograría incendiar a sus fieles. Ni siquiera cuando arremetió contra su detestado Peje: en vez de que surgieran jubilosas expresiones de aprobación, se hizo un letal silencio en la plaza. Atónito, el nuevo Felipe no volvió a mencionarlo. La alegría sólo surgiría cuando, a punta de buenos zurdazos, el candidato chutaba hacia el público balones con propaganda impresa. Al final, el gesto simbólico de alzar y mostrar las manos limpias nada más fue imitado por algunos escuchas, los ubicados frente al templete. ¿Acaso en Chilpancingo todos tenían el corazón azul helado, como el viento frío que ya soplaba al anochecer? “Es que en Guerrero no pintamos”, justificaba un miembro del equipo de campaña proveniente de la ciudad de México. “Pero hubieras visto en el Estado de México…”

Una perfumada y guapa mujer de clase alta, de las que ocupaban las primeras cinco filas en el Gran Salón del hotel Crown Plaza de Acapulco, vestida en blusa de lino y adornada con collar de perlas, clavaba sus ojos azules de cincuenta y tantos años en el reportero luego de que éste la había espoleado: “¿A poco sí cree que le van a ganar al Peje?”. Brotaba en la dama la pasión y el valor que tanto pregonaba y exigía el nuevo Felipe Calderón. Pasión, valor, y algo más: “¿Sabe usted por qué llena las plazas ése (López Obrador)? Porque ahí van los mantenidos, los ignorantes, los invasores, los desempleados, los vagos, los que no trabajan. Nosotros, nosotros mantenemos a este país, ¿eh?, y no podemos andar yendo a llenar plazas”.

Otra dama, también pinchada por el reportero (“Se me hace que en el fondo le tienen miedo al Peje…”), ilustraría sus sentimientos sin ceñirse al Manual de Carreño, o a los libros de imagen de Gaby Vargas: “Ése, ése es puro bla-bla-bla… Y su gentuza, ¡aaaggg!”, simulaba que introducía un dedo en su boca, en falso afán de producir arcadas, y balanceaba con desdén su cabellera rubia de treintañera. Atrás, en las últimas filas, donde estaban decenas de mujeres, indígenas amusgas y entronas señoras de clase popular, parecía que las habían escuchado: “¡No-me-callo!, ¡No-me-callo! ¡Felipe sí es mi gallo!”, vociferaban.

Y es que minutos antes el nuevo Calderón había llegado: enfundada su mano zurda en un enorme guante de box inflable, el nuevo Felipe había conseguido azuzar y encender a sus mujeres al mencionar aquel nombre prohibido, aquel nombre odiado y temido: “Fíjense lo qué va a hacer López Obrador si llega a la Presidencia (rechiflas de las señoras: “¡Buuuu!, ¡Buuuu!”)… Toco madera (decía el nuevo Calderón, y tocaba la madera de su tribuna), pero si de casualidad llega, él que odia a los empresarios; él que odia a los que invierten; ese señor y sus loquitos serían capaces de cerrar los hoteles de Acapulco y acabar con los empleos del turismo sólo para apoyar a gente como Castro o Chávez, así como le hicieron en el Defe con el Sheraton… ¡Él es el espantachambas que acabaría con la inversión y el empleo! Así que, ¡échenme la mano!”, pedía, casi suplicaba Calderón al terminar su arenga.

Miedo. Miedo a ése. Miedo de ése: tal era el relanzamiento pasional del nuevo Felipe Calderón: mover a su gente por miedo. Y generar miedo: “Yo no me voy a quedar sentada (explicaba una cuarentona dama trigueña de clase media). Desde hace una semana, cuando volvió a lanzar la campaña Felipe, salgo de mi tienda de colchas a las siete de la tarde, y me pongo a repartir volantes: voy y toco puerta por puerta. No señor, yo no voy a permitir que nos impongan un presidente de ésos, de las masas dizque marginadas”.

El nuevo Felipe Calderón y sus fans: valor, pasión… y miedo.

Disparos

Un asistente al mitin
"Nosotros mantenemos a este país, no podemos andar yendo a llenar plazas"

Pide ayuda
"Él es el espanta chambas (López Obrador)... así que ¡échenme la mano!"


A fin de cuentas la nueva "cara" de fecal fué la de un pobre borracho que se la pasa dándo lástimas y hasta a sus compañeros de partido tiene que convencer para que lo apoyen A MENOS DE 4 MESES DE LAS ELECCIONES.

En vez de pedirle ayuda a los panistas, debería fecal pedirle ayuda al doble-A.

Algo que vale la pena indicar que es que, como ya es costumbre desde los 90's, el PAN de plano se fué al lugar común del voto del miedo. Sólo que aquí hay un detalle: luego de años de escuchar la misma cantaleta, la gente ya no se traga ese choro. Los únicos que se lo tragan--como se evidencía en mileño--son los pirrurris. Lo cual quiere decir que el PRIAN cavó si propia tumba al hacer que aumentara la pobreza y sólo unos cuantos pirrurris acaraparan la riqueza nacional. Con su PAN se lo coman.

Una razón más para votar por el peje en el 2006.

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