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jueves, diciembre 21, 2006

LA QUE SE QUISO EMPODERAR.

La Rabina Tagora.

María Teresa Priego.
21 de diciembre de 2006.

Marta Sahagún. Comenzó "su" sexenio. Citando. A santa Teresa. La poeta. De "Vivo sin vivir en mí". La de los "raptos" místicos. Más sensualmente descritos. En la historia. De los "arrebatos" femeninos. Terminó citando. A la Rabina Grand Tagora. La mujer barbada. Cuya existencia. Marta reveló al mundo.

No sólo de look . Vive la feminidad. Que no se les olvide compañeras. La cita "sofisticada" es a la inteligencia de una mujer. Lo que Ferragamo es a sus pies. No hay glamur terrenal. Que valga. Si se descuida. El glamur del alma.

La transexualización de Tagore. Fue cómica. Y confesional. El eje de vida de la musa alabastrina. Del héroe de la democracia (pareja presidencial dixit). Estaba condensado. Por su boca y a pesar suyo. En ese invento innecesario. ¿Para qué citar a un autor que no conocía? Porque nunca se trató de ser. Sino de parecer. A pestañazos Pixie. Avanzaba. La pasionaria kikismikis. Hacia la inmortalidad. Entre sábanas caras. Bordadas de espiritualidad. Y equidad de género.

Aparentar. Laboriosamente. Era tan "culta". Citando a Tagora. Como fue feminista. Sirviéndose de un discurso de género. Que se quedó. En las meras palabras. Como una traición flagrante. E imperdonable. Marta Sahagún utilizó las causas de las mujeres. Como leit motif sexenal. Banalizado. En las revistas del corazón. Donde desgranaba su vida. Y proyectaba ese futuro afortunado. Para las chiquillas y los chiquillos. México ya era un país. Lo suficientemente civilizado. Como para merecerla. A ella. El águila mocha. Tan poco glamurosa. De su bienamado. Sería sustituida por su personal aguilita. Diseñada. Con fibras naturales. Por Pineda Covalín.
"Nadie en la memoria había utilizado tanto el poder presidencial, siendo depositaria de ningún poder", escribió Raymundo Riva Palacio. Hace añicos. Refiriéndose a Marta. ¿Para qué utilizó ese poder? ¿En beneficio de quién? Que no fuera ella.

Dicen. Que "soñar no cuesta". Depende. De quién sueña qué. Cuál es el ámbito de influencia del soñador. Qué tan claro le queda. "Que los sueños, sueños son". Si los límites se confunden. Y el sueño se convierte en puesta en escena. ¿A costa de quién sueña el que sueña? Marta. Soñó. Con cargo al erario. Con los mexicanos. Como público. Soñó que era otra. Soñó que era fascinante. Soñó que como Evita. Pasaría a la historia. Salvando mujeres. Sus "desarrapadas" de elección.

No tuvo tiempo de hojear. Ni la primera página. Del primer estudio de maltrato doméstico. No escuchó. Las necesidades. De una sola mujer. Cuando ya publicaba. En el 2000. Su autobiografía. "Marta. La fuerza del espíritu. La historia del nacimiento de un ideal para cambiar una nación". El "ideal de nación". Mecido. En una cunita de Zamora. Todo un curso de historia.

"Fui golpeada". Repetía. Con el corazón en una mano. Tantas mujeres la acogieron empáticas. Esperanzadas. ¿Qué hizo por ellas? Le ganó. La tarjeta de crédito. Que traía en la otra mano. El laberinto de espejos. De Zamora. Ampliado. "El beso que dará la vuelta al mundo". Dijo. En el traspatio del Vaticano. Para mostrarse inmersa en la feminidad. Citó a un hombre travestido. Para "apoyar" a las mujeres. Decidió. Autonombrarse icono. De la mujer maltratada. Que se "empodera".

Con eso bastaba. Su historia de maltrato. No fue. Puente. Para mirar y sostener a otras mujeres. Sino su máscara. Para hacerse mirar. Por ellas. Las feminidades heridas. De la realidad. Se quedaron. En la cuneta. De la historia. Mercadotécnica y ejemplar. De la digna discípula. De la Rabina Tagora.

Escritora

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