Miguel Angel Granados Chapa escribe en el Reforma:
Un día especial.
Los tres principales candidatos dirigieron los partidos que los postulan. Además los dos tabasqueños tuvieron experiencia de gobierno durante más de un lustro y el michoacano fungió unos meses como secretario de Estado.
El ex presidente Luis Echeverría no votará en la jornada electoral de hoy. Roberto Madrazo, el candidato presidencial de su partido, no podrá contar con ese sufragio. Desde el viernes Echeverría está sometido a arresto domiciliario, pues un magistrado ordenó su aprehensión, por genocidio, atribuyéndole participación en la matanza de Tlatelolco, en tanto que secretario de Gobernación. En el curso de la próxima semana otro juez decidirá si inicia proceso en su contra. Es probable que lo deje en libertad. Pero, por lo pronto, hoy no podrá salir de su domicilio en San Jerónimo Lídice, en el sur de la Ciudad de México. Miembros de la Agencia Federal de Investigación se lo impedirían si pretendiera hacerlo. Su casa es su prisión.
Aun si la resolución judicial contra Echeverría fue tomada sólo en función de términos procesales, a cuya observancia estricta está obligado el juzgador, el que un hombre emblemático del sistema autoritario priista esté hoy en prisión, por más que sea virtual y provisional, genera efectos electorales, porque se produce en vísperas de una jornada particular, singularísima.
El partido que hizo elegir a Echeverría el 5 de julio de 1970, su partido, mostró irritación y acusó el golpe, como si la medida se dictara ahora con el propósito de dañarlo. En cambio, el partido del gobierno, que insistió en gloriarse, vanagloriarse aun en los días de veda propagandística (así lo hizo el secretario de Hacienda, por ejemplo), puede añadir a su hoja de resultados éste producido por la Fiscalía especial creada por el presidente Fox.
Y la multitud que escuchó el miércoles a Andrés Manuel López Obrador rendir especial homenaje "al movimiento de 1968" experimentará la satisfacción que se expresa en la fórmula autoestimulante y multiusual de "sí se puede".La prisión de un ex Presidente, poderosísimo, que dispuso en rigor estricto de vidas y haciendas, agrega un dato más de peculiaridad a esta fecha. Hoy se consuma (aunque sus secuelas continuarán por la vía institucional durante julio y agosto) el primer proceso electoral realmente contendido y equilibrado, sometido a arbitraje jurídico y a una voluntad política central.
Todavía hace seis años, pese a sus flaquezas, gobernaba un Presidente dotado de plenos poderes, de amplísimos poderes si queremos matizar la contundente expresión anterior. Al reconocer la victoria de la oposición, la primera en la historia mexicana admitida por el poder, el presidente Zedillo ejerció el arbitraje político que en ese momento era necesario para reforzar el de carácter jurídico que ahora, sin necesidad de tal apuntalamiento, da certidumbre a la elección.
El proceso que hoy llega a su punto culminante generó varios malestares en la sociedad. Ofendió su altísimo costo y su vacuidad (y, en sentido contrario, hizo acendrar la conciencia de que esta sea la última campaña prolongada, onerosa y centrada en las descalificaciones). Abrió el riesgo de que la capacidad de los ciudadanos de construir el gobierno, que es un instrumento de concordia, se convirtiera en su contrario.
Oleadas de rumores dispersos en internet, mensajes televisados, mentiras impresas, produjeron miedo y odio, dos de los ingredientes de que debe prescindir la democracia en general y de modo específico su expresión más visible, el voto, cuya emisión es ejercicio de inteligencia y voluntad.
La pretensión de sembrar discordia y engendrar temores había sido desplegada antes, aunque ahora adquirió alcances y resonancias más eficaces. Se reciclan hoy patrañas, advertencias y chismes que en 1988 presentaban a Cuauhtémoc Cárdenas como encarnación del mal. Hasta los chistes de entonces, ilustrativos de las dolencias de un sector timorato y desdeñoso circulan de nuevo: el niño que, alborozado, lanza porras al candidato de la izquierda contesta, cuando se le pregunta con extrañeza por su extravagante conducta, que lo hace porque sus padres anunciaron que al triunfo de tal candidato radicarán en Miami. Y él ha sido enseñado a querer tal destino.
