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jueves, abril 13, 2006

CAMPAÑAS COCHINAS.

Este es el editorial de hoy del Universal:


EDITORIAL DE EL UNIVERSAL
13 de abril de 2006.
Campañas desaseadas.

Preocupa el nivel de agravios en que han caído las campañas electorales en su prurito de no perder puntos en las encuestas diarias sobre los candidatos a la Presidencia de la República.
Azorados e indignados asistimos a un torneo de imputaciones escandalosas y de agresiones despiadadas, como formas de disminuir al adversario y en compensación ganar altura.
En el episodio más reciente, la periodista y escritora Elena Poniatowska, autora de obras testimoniales de la historia presente de México y activista social, en pleno uso de la libertad de expresión y en su derecho de tomar una opción política, apareció en un spot de televisión favorable al candidato del Partido de la Revolución Democrática, Andrés Manuel López Obrador, el cual fue revirado con un spot del Partido Acción Nacional en el que se usa parte del primero con las conocidas tomas de René Bejarano recibiendo un portafolios con dólares.
Sobre la señora Poniatowska cayó una lluvia de improperios, y el PAN fue acusado de desarrollar una guerra sucia por recordar un posible hecho de corrupción perredista.
La propaganda negativa es utilizada siempre, de una u otra manera, en la lucha por el poder, pero cuando toda una campaña electoral consiste en sólo propaganda negativa, es hora de preguntarnos si merece triunfar el candidato más capaz de denigrar a sus rivales, sin importar que no presente un verdadero proyecto de nación, atractivo pero viable.
Eso es lo que estamos viendo ahora. Un candidato ha sido retratado como un Tartufo y padrino de la mafia, otro aparece rodeado de corruptos y su izquierdismo anquilosado lo hace peligroso para todos, y el tercero es un anodino monaguillo impotente y retardatario, según la propaganda.

Con esas estrategias de campaña la depresión desplaza a la esperanza. La pena y la vergüenza son mayores en la medida en que es evidente la existencia de mexicanos bien dotados, honorables y dignos que podrían estar en la competencia electoral, pero es obvio que su propia valía los hace inadecuados para esa justa.

Antes, las campañas electorales eran carnavales de elogios ditirámbicos para el candidato. Las más increíbles virtudes se le endilgaban sin ningún recato y él las aceptaba sin escrúpulos. Era una farsa despreciada en las urnas. Ahora estamos en el extremo de los exabruptos. Tenemos que deplorarlo.

Ni los candidatos ni los partidos parecen dar el primer paso en serio para llevar la lucha a estadios de decoro, de ideas y propuestas. El Instituto Federal Electoral, que conduce los procesos comiciales, tampoco se ve con la decisión de imponer el orden, de marcar unas claras reglas de conducta que permitan a los ciudadanos escoger a su candidato por buenas razones, no por golpes bajos.

Los candidatos parecen empeñados en mostrar sus malas artes, no sus cualidades. No podemos resignarnos a elegir entre lo malo y lo peor, lo sucio y lo desaseado.

Estamos a 11 semanas de las elecciones y todavía esperamos los proyectos de un gobierno que nos devuelva el crecimiento económico y la seguridad, que liquide la corrupción y detenga la dilapidación de las riquezas naturales de México.

Vamos a llegar a las casillas de votación con imágenes nada positivas de quien será Presidente de la República para gobernarnos seis años.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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