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miércoles, mayo 17, 2006

CONJURAS ILICITAS CONTRA EL ADVERSARIO.

Cuahutemoc Arista escribe en Proceso:

Conjuras y escepticismo.
cuauhtémoc arista/ apro.

México, D.F., 16 de mayo (apro).- Cuando Andrés Manuel López Obrador aspiraba a gobernar el Distrito Federal en el año 2000, el candidato del PRI no podía ser más ilustre entre la clase política mexicana: era Jesús Silva Herzog (Jesús Silva Flores para los cuates).

El candidato panista no podía ser más querido entre la gente del dinero, porque era de buena familia, no se contaba entre los cartuchos quemados del PAN capitalino –dejó en el camino al bilioso Gonzalo Altamirano Dimas--, y además podía legitimar a sus patrocinadores con su antecedente legislativo y fama de buena gente: Santiago Creel Miranda.

Por el lado perredista, López Obrador era desde entonces el “peligro” del PRD para la ciudad, y lo decía Altamirano Dimas, que así se lo dijo a Gestas.

Faltando poco tiempo para la elección, el PRI iba en el tercer lugar de las encuestas (desde entonces “desinteresadas”, confiables, una fotografía del momento, etcétera). Fue un bajón de lo más sospechoso, pero se sabía que Silva Herzog no gozaba de la simpatía de los tecnócratas y que sólo como una concesión al electorado crítico del DF iban a postular al aspirante de perfil menos patibulario.

El caso es que, cuando López Obrador punteaba las encuestas, alguien comenzó a inyectarle dinero a Creel, que trataba candorosamente de actuar su nuevo papel de favorito en la elección. A final de cuentas casi ganó Creel, un candidato que no podía prolongar mucho su discurso al aire libre porque le salía sangre con el sol... Ahora dicen que fue el efecto Fox. Y sí, también probablemente se trató del efecto Amigos de Fox.

También fue acercado a Carlos Slim por un amigo de ambos que no amarró bien su apuesta. El caso es que en la fase final de la elección, con Creel inflado a punto de palomita de maíz, llegó a la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía una orden de la Secretaría de Gobernación: producir un mensaje contra el amenazante tabasqueño.

Se entregaron para ello unas imágenes de video en las que se veía una confrontación de personas de aspecto campesino contra policías. Los primeros arrojaban piedras, la fuerza pública utilizaba el equipo antimotines de reglamento: toletes, escudos, cascos, granadas de gas, y algo llevaban en la cintura pero no puedo asegurar que fueran armas de fuego.

El spot se produjo bajo la coordinación del ahora difunto Emilio Cárdenas Elorduy, entonces director de Cinematografía, y se devolvió a la Secretaría. Cuando se difundió por la tele, ni siquiera lo firmó el PRI, al que pertenecía el secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco. En una toma distinta, borrosísima debido a la mala calidad del video original, se apreciaba el infructuoso zoom sobre una silueta que agitaba los brazos. En la tele se vio un círculo rojo alrededor de esa figura y un súper o título: López Obrador encabezando la toma de pozos petroleros en Tabasco.

Ese spot no ayudó a Jesús Silva Herzog, sino a Creel, quien sería el sucesor de Carrasco en Gobernación y que desde ese puesto se dedicó a hostigar a López Obrador, pero también a los electores: desde entonces los diputados y senadores del PRI y del PAN hicieron causa común contra las pretensiones del Distrito Federal de ser tratado como un estado con plena soberanía y equitativamente integrado a la federación.

Y sobre eso, Fox y Creel chillaban porque el DF no se hacía cargo de su educación, es decir, que no ejercía su soberanía estatal... Como comedia de Darío Fo, pero la firmó Vicente Fo.

A la vuelta de un sexenio, Diódoro Carrasco es candidato del PAN, y este partido literalmente abona su causa con el mismo video de la confrontación en Tabasco. Ya no aparece la escena en la que, se supone, el mismísimo López Obrador arrojaba piedras contra el escudo de los policías. Tampoco tenemos imágenes del bolígrafo letal de Calderón al firmar con el PRI la aprobación del Fobaproa, ni las fotos de Federico Döring urdiendo los videoescándalos con el señor Fernández, los televisos y la “inteligencia” del presidente, así que estamos a mano.

Y las del tenebroso señor Fernández celebrando la quema de boletas para legitimar a Carlos Salinas sí están, pero eso les quita lo clandestino, que al parecer es requisito de todo complot, más que su ilegitimidad.

A la vista de ello, es curioso leer a esos analistas bien cebados que dicen no creer en las conjuras, pese a que sea la sopa de todos los días en Estados Unidos, España, Francia e Inglaterra, de donde ellos toman sus referentes de lo que es posible y lo que no es creíble.

Ahora mismo en Francia se debate sobre las evidencias de que De Villepin fraguó acciones ilícitas contra su rival en la derecha francesa, Sarkozy. Pero nuestros analistas, imbuidos de modernidad, señalan que se pierde mucho tiempo y espacio en analizar las supuestas confabulaciones de la gente del poder.

Para ellos, vivimos en el mejor de los mundos posibles, y dentro de él, en un país donde esos juegos ya no se organizan, primero porque el sistema priista desapareció con la alternancia, y después porque existe una prensa crítica que se daría cuenta de todo, si sucediera.

El bajo grado de desarrollo de la política mexicana la ha convertido en un sistema de instituciones subdesarrolladas, inflexibles y por lo tanto cada día más circunscritas a sus funciones formalizadoras. La tradición de acomodo extralegal para resolver todos los problemas, y una clase política rapaz, más la creciente fuerza de los llamados poderes informales, completan la circunstancia histórica más favorable a los acuerdos ilegales, sean descarados o clandestinos.

Por eso no debe extrañar que algunas personas inteligentes se nieguen a describir lo que sucede ante sus ojos: es que no les interesa que otros vean su papel en esas tramas. No me pidan nombres; abran su periódico más chafa, escuchen su estación de radio al mediodía, vean su noticiero de la noche. Por lo menos le podrán contagiar la plácida sensación de que mientras no gane López Obrador, aquí no va a pasar nada.

Una razón mas para que gane el Peje, y por eso hay que votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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