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jueves, diciembre 21, 2006

¡QUE HUEVOS!

Huevos de oro.

Sara Sefchovich.
21 de diciembre de 2006.

No cabe duda que somos un país que todo lo destruye, aun lo que nos da de comer. Ya en el siglo XVII Carlos de Sigüenza y Góngora se lamentaba "de la poca duración de todo lo que en nuestra América empieza grande".

Y, en efecto, piénsese en Pemex. Se trata de la empresa cuyas aportaciones directas e indirectas constituyen más de la tercera parte de los ingresos del gobierno federal. Y, sin embargo, su situación es lamentable.

Escribe Enrique Calderón: "Los estados financieros, los montos destinados a inversión, la eficiencia, la productividad, el desarrollo y la generación de tecnología propia, el valor agregado de su producción, sus estadísticas de accidentes, el efecto en la formación de cadenas productivas locales, etcétera, ponen de manifiesto lo que puede ser considerado un verdadero desastre.

"Pemex está ahogada en la corrupción, en derroche de recursos en oficinas, viajes y actividades inútiles, en una deuda que alcanza niveles alarmantes, en una dilapidación del patrimonio. Pero, sobre todo, nunca se apoyó ninguna investigación y se prefirió seguir el camino de la dependencia tecnológica". Eso a pesar de que se creó el Instituto Mexicano del Petróleo, que, sin embargo, nunca cumplió con su función.

El resultado de lo anterior es que hoy nos hemos quedado rezagados, importamos gas, petroquímicos y productos refinados y estamos atrás incluso de países que no tienen petróleo, como España.

Pemex pone en evidencia el vicio central del sistema político mexicano: arrancarle hasta el último centavo a la gallina de los huevos de oro y dilapidar los enormes flujos de dinero que se han obtenido por el petróleo, sin aprovechar la oportunidad para convertirlos en motores del desarrollo.

No quiero pensar lo que sucedería si cayeran los precios internacionales, disminuyeran las reservas o se agotaran los pozos, como ya está sucediendo en Cantarell. Ya lo experimentamos una vez, en los tiempos de López Portillo, y la crisis fue brutal. ¡Cómo sería ahora cuando además no contamos con una clase política capaz de negociar y de poner al país por encima de sus intereses partidistas!

Y piénsese en el turismo. Se trata de la otra fuente importante de ingresos y de inversión extranjera. En 2004 el entonces secretario del ramo, hoy ratificado en su cargo a pesar de que no pudo sacar adelante al sector, reconoció que no sólo no hay crecimiento, sino que incluso hay una caída en cuanto al PIB y a la generación de empleos. Y hace unos días insistió en los negros prospectos que nos esperan por la disminución de visitantes, que él atribuyó a la situación en Oaxaca y en la capital.

Pero el señor Elizondo no nos dice toda la verdad, pues ésas no son las únicas razones de los problemas en el sector. Si no se vinieran arrastrando por años un montón de equivocaciones y errores, seguramente se podría sobrevivir a las bajas temporales del flujo de turistas.

Además de los factores exógenos, como la baja generalizada en el turismo a causa del miedo al terrorismo y de las restricciones que se han puesto para viajar, hay problemas nuestros, como la inseguridad reiteradamente denunciada por las autoridades de otros países.

Y también está la forma como se manejan las cosas. Daniel Hiernaux ha afirmado que la caída del turismo se debe a que la principal equivocación fue la apuesta que se hizo desde los años 60 a un cierto tipo de turismo de lujo que usa las grandes instalaciones turísticas transnacionales en detrimento de las más pequeñas y las nacionales.
Otros autores señalan el problema de los malos servicios (reservaciones no respetadas, tarifas cambiadas, descuido de los sitios e instalaciones turísticas, mala atención a los visitantes), lo cual ha redundado, según un estudio de la Universidad Ryerson de Canadá, en una muy baja tasa de retorno, una de las más bajas del mundo. Los turistas vienen una vez y no vuelven.

Y no se puede pasar por el derroche y la corrupción, presentes en este sector como en todos los demás.

El hecho es que la situación ha llegado a ser tan grave, que hasta Felipe González, el ex gobernante español, se preguntó el año pasado en una reunión de empresarios nacionales en la que fue orador principal, cómo podía ser tan lamentable lo que pasaba con el turismo, considerando que el país tiene tanto para ofrecer. ¡Y es que hasta otros mucho más pobres como Jamaica y Cuba tienen ritmos superiores de inversión y desarrollo de ese sector!

Cada vez que empieza un sexenio renacen las promesas. ¿Cómo creer en ellas?, ¿será posible enderezar y revivir a nuestras gallinas de los huevos de oro?

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