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lunes, marzo 13, 2006

DON DANIEL, KRAUZE Y AMLO.

Don Daniel Cosío Villegas escribió en 1946 un ensayo que tituló “La crisis de México”, curiosamente éste ha sido uno de los textos de cabecera de AMLO. En este ensayo, Don Daniel, premonitoriamente, describe la realidad de México 60 años después: Que el PRI le ceda el poder a la derecha (PAN), el fracaso de éste en la conducción de las instituciones, y la necesidad que surja de la propia revolución mexicana una reafirmación de principios y una depuración de hombres.

Pongo a continuación un esbozo del pensamiento de Don Daniel, y luego el editorial de hoy en el Reforma de Enrique Krauze, en donde, fiel a su trayectoria al servicio ciego y devoto de los intereses más transitorios y mezquinos-diría Don Daniel-pretende denostar a AMLO, acomodando su retorcida inteligencia pretendiendo poner en Don Daniel, quien por ya fallecido no lo puede desmentir, palabras que contradicen sus propios escritos.

Ruego a los lectores del blog, sean pacientes, pues aunque el texto es un poco largo, vale la pena, para que entendamos la dimensión del pensamiento del PEJE.



Parece indudable que, sI la situación actual de México ha de juzgarse con cierta severidad, la conclusión no puede ser otra: el país está en una crisis políticay moral de grave trascendencia, y si no se la reconoce y admite, y si no se hace el mejor de los esfuerzos para remediarla, México caminará a la deriva, perdiendo un tiempo que un país tan retrasado en su evolución no puede perder, o se hundirá; para no rehacerse quizás con una personalidad propia.

Quiere decirse que si México no se orienta pronto y firmemente, puede no tener otro camino que confiar su porvenir a Estados Unidos. Muchos de sus problemas se resolverían así, llegaría hasta gozar de una prosperidad material antes desconocida; pero dejando de ser México en la justa
medida en que su vida venga de fuera.

¿Qué podría hacer el país para reconquistar su camino, para alcanzar al mismo tiempo el progreso material y una mejor organización política, social, humana?

Una solución se ocurre casi enseguida: entregar el poder a las derechas. Puesto que las
izquierdas se han gastado llevando su programa hasta donde pudieron, puesto que las izquierdas se han corrompido y no cuentan ya con la autoridad moral, ni siquiera política, necesaria para hacer un gobierno eficaz y grato, déjese el turno a las derechas, que no han dirigido al país desde 1910.

Cuesta un esfuerzo desgarrador no recomendar esta solución, siquiera sea desde el punto de vista bien simplista, de acuerdo, pero tan humano de desear una purificación haciendo tabla rasa de todo cuanto existe. Y es indudable que las izquierdas tendrían que purificarse o morir.

La organización obrera perdería su sustento y su mentor, pero se haría independiente, tendría que fortalecerse apretando sus filas, expulsando a los líderes venales; creando fondos de resistencia, conservando su fuerza para hacer uso de ella solo en las causas justas e importantes: Y todos los obreros percibirían entonces, con la amarga experiencia cotidiana, que sus intereses son
singulares, exclusivamente.

No serían los obreros los únicos que debieran limpiarse y fortalecerse; también los campesinos, si bien cuentan con menos medios para hacerlo. Entre ellos también hay líderes deshonestos, también
una sumisión al gobierno que linda con la vieja servidumbre de que esperaron liberarse: asimismo, mucho de la psicología de quien recibe sin merecer y sin esforzarse.

Y por un proceso semejante tendrían que pasar los hombres liberales de México.

Con las derechas en el poder, la mano velluda y macilente de la iglesia se exhibiría desnuda, con toda su codicia de mando, con ese su incurable oscurantismo para ver los problemas del país y de
sus hombres reales.

La iglesia perseguiría a los liberales, los echaría de sus puestos, de sus cátedras; les negaría la educación a sus hijos; serían, en suma, víctimas prontas de un ostracismo general. Y los liberales
sentirían en toda su fuerza la persecución desatada de una prensa intolerante, incomprensiva, servidora ciega y devota de los intereses más transitorios y mezquinos.

Y el rico se exhibiría entonces ya sin tapujos: ostentoso, altanero, déspota, ventrudo y cuajado de joyas y de pieles, como ya empiezan a hacerlo.

El liberal se sentiría sobrecogido,apocado, primero; después lo inundaría la zozobra de quien no es ya dueño de su destino, para acabar por ser despreciado y perseguido. Y tendría que reaccionar, que reunirse con los suyos, que luchar en grupo y como militante. Así acabaría por imponerse la tarea que hoy ha abandonado: Conducir al pais juiciosamente, por caminos mas despejados y limpios, reconquistando antes el poder en una lucha sin duda azarosa y dura, pero en la cual se templarían su cuerpo y su espíritu.

