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martes, abril 25, 2006

OTRO ENFOQUE DE LA DESIGUALDAD.

José Blanco escribe en la Jornada:

José Blanco.

Desigualdad no es pobreza.

Los gobiernos mexicanos alegan. al enterarse de que los índices de pobreza empeoran, se estancan o, en alguna coyuntura, sólo mejoran ligeramente, que se trata de un fenómeno histórico: "mi gobierno no es el responsable de la pobreza, cuando yo llegué ya estaba, mi gobierno ha hecho A, B, C programas para mejorar el nivel de vida de los pobres".

La pobreza mexicana es, en efecto, un grave problema histórico estructural. Una nefasta consecuencia de este hecho son las falsas ideas que genera: para los ricos y aun para los propios pobres, la pobreza es algo connatural a los pobres; "es que así es la vida, hay pobres y hay ricos". Muchos ricos además están plenamente convencidos de que los pobres lo son por tontos y flojos. Se trata, por supuesto, de una forma más del analfabetismo de muchos ricos y de buena parte de los políticos.

La desigualdad, en efecto, tiene su historia. Comenzó con la Conquista, fue brutalmente profundizada durante la Colonia (se discutía si los indios tenían alma, es decir, para los españoles de entonces eran bestias de carga), continuó después de la Independencia que encabezaron españoles y criollos, usando como carne de cañón a ilotas y parias indígenas principalmente, y se extendió en el largo periodo del crecimiento y auge de los latifundios existentes antes de la Revolución Mexicana. La desigualdad era entonces más profunda que la de ahora, pero seguimos "contando" con una de las peores distribuciones del ingreso del mundo.

La historia de la desigualdad se recicló con las Leyes de Reforma, al ser expropiadas las comunidades e individualizada la propiedad de la tierra, junto con la amortización de los bienes del clero. Se recicla entonces porque las Leyes de Reforma al final "liberan" al productor directo de su lazo con la tierra, pues éste se ve obligado a venderla (regalarla sería un decir más preciso): con ello se inicia la formación del mercado de trabajo asalariado. La Revolución da nuevo impulso a esa tendencia con la liberación de los peones acasillados que, así, entran en la corriente social de conformación del mercado de trabajo. Se trata de un largo periodo que se inicia con la Reforma y queda firmemente establecido aproximadamente durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas.

Ese proceso no implica solamente el despojo de los ahora "liberados", sino aun fue preciso que, a través de las generaciones, los trabajadores adquirieran la "cultura" del trabajador asalariado y el salario fuera visto como "natural".

La historia continúa con la formación del Estado corporativo y la conformación, en los cuarentas, del charrismo sindical y del sindicalismo blanco -de pleno auge en los cincuentas, los sesentas y los setentas-, organizados por el Estado como el instrumento político central para iniciar el proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Al propio tiempo se mantiene en la pobreza a los campesinos, mediante el control de la CNC, los precios "de garantía" y la administración política de la distribución de la tierra.

Hablo, sí, a muy grandes rasgos, de la formación del capitalismo mexicano. Un capitalismo, ¡oh, Perogrullo!, subdesarrollado.

Más tarde llegaría la larga crisis económica, el vasto desempleo y, junto con ello, el aplastamiento de los salarios. En el ínter se firma el TLCAN, que deja en desventaja a gran cantidad de productores del sector primario, entre otras cosas debido a que el gobierno no hizo nada para elevar la competitividad de estos productores.

De modo que sí, la desigualdad tiene historia: produce simultáneamente ricos extremos y pobres extremos y otros menos ricos y otros menos pobres; pero el futuro no es ineluctable y simple continuidad de una férrea necesidad.


Para los gobernantes de este país decir que la desigualdad es un problema histórico significa o que es irresoluble o que, al menos, llevará muchos, muchos años resolverlo. Se dice, por supuesto, que no se le va a quitar a los ricos para dar a los pobres. Es decir, nadie quiere atacar la desigualdad, sino la pobreza en sí misma y, además, con mejoralitos. Paliar el hambre de un segmento -aunque sea cuantitativamente importante- de los pobres es el objetivo. Se palía el hambre de los pobres, en conciencia de que es una forma de obtener votos, evitar revueltas y dejar incólume la desigualdad, porque la pobreza no será superada con tales programas y la riqueza se dejará intocada.

El Informe Sobre Desarrollo Humano 2005 del PNUD afirma que 5 por ciento del ingreso de la quinta parte de los hogares más ricos de México serviría para sacar de la pobreza a 12 millones de mexicanos. Si en un pacto social para el desarrollo obtenemos ese 5 por ciento vía fiscal, obtenemos otro 5 por ciento de la evasión y la elusión fiscales y lo etiquetamos, agregamos un programa bien hecho con parte de las remesas propiedad de sus recipiendarios, y damos seriamente educación de alta calidad para niños y adultos pobres, el problema histórico estructural sufriría un paro cardiaco, en un marco capitalista.

Este tema se concatena con el otro de Carlos Fernandez Vega. Y tiene mucho que ver con el proyecto alternativo de nación que enarbola AMLO y todos los que lo apoyamos.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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