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jueves, agosto 23, 2007

EDITORIALES DE RUBÉN MARTÍN

3 de Rubén Martín:

Nuevo plan, misma receta neoliberal (nota completa)

Los planeadores políticos del estado han perdido por completo la brújula. El ambicioso Plan Estatal de Desarrollo 2030 que el gobierno de Emilio González Márquez ofrece para el siguiente cuarto de siglo presenta un diagnóstico incompleto de los problemas de la entidad, evade o ignora asuntos serios y ofrece como solución la misma receta neoliberal al dejar el desarrollo de la entidad en manos de la iniciativa privada.

La revisión del programa de gobierno que la Administración ofrece para el siguiente cuarto de siglo muestra, por decir lo menos, una visión idílica del desarrollo que se resume en la aspiración de ofrecer a los jaliscienses algo parecido al american way of life, con una sociedad mayoritariamente de clase media, sin pobreza, con empleo, ingresos, viviendas y servicios semejantes a los que ahora se tienen en Canadá.

Es difícil que alguien se oponga a alcanzar niveles y estadios de desarrollo a los que actualmente tiene la sociedad canadiense.

Hay una contradicción enorme, pues los planeadores oficiales ofrecen para llegar a esa meta la vieja receta neoliberal que justamente ha creado una buena parte de los problemas que pretenden resolverse.

Según el gobierno, el estatal, la receta para “desarrollar” a Jalisco consiste en apostar a que los capitales privados, nacionales o extranjeros, inviertan su dinero para crear empleos y generar así un círculo virtuoso.

Este proyecto ignora el desastre social que ha provocado el neoliberalismo en Jalisco. Se cita como cifra positiva el crecimiento del comercio exterior de Jalisco, pero no se dice que es, por completo, deficitario para la entidad, que ha desplazado a la burguesía tapatía de sectores enteros de la economía y que el modelo ha acentuado la dependencia de Jalisco a las empresas transnacionales de Estados Unidos.

El supuesto éxito de todo este modelo ha sido la maquila y especialmente la industria electrónica. Pero es ahí, justo, donde mejor pueden verse los aspectos negativos de este proyecto. Para los obreros jaliscienses han significado trabajos con mayores cargas laborales, salarios abatidos, nula sindicalización y esquemas de subcontratación que eliminan de facto décadas de lucha por prestaciones sociales.

El proyecto neoliberal ha generado esquemas de trabajo semejantes a los que existían cien años atrás; de hecho, varias de las luchas de obreros son parecidos a los que ocurrían en Jalisco al empezar el siglo XX: sindicalización, menores jornadas de trabajo, prestaciones sociales y mayores salarios.

La ilusión panamericana (nota completa)

Hace 20 años era la ilusión de la apertura comercial y la llegada de capitales externos, hace diez años la ilusión de la industria electrónica, ahora la ilusión de las elites del estado se centra en los Juegos Panamericanos.

Los promotores de esta competencia deportiva afirman que la realización de los Juegos Panamericanos en Guadalajara en 2011 puede dejar varios beneficios para el estado y para la zona metropolitana de Guadalajara. Dicen que gracias a esos juegos se promoverá a Jalisco a escala internacional, se provocará una inversión pública millonaria y se propiciará la reordenación urbana que se ha soñado para Guadalajara desde hace varios años. Apuestan, además, a que la separación entre el oriente y el poniente de la ciudad, en la calzada Independencia, desaparezca gracias a la construcción de la Villa Panamericana en el parque Morelos.

Pero como otros proyectos y aspiraciones de la elite tapatía, los Panamericanos son una ilusión, y la mayor parte de los beneficios que se le atribuyen son de difícil, sino es que imposible, concreción.

Lo primero que habría que dejar en claro es que los Juegos, como las Olimpiadas, son esencialmente proyectos deportivos organizados con el propósito de obtener beneficios privados.

¿Qué ganan con todo esto las poblaciones que son sede de estos juegos? La experiencia de Río de Janeiro (sede de los juegos este año) puede servirnos de referente. Para empezar, la organización de los Juegos en Río necesitó más de dos mil millones de dólares. Con esa millonaria inversión, se construyó una Villa Panamericana en una zona alejada del centro e instalaciones deportivas sobradas y ostentosas. Lo que más llamó la atención fueron los estados vacíos y la poca participación popular en el evento deportivo. La sociedad carioca no se involucró en los juegos.

