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domingo, junio 04, 2006

EL ROSTRO DE LA CRISPACION.

Rafael Loret de Mola escribe:

De cara al inminente debate entre los postulantes a la Primera Magistratura, todos pretenden parecer ponderados. No conviene mostrarse provocador ni altanero cuando la sociedad da muestras, por demás claras, de su hastío.

Y es que, sencillamente, se han sobresaturado los espacios, casi al nivel de la asfixia colectiva, con la omnipresencia de los actores listos a desempeñar el otrora papel más trascendente de la vida pública.

Ya hemos dicho cuál es la verdadera perspectiva hacia el futuro: la de un presidente vulnerable, acotado, supeditado al poder económico y a las recetas provenientes de éste a falta de capacidad operativa para hacer valer promesas, digo, propuestas de campaña.

Entre los mexicanos, sin embargo, la crispación está a flor de piel. Se percibe así incluso en los constantes incidentes de tránsito y frente a la secuela noticiosa que exhibe un horizonte por demás confuso, irritante: por ejemplo, la visión del único guerrillero pacifista de la historia desfilando con su pasamontañas, y sin perder la compostura intelectual del fumador irredento de pipa, rodeado de elementos judiciales e incluso del Estado Mayor Presidencial, abreva en los campos de la exaltada simulación con la cual se ha pretendido, una y otra vez y algunas ocasiones con éxito evidente –los “votos del miedo” como muestra-, modificar el curso político del país.

Hay disgusto y, por lo tanto, riesgo de una reacción social incontrolable aun cuando, por lo que parece, el proceso comicial no tenga mayor interés entre una colectividad capturada, ahora mismo, por el frenesí futbolero que, por cierto, también incidirá en el ánimo general durante la fase final de la tormenta política.

¿Quién se levantará el 2 de julio a votar si la selección tricolor pierde un día antes su derecho a permanecer en las finales del torneo mundialista? Y si gana ya vemos al señor Fox, eufórico, rodeando la columna de la Independencia llevando en andas, claro, a Martita, la gran protagonista del sexenio sin cambio, con sendas banderitas mexicanas para llenar de color y glamour la celebración “histórica”... a la par con las bienaventuranzas presidenciales cuando se legitimó el sagrado derecho de los poderosos estadounidenses a cazar a los indocumentados en la frontera más transitada en el mundo.

Simulaciones, claro. Y aunque el proceso de maduración de la sociedad mexicana es lento, gradual como propuso el señor Fox para truncar así el cambio drástico prometido, algo alcanza para sopesar las inducciones, sobre todo las más evidentes como las mediáticas, y explicarlas como fallidos intentos por establecer una especie de “burbuja”, que se eleva pero siempre revienta, en torno a cada uno de los aspirantes convertidos, cada quien en su capillita, en centros neurálgicos del pulso nacional.

Por ello, claro, no sienten rubor alguno cuando expresan, tratando de parecer serios pese a que todos han caído en un interminable festín de exabruptos, su propósito de reconocer, cualquiera que fuese, el resultado de las elecciones federales en cierne evitando con ello los previsibles desbordamientos populares y hasta los presuntos intentos de asonadas que algunos observan para exaltar el perfil violento de sus adversarios con nombres y apellidos incluidos muy a pesar de la inútil cruzada del Instituto Federal Electoral, obviamente rebasado, por evitar descalificaciones tendenciosas siquiera en los socorridos mensajes publicitarios.De torpeza en torpeza anclamos en la inercia, primero, y en la crispada confusión, después.

Mirador.
Andrés Manuel López Obrador, entre los vaivenes de las encuestas –algunas de ellas obviamente mentirosas al presentar escenarios dramáticamente equidistantes-, parece el más interesado en subrayar que, por cuanto a él toca, no debe esperarse un desenlace violento, incontrolable, a partir del esperado lunes 3 de julio, centro de todos los exorcismos políticos imaginables.