No hay sino dos consideraciones que impiden recomendar esa solución: Sus peligros, desde luego; pero, sobre todo, el temor de que el país no obtuviera otro beneficio que el bien triste de convertirse en teatro de nuevas y estériles luchas.
Porque, ¿México puede esperar algo de las derechas?.
La derecha mexicana, como la de todo el mundo, no es la mano cordial; carece de la comprensión y de la generosidad de que tanto necesita nuestro desdichado país. Por añadidura, nada nos ofrece que sea nuevo o mejor de lo que ahora tenemos. Desde este punto de vista, México no podría encontrarse en una situación ni más angustiosa ni más desesperada, pues no se encaminaría mejor
acudiendo a la fórmula, después de todo simple, de cambiar de Régimen y de Signo político.

Pensemos en Acción Nacional. Me parece que este partido cuenta con dos fuentes únicas de sustentación: La iglesia católica y el desprestigio de los regímenes revolucionarios; pero la medida de la escasa fuerza final que tendría la da el hecho de que se alimenta mucho más de la segunda fuente que de la primera, a pesar de la generosidad nutricia de la iglesia católica para amamantar a todo partido retrógrado.

Esto quiere decir que Acción Nacional se desplomaría al hacerse gobierno. ¿Tendría, llegado ese momento, algo más para vivir por sí misma y guiar al país? No cuenta ahora ni con principios ni con hombres y, en consecuencia, no podría improvisar, ni los unos ni los otros. En sus ya largos años de vida, su escasa e intermitente actividad se ha gastado en una labor de denuncia; pero poco o nada ha dicho sobre como organizará las instituciones del país.

Creo recordar que alguna vez sostuvo que la “base” de la educación era la familia, lo cual quiere decir, o muy poco, o demasiado, y más bien lo primero que lo segundo. Y ¿Quiénes son los hombres de Acción Nacional?.Son los que en el porfirismo se llamaban personas decentes, lo cual quería decir, en la forma, una reminiscencia muy lejana del vestir inglés y, en el fondo, una mentalidad señoritil.

Y, de nuevo, mucho del valor que hoy parecen tener esos hombres de Gomez Morín, el jefe de Acción Nacional, casi un santo, y de Vicente Lombardo, la figura mayor del movimiento obrero, casi un villano; pero Manuel Gomez Morín sabe, como nadie en este mundo, que él no es superior a Lombardo ni mental ni moralmente.

México puede y debe tener, en suma, una fundada desconfianza hacia un partido; hacia todo partido que no haya sabido forjar en el ayuno de la oposición un programa claro, ahora sí que de acción nacional, y que no dé la reconfortante sensación de que la marcha es hacia un nuevo día y no hacia la noche, ya muerta y callada.

¿Qué remedio puede tener, entonces, la crisis de México?.
Se dijo desde un principio que la crisis es grave. Por una parte la causa de la revolución ha dejado ya de inspirar la fe que toda carta de navegación da para mantener en su puesto al piloto; a eso debe añadirse que los hombres de la revolución han agotado su autoridad moral y política. Por otra parte, no es claro el fundamento en que podría fincarse la esperanza de que la redención venga de las derechas, por el espíritu mezquino y la impreparación de ellas.

El único rayo de esperanza bien pálido y distante, por cierto, es que de la propia revolución
salga una reafirmación de principios y una depuración de hombres. Quizás no valga la pena especular sobre milagros; pero al menos me gustaría ser bien entendido: Reafirmar quiere decir, sí-firmar de nuevo, y de-purar, en este caso, querría decir, usar sólo de los hombres puros ó limpios.

Si no reafirman los principios, sino que simplemente se les adorna con vestidos o títulos, entonces no habrá en México autoregeneración, y, en consecuencia, la regeneración vendrá de fuera y el país perdería mucho de su existencia nacional y a un plazo no muy largo.


Ahora les pongo el editorial de Krauze hoy en el Reforma, que por cierto le tomó mas de un mes responderle al PEJE lo de la entrevista organizada por televisa en donde el PEJE se la dejó irineo hasta el tronco al Krauze, y ahora sale con sus comentarios a modo, pobre Krauze, me da la impresión que él es el que escribe los Mails anti-peje, pues si se fijan bien dice las mismas mamadas en su columna editorial: Que es mesiánico, que intolerante, que antitransparente, que antiderrapante, en fin leánlo, está de pelos.


¿Qué diría don Daniel?

