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viernes, abril 14, 2006

LOS INTELECTUALES.

Ricardo Raphael escribe en el Universal:


Ricardo Raphael
14 de abril de 2006
Los intelectuales

M anuel Espino Barrientos, presidente del Partido Acción Nacional, anda medio rabioso y se pone a dudar de toda integridad moral, si es que el agua no le llega a su molino. Ahora resulta que en México lo mejor es que los intelectuales se guarden la opinión o, de lo contrario, sus dichos serán tomados como sospechosos.

Más inspirado en Rocky IV que en Shopenhouer, declaró esta semana que el candidato de la alianza Por el Bien de Todos "recibirá más carambazos para que no se vuelva a poner tan gallón" (La Jornada 11/04/2006). Y luego advierte, con todas las tripas, que no necesita preguntarle ni a los analistas ni a los mercadólogos sobre lo que está ocurriendo en esta contienda presidencial.

Para él, mejor cosa es recurrir a "los especialistas en pleitos callejeros (quienes) dicen que cuando el peleador que va ganando se mete en el terreno del que iba perdiendo, hay señal de que ya te ganó la corona".

En efecto, cuando se está en presencia de una mente tan profundamente ilustrada en el pensamiento sin neuronas, no es necesario incurrir en actos que lleven al entendimiento. ¡Que a todos nos agarren confesados si Calderón gana la Presidencia y a este profeta de El Yunque se le vuelve un todopoderoso!

Justo en estos días en que los piadosos habrían de estar haciendo actos de contrición, Espino ha enderezado su ataque particular contra Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Fernando del Paso y Carlos Montemayor por haber externado públicamente sus respectivas opiniones en contra de la llamada guerra sucia, que por ahora se nos ha vuelto el único dato evidente del proceso electoral.

Para la derecha, esos intelectuales habrían de actuar tal y como Poncio Pilatos hizo en su momento. De no hacerlo así, como también les amenazara José Espina, secretario general de ese mismo partido: ¡habrán de asumir las consecuencias!
Todo indicaría que desde la trinchera de los golpeadores están desposeídos de voces que les respalden. Y sin embargo, no todos los intelectuales de este país son lopezobradoristas. Ahí está Jaime Sánchez Susarrey, quien, olvidándose de otros tiempos en que su mente andaba menos ociosa, ha escrito un novela panfletaria, mala copia de las peores alucinaciones que Rafael Loret de Mola haya aportado a la literatura mexicana, donde describe el malhadado escenario que le sobrevendría a nuestro país de triunfar López Obrador.

Lo cierto es que ni unos ni otros intelectuales se están preocupando demasiado por su prestigio en estos días. Y es que el prestigio que otorga mirar las cosas desde la Torre de Marfil no pareciera ser en el presente el más deseable.

Hay momentos en la historia de la sociedad propia en que la inteligencia tiende a atrofiarse si se mantiene alejada de la realidad. Como anotara en su tiempo Max Weber: "Un investigador que pretenda quedarse sólo en eso, en investigador. se arriesga a perder el nervio moral y, en última instancia, su propia humanidad, porque se niega a vivir la experiencia de la responsabilidad" (citado por Gianfranco Poggi). Y es innegable que este momento por el que está transcurriendo nuestro país es uno de aquellos en que no es posible lavarse las manos para fugarse de lo concreto.

Lo que en esta contienda está emergiendo es más que una candidatura presidencial. Se trata, por su rugosa textura y su tirante fibrosidad, de un fenómeno que rebasa los alcances de la teoría política. Por mucho, lo que los mexicanos tenemos frente a nuestros ojos es un evento societal mayor. Un asunto sociológico de proporciones aún incalculables.

En cada declaración, en cada descalificación, en cada argumentación, de uno y otro lado, se asoman identidades antitéticas y muy endurecidas; visiones de país altamente contrastantes. En los hechos, los candidatos y sus partidos son más la representación del estamento social al que pertenecen, que los convocantes civilizados de una oferta democrática. Y son precisamente estos estamentos, y no sólo sus abanderados, quienes en esta contienda se están disputando a la nación.

En efecto, de este fenómeno no se puede estar aparte. Los intelectuales habrán de defender su oficio en estos difíciles tiempos tratando de ofrecer lecturas serias de tal realidad. Ese es su único compromiso y por su capacidad para materializarle habrán, en todo caso, de ser juzgados.

Profesor del ITESM .

Una muy buena razón para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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