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martes, marzo 14, 2006

SALINAS A ESCENA.

En su última colaboración al diario Reforma, Humberto Musacchio nos obsequia una vez mas sus preclaras luces, vaya en esta inserción al blog mi modesto reconocimiento a su integridad profesional:


Humberto Musacchio.
Salinas a escena.

La irrupción de Carlos Salinas de Gortari en la escena pública no es producto de la casualidad. Para un hombre de su experiencia, cada palabra del discurso pronunciado en el Tecnológico de Massachusetts es hija de un cálculo que debió incluir los costos políticos.
El viernes, en un escenario propicio para hablarle al empresariado transnacional y a los políticos mexicanos, Salinas dijo que las democracias latinoamericanas estarán amenazadas si triunfa en México la izquierda, porque la retórica, presumiblemente de Andrés Manuel López Obrador, "se inclina más hacia el lado de la demagogia".

De acuerdo con la percepción salinista, no queda "mucha izquierda en Latinoamérica, al menos en el gobierno", pero aun así, el Presidente vendedor juzga que el triunfo de López Obrador constituiría un estímulo para los partidos y movimientos preocupados por la gente de carne y hueso, cuando que, según él, "el reto más grande del proceso democrático" no es mejorar la vida de las personas, sino "fortalecer las instituciones y la vigencia de la ley".
Salinas no tuvo que esperar por la respuesta. El aludido le respondió que tiene razón para estar preocupado, pues el ex Presidente perderá su pensión de 160 mil pesos mensuales y otros beneficios. Felipe Calderón se desmarcó del privatizador, del que dijo que endeudó al país y lo llevó a la crisis, en tanto que Manuel Espino, dirigente del PAN, de plano lo definió como el Presidente "más corrupto".Roberto Campa Cifrián, el candidato del Panal, muy a la vieja usanza declaró que los ex mandatarios aportarían más al país con su discreción, pues "algunos de ellos" hacen comentarios contraproducentes para el debate nacional. Lo dicho por Campa era artículo de fe en el viejo régimen, pero hoy no tiene cabida. Es preferible que los ex presidentes hagan públicas sus posiciones y no que se mantengan en la sombra.

Si hacemos a un lado las acusaciones de demagogia, que seguramente le hicieron sangrar la lengua, lo dicho por Salinas de Gortari permite advertir claramente que no debe tener el sueño muy tranquilo. Creer que en este proceso "estamos en riesgo de que los caudillos del siglo XIX regresen" encierra una confesión: el miedo, en el año de Juárez, a que se revitalice el ejemplo de los próceres que nos dieron libertades civiles e independencia nacional. Salinas, que malbarató la riqueza pública, tiene razones para preocuparse.

Si no queda tanta izquierda en América Latina, resulta por demás extraño que le preocupe tanto el triunfo de López Obrador. Pero lo cierto es que del río Bravo hacia el sur, el continente está siendo sacudido por preocupaciones elementales como tener alimento, empleo estable y mejor pagado, salud, educación y todo lo que la gente ha perdido en más de 20 años de seguir dócilmente las políticas de los organismos financieros internacionales, con su cauda de saqueo e impunidad.Salinas se jacta de que ninguna privatización ha sido echada atrás.

Desde luego que miente, pues basta con mencionar que, muy a su pesar, los gobiernos de Ernesto Zedillo y de Vicente Fox tuvieron que estatizar carreteras e ingenios privados. No se requiere ser mago para advertir que los gobiernos izquierdistas o izquierdizantes de Latinoamérica, más temprano que tarde, tendrán que expropiar empresas que en manos privadas no sólo son incapaces de servir al país donde operan, sino que se constituyen en una pesada carga, pues requieren de cuantiosos subsidios públicos que generalmente acaban en los bolsillos de sus propietarios, como lo muestra el caso de la banca mexicana.

Pero hay otra razón para que los gobiernos de izquierda -cualquier cosa que eso signifique- no hayan procedido a expropiar. Es obvio que la caída del llamado "socialismo real" ha replanteado la función de la empresa privada. Ningún gobernante sensato estará dispuesto a quitarle a su país y a negarse él mismo las bondades de esa inmensa reserva de energía social que es la iniciativa privada.El capitalismo salvaje, muy al estilo del que se vive en la minería mexicana, es causa de enfermedades, mutilaciones, muerte y sufrimiento, pero una regulación adecuada y una intervención sensata de parte del gobierno puede prevenir los efectos más nocivos de la explotación sin freno y garantizar una existencia humana a los trabajadores y sus familias.

En buena hora que los gobiernos de izquierda opten por ese camino y pongan por delante el crecimiento económico, la creación de empleos y un reparto menos injusto de la riqueza. Su prudencia es un aporte invaluable al mantenimiento de la convivencia social. En cambio, seguir el camino salinista es incrementar el hambre y la insatisfacción, profundizar la desigualdad y atizar el rencor social para riesgo de todos, especialmente de quienes más tienen.

Si alguien no lo había notado, ahí están las claves del éxito de López Obrador.

Por motivos que oportunamente hice saber a Lázaro Ríos, éste es mi último artículo en Reforma, diario al que llegué por invitación de René Delgado y donde permanecí 12 años gracias a la hospitalidad de Alejandro Junco. Dejó aquí constancia de la paciencia y pulcritud de Maricarmen Vergara, quien impidió que mis yerros fueran más y mayores. Adiós.


Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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