Convencido, como estoy, de que el mesianismo político es incompatible con la democracia, en el programa "Diálogos por México" le pregunté a Andrés Manuel López Obrador si no consideraba que sus referencias a "una renovación tajante", a "una verdadera purificación de la vida pública"
podían corresponder más al lenguaje de un revolucionario o un líder religioso que al de un político republicano. "¿Sabes -me respondió- de dónde vienen las frases de 'renovación tajante' y de 'verdadera purificación' de la vida pública?
De don Daniel, en ese extraordinario ensayo que se llama 'La crisis de México', que escribió en 1946. Entonces claro que soy republicano, y claro que estoy absolutamente convencido que no se puede resolver el problema de México con un cambio cosmético ... se requiere una verdadera purificación de la vida pública."
Al releer el ensayo no encontré las frases exactas, pero sí la cita siguiente:


"El único rayo de esperanza ... es que de la propia revolución salga una reafirmación de principios y una depuración de hombres." Es claro que López Obrador se ve a sí mismo como ese "rayo de esperanza", pero su "proyecto alternativo" ¿concuerda con el de don Daniel?Daniel Cosío Villegas (que el pasado 10 de marzo cumplió treinta años de muerto) se movió entre dos coordenadas sucesivas: el ideario de la Revolución Mexicana y la tradición liberal. Pensaba que la Revolución se había propuesto varias "metas certeras": mejorar la condición de las mayorías, campesinos y obreros; promover la educación universal; reivindicar los recursos naturales y los valores culturales
de México.

A estas metas Cosío agregaba, por supuesto, la búsqueda de libertad y democracia. Ante las dictaduras totalitarias de izquierda y derecha y las tiranías latinoamericanas populistas o revolucionarias, Cosío Villegas vindicó siempre la libertad: "la libertad es un fin en sí mismo y, a la vista de la historia de nuestros días, el más apremiante que pueda proponerse al hombre".En
1946, Cosío Villegas sostuvo que la Revolución se encontraba in articulo mortis. Sus metas se habían alcanzado sólo a medias o se habían abandonado por falta de visión, iniciativa, técnica, constancia y honestidad. Estupendos destructores -escribió-, "todos los hombres de la Revolución Mexicana, sin exceptuar a ninguno, han resultado inferiores a ella".

Para comprender ese proceso de degeneración, se embarcó en la titánica tarea de rescatar nuestra historia moderna y pronto encontró la clave. La "llaga política" de México era la concentración de poder en manos del presidente: "el gobernante ... principia por pedir orden, trabajo, disciplina, y acaba por exigir acatamiento ciego y servil, la sumisión abyecta de todo el país".

Ignoro por supuesto la opinión que tendría don Daniel sobre su admirador tabasqueño. No obstante, a partir de sus ideas liberales y su persistente crítica al poder caben algunas conjeturas. Sobre la voluntad de "reafirmar los principios" de la Revolución y "depurar a los hombres", le asaltarían al menos dos serias dudas:

¿Cómo piensa ajustar López Obrador las metas certeras de la Revolución Mexicana a las realidades del siglo XXI? ¿Cómo puede hablar de purificación un gobernante cuya gestión en el gobierno del D.F. estuvo marcada por la opacidad en el manejo de los recursos y por graves escándalos de corrupción, nunca aclarados?

Sobre el "republicanismo" de López Obrador creo que las reservas de don Daniel serían aún mayores. Aunque el candidato del PRD ha repetido que admira a Juárez y a los "gigantes de la Reforma", cualquiera que lea La Constitución de 1857 y sus críticos (obra magistral de Cosío Villegas) puede advertir que los valores del tabasqueño no son los que encarnaron aquellos liberales y que tanto defendió don Daniel: la división de poderes, la autonomía del Poder Judicial, la libertad de expresión, la iniciativa individual sobre el poder del Estado y, ante todo, el respeto casi idolátrico a la ley.

Como jefe de Gobierno, López Obrador actuó como un presidente autoritario del viejo PRI, con "carro completo" en el Congreso, desdeñando las instituciones federales, las opiniones ajenas y el imperio de la ley.Las diferencias son abismales: Cosío Villegas era revolucionario "a la mexicana" y liberal puro. López Obrador, un líder mesiánico.

Sobre la revolución encabezada por un presidente electo democráticamente (aunque con mayoría relativa), recuerdo una anécdota que viene al caso. Cuando en 1970 quise indagar la opinión de Cosío Villegas sobre la reciente victoria de Salvador Allende en Chile, me dijo: "Cualquier liberal tiene que ver ese resultado con mucha preocupación." Sobre el segundo rasgo, conviene releer su libro El estilo personal de gobernar (1974), crítica feroz al "Gran Dispensador de Bienes y Favores, aun de milagros".

La circunstancia actual y la personalidad del candidato del PRD son distintas, de hecho inéditas. Un líder mesiánico que representa "al pueblo", "la justicia", "la verdad", "la pureza", y se cree perseguido como Cristo, sería visto por don Daniel "con mucha preocupación".

Cosío Villegas murió con una N de No en la frente. N de No ante el poder sin límites concentrado en la persona del presidente. Vale la pena recordarlo.


Para concluir, yo creo que vale la pena parafrasear a Don Daniel Cosío Villegas:
Enrique Krauze sabe, como nadie en este mundo, que él no es superior a Andrés Manuel López Obrador ni mental ni moralmente.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista en el Congreso

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