Para Guadalajara la realización de los Panamericanos implicará una inversión seguramente superior a la de Río de Janeiro. Es probable que se requieran entre dos mil y 2,500 millones de dólares (más de 25 mil millones de pesos). Se trata de la mayor inversión pública que se haga en la ciudad en muchos años, y eso está bien, pero ¿a quién beneficiará esa inversión? Especialmente a las empresas que serán patrocinadoras de los juegos y a las empresas que participarán en el programa de construcción de los estadios, instalaciones y de la Villa Panamericana.

En resumen, parece un absurdo que las entidades públicas de Jalisco y de Guadalajara apuesten estratégicamente por un proyecto privado como eje para impulsar el desarrollo del estado y de la ciudad. Los Panamericanos son esencialmente un negocio privado, y la idea de que dejarán múltiples beneficios para los jaliscienses no pasa de ser una ilusión más de la elite tapatía.

Estereotipos en el parque Morelos (nota completa)

En Jalisco hay miles de gentes que no se dejan. En este mismo momento hay miles de ciudadanos que en todo el estado están peleando por sus derechos. Así ha sido en la historia de esta región. Pero también, siempre ha habido un desprecio, subestimación y hasta discriminación en contra de estos grupos y estas personas de parte de los grupos dominantes.

Esta subestimación o menosprecio de los de arriba se ha manifestado ahora en contra de los colonos que se oponen a la construcción de la Villa Panamericana en el parque Morelos.

Las acciones de protesta que han llevado a cabo los residentes de la zona donde quiere erigirse la Villa Panamericana fueron descalificadas, desde dos frentes. El presidente de Guadalajara, Alfonso Petersen, declaró que había intereses políticos ajenos entre las personas que se oponen al proyecto que él encabeza. Por su parte, el coordinador del Consejo de Cámaras Industriales de Jalisco, Javier Gutiérrez Treviño, fiel a la tradicional ignorancia de los dirigentes empresariales sobre asuntos sociales, criticó la “politización” que los vecinos del parque Morelos están haciendo del tema y remató diciendo que a estos les podría ocurrir como a los macheteros de San Salvador Atenco, que se quedaron “sin miel y sin jícara”.

En este viejo estereotipo de los que gobiernan hay un una subestimación de la gente común. El oficio de la política corresponde a expertos, especialmente a profesionales; los grupos sociales son por definición “apolíticos” y si empiezan a cuestionar de más o a hacer acciones que no se espera de ellos, como salir a la calle a reclamar lo que piensan que les corresponde, entonces están manipulados. Eso es lo que está detrás del estereotipo que acusa a los movimientos de “politizarse”. A lo mejor se dirá que estos grupos tienen derecho de hacer política, pero que no se vale que reciban apoyo o solidaridad de otros grupos. Eso sí es politización. Otra vez el estereotipo y la discriminación en contra de las luchas sociales. Sólo los políticos profesionales pueden aliarse. Está bien que Felipe Calderón se haya aliado con Elba Esther, Emilio González con priistas y que los empresarios inviertan dinero en las campañas de los candidatos. Estas alianzas y formas de actuación política sí son correctas, sí están permitidas.

El otro estereotipo que se lanza desde el gobierno, grupos empresariales y opinadores en los medios, es la idea de que el saber experto está concentrado en los de arriba, que los de abajo son únicamente receptores de los proyectos y la guía de estos expertos. El líder empresarial citado dijo que los vecinos del parque Morelos “se lo pierden” refiriéndose al proyecto de construir la Villa Panamericana en esa zona, y lanzó lo que para él era un insulto: una comparación con los macheteros de Atenco. Otra vez la ignorancia de las cúpulas empresariales: creen que sólo ellos saben lo que conviene a la sociedad y ese tipo cree saber más que los propios vecinos del parque Morelos, sobre lo que les conviene. No importa que 75 por ciento de propietarios de casas o negocios se opongan al proyecto (Mural, 17 de agosto), o no importa lo que sientan y quieran quienes ahí habitan. El gobierno, los urbanistas, los empresarios saben más lo que les conviene. Eso creía el imbécil de Vicente Fox sobre los pobladores de Atenco, creía que él les estaba ofreciendo el “progreso” al comprarles sus tierras por una miseria y que convertirse en empleados en el aeropuerto era mejor que ser dueños de sus tierras, de sus cultivos, de sus casas y de sus vidas. Es una torpe y limitada idea del desarrollo.

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