Es singular esta jornada por la vasta movilización social que implica. El voto será ejercido por más de 40 millones de personas, porcentaje mayoritario de los 71 millones inscritos en el padrón. Recibirán los sufragios no funcionarios o dependientes del gobierno como era regla hasta hace un cuarto de siglo, sino ciudadanos comunes y corrientes elegidos al azar, que suelen admitir más con gusto que embarazo el nombramiento para ser parte de la mesa directiva de casilla.
Los miembros de los consejos electorales (uno federal, 32 locales, 300 distritales) tienen su origen en acuerdos partidarios, más o menos satisfactorios para las partes y están sujetos al escrutinio de los propios partidos participantes y de diversos modos de examen ciudadano. La jornada de hoy será además supervisada por miles de observadores nacionales y extranjeros.
Cuarenta y tres empresas e instituciones quedaron autorizadas por el IFE para realizar encuestas de salida y conteos rápidos, mecanismos estadísticos que miden tendencias, y cuya difusión está regulada y favorece el cotejo y contraste de cifras, por lo que no puede tener éxito (no duradero al menos) la difusión de datos amañados.
No está cancelado por completo algún intento de manipulación de esos sondeos, pero es posible atajarlo, e impedir que genere desconcierto. El fraude cibernético, cuya posibilidad parece alentada por el uso irregular del padrón por el Partido Acción Nacional, y por el exitoso trabajo de invasores que prolongan hasta la última hora el embate contra López Obrador al usurpar su página web con un mensaje ridículo; el fraude cibernético, digo, está excluido.
Una intromisión exitosa podría, admitámoslo como reducción al absurdo, deformar los datos del programa de resultados electorales preliminares, pero aun si generara peligrosa confusión no podría modificar los resultados que constan en los paquetes electorales cuyas actas, avaladas por cientos de miles de representantes de los partidos, son la materia del cómputo distrital el miércoles próximo y de los siguientes pasos del escrutinio.
La contienda partidaria ha tenido tres protagonistas (y las dos fuerzas restantes no por exiguas quedarán al margen del reparto de ganancias electorales). La intención del voto por la Alianza por México (PRI y PVEM) parece rezagada en las mediciones de los encuestadores, pero aun así la elección producirá tres tercios de semejante dimensión. Ninguna fuerza aplastará a otras.
Quizá haya equilibrio a la hora de sacar cuentas: una coalición ganará quizá la Presidencia pero sus contendientes compensarán su posición en esa contienda con avances y consolidación de su emplazamiento legislativo. Si los rumores disolventes atendieran a una mínima racionalidad deberían tener en cuenta, cuando asustan con la imaginaria pretensión de López Obrador de perpetuarse en el cargo que, de producirse tal aberración en su ánimo, le sería imposible concretarla. Miguel Alemán, Luis Echeverría y Carlos Salinas dieron muestra abierta de cuánto les satisfaría ser reelegidos. Y no pudieron, pese a la plenitud de sus ponencias, avanzar un milímetro en su pretensión.
Menos podría hacerlo quien conviva con un Congreso dividido y un Constituyente permanente inmanejable a capricho.Los tres candidatos principales fueron dirigentes políticos, encabezaron los partidos que los postulan. Madrazo y Calderón ganaron experiencia legislativa, el primero en las dos Cámaras federales. El segundo dirigió además su bancada. Sólo ha participado en el gabinete federal (como fue regla para ser candidato en el antiguo sistema), si bien sólo permaneció en él unos 17 meses, menos de ocho en Banobras y nueve en Energía.
Los dos aspirantes tabasqueños tuvieron experiencia de gobierno durante más de un lustro. López Obrador, dos veces candidato a gobernar una entidad que en el censo de 2000 tenía cerca de 2 millones de habitantes, rigió una que cuenta con casi 9 millones.
Si se me permite expresar mi preferencia, digo que votaré por la coalición Por el bien de todos. Su programa pone énfasis en el crecimiento económico en pos del bienestar y la equidad social, y su candidato presidencial vive una vida diferente y ajena a la que disfrutan, con cargo al erario, quienes nos han gobernado, más para servirse que para servir.
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domingo, julio 02, 2006
MI VOTO ES POR LA COALICION POR EL BIEN DE TODOS.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 8:46 a.m.
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