Esto es para que no quepa la menor duda de su sentido de responsabilidad, dice, a sabiendas de cómo actuó tras el controvertido juicio de procedencia contra él el 7 de abril del pasado año. ¿Y cómo procedió entonces? Con pleno conocimiento de las resistencias del sectarismo obcecado, reflejadas en el proceder del Congreso mayoritariamente adverso a su postura, habló ante el pleno, descalificó al gobierno de la República y, sencillamente, abandonó el recinto camaral sin esperar siquiera la réplica de sus acusadores.

Sabía, sí, que nada haría variar la consigna ni la sentencia condenatoria; y, al mismo tiempo, reflejó su profundo malestar por no contar con llave alguna para destrabar la ingobernabilidad. Y por ello se fue, desdeñoso del Legislativo, a refugiarse en el calor de un pueblo soliviantado contra la injusticia. Tal fue la historia aun cuando sean varias las interpretaciones marcadas por las conveniencias de grupo.

Lo anterior podría constituir un antecedente a la disyuntiva entre la ley y la justicia, marcada claro por los usos facciosos del poder. Así, la justicia sólo será la que sea acorde con el proyecto de gobierno y la ley, es decir la de los límites insondables para mandatarios y funcionarios, únicamente refugio de camarillas indeseables.

Desde ahora mismo es factible asomarnos al balcón del futuro ineludible.Desde luego, ninguna tendencia hacia la dictadura puede justificarse ni siquiera exaltando un origen supuestamente democrático. Recuérdese el triste caso de Alberto Fujimori en Perú en esta hora en que la línea hacia la reelección en diversas naciones del sur del continente –ya se sumó Colombia y posiblemente ocurra otro tanto en Perú dentro de unos días-, corrobora la fuerza de la continuidad bajo el peso de la manipulación colectiva.

Como en México la reelección presidencial no está prevista, el continuismo se extiende gracias a otro elemento sustantivo: la complicidad.

Polémica.
De una manera u otra no puede asegurarse que una sola voz, una sola, pueda detener el flujo de la rebeldía cívica. Así como me parece una ofensa pretender que los votos de millones de maestros dependen sólo de la línea de la inamovible dirigencia caciquil, lo mismo puede decirse de cuantos proponen que la protesta ciudadana, previsible si el desaseo electoral rebasa los controles previstos, podrá vadearse si el abanderado de tal o cual partido opta por el sacrificio con tal de evitar desbordamientos... como dicen que hizo el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas frente a la coyuntura de 1988.

Por ello la crispación latente, por el estado de indefensión frente a la violencia y el predominio de los carteles y los grupos delincuenciales organizados por todo el país –amen del centenar de gavillas armadas que operan en diez entidades federales de acuerdo a la relación en poder de la Secretaría de la defensa Nacional-, puede ser el detonante de una grave crisis poselectoral que pudiera interrumpir la “tersura” de la transición política.

No será como en 2000 bajo el impulso de la euforia; ahora, el desencanto es mayor... ¡y peor será si en el fútbol mandan a los seleccionados a casa con las cajas destempladas!Porque, al fin y al cabo, ninguno de los actores políticos relevantes ha enunciado cómo podrá gobernarse a una nación dividida por sectores intransigentes y poderes enfrentados a nombre de la difamada democracia.

Por las Alcobas.
Corría la década de los sesenta en México. El glamour rodeó al ejercicio público y las derramas presupuestarias acrecentaron las obras públicas aun cuando se forjara, al calor de la corrupción ingente, una casta de nuevos ricos a la sombra genealógica de la “gran familia revolucionaria”.

Fue entonces cuando alguien se acercó al presidente Adolfo López Mateos para insinuarle:--No son pocos, señor, quienes se aprovechan de la generosidad de usted y están hincándole el diente al presupuesto. El mandatario sonrió, extrajo de su bolsillo la cajetilla de “Delicados”, infaltable, y encendió uno; y luego de una profunda, larga aspiración, sentenció:--Cada mexicano tiene metida la mano en el bolsillo de otro mexicano... ¡y pobre de aquel que rompa la cadena! Poco menos de un siglo después el dilema sigue dándose entre la corrupción y la simulación, hermanas gemelas en el quehacer público.- - - - - - - - - - - - -

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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