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jueves, diciembre 08, 2005

SE AGOTA EL EFECTO CALDERÓN. AMLO YA MANDA.

Ante la embestida de ataques al peje resaltando su supuesta picada en las encuestas y el supuesto disparo de Calderón, Alan Arias Marín, de Milenio Diario, pone las cosas en perspectiva y declara que el efecto del triunfo de Calderón en la interna del PAN se está agotando, mientras que, por el contrario, de plano el peje ya gobierna. Chequen los detalles en la columna de Milenio Diario:

AMLO: ya gobierna…

La contundente victoria de Marcelo Ebrard en la elección interna del PRD para candidato al gobierno de la Ciudad de México y la escandalosa negativa de Felipe Calderón para que la bancada panista, junto con los legisladores priistas, avanzara en la aprobación de las reformas pro autonomistas de organismos del sector financiero (SAT, CONSAR, CNBV y CNSF) constituyen dos victorias estratégicas de Andrés Manuel López Obrador en su camino al poder. AMLO, denunciando un segundo complot en su contra, ahora financiero, se ha impuesto y, con ello, prácticamente ya gobierna. El sábado, en el corazón político del país, en medio del entusiasmo de las masas (para recordar a Ortega y Gasset) al tomar protesta como candidato, confirmará mediáticamente y por aclamación la creencia (la percepción) de que ya ha vencido.

En un proceso político con alta fragilidad institucional, con un Estado afectado por severos rasgos de debilidad y una ostensible precariedad del derecho como lo es –por desgracia– el mexicano, domina el vértigo. Dos acontecimientos decisivos devienen cruciales en la intensa, pasional (poco racional) y rebajada disputa por el poder político del país. AMLO, definido desde hace tiempo su perfil y bien aprendido su libreto, se impone ante candidaturas débiles y contradictorias, a pesar de ser elusivo a las ideas y al debate, aparecer como tácticamente equívoco no deja de ser estratégicamente consistente. Calderón recula de sus dichos, se zafa de sus referentes ideológicos (acaso calcula pérdidas a su propia y soñada autoridad), sucumbe al chantaje, teme y cede. Toma decisiones al ritmo que le tocan, por ejemplo, primero anuncia su interés en una alianza electoral con el Verde y luego muestra su desdén y los descalifica como mercenarios; su imagen, de por sí endeble (el efecto de su triunfo interno se agota), se desdibuja. Madrazo, por su parte, prisionero de su estrecho horizonte, obsesionado con sus propias debilidades, cree que se trata de una escaramuza menor y reprocha (proyecta) al candidato panista inconsistencia y poca credibilidad. Necesita pericia para levantar la mira y reivindicar posiciones estratégicas de fondo ante los rasgos perniciosos que la incertidumbre democrática implica. El primero se achica; el segundo se encierra. AMLO ya manda.

Los fenómenos que se observan en el proceso político de México y, particularmente, en la campaña electoral no resultan fácilmente explicables. El conjunto de las instituciones, las leyes y las reglas de juego, la existencia y validez de un consenso básico común a todos los actores políticos (económicos y sociales), las propuestas programáticas diferenciadas, así como el sometimiento de los intereses y del instinto de poder a mecanismos legales y al racionamiento y la argumentación, no conforman en la actualidad una red discernible.

La trama de la institucionalidad democrática está desgarrada, el Estado debilitado (vasta ver el número de muertos diarios a causa del conflicto armado del narcotráfico o el grave escándalo de la penetración del crimen organizado en los cuerpos de seguridad o las deserciones del Ejército…). El espacio institucional de la acción política, racionalmente orientada a ciertos fines, pierde sentido, se hace opaco y sólo resulta discernible la pulsión instintiva por el poder y la componenda dura y cruda de los intereses de grupo.


Es verdad que las iniciativas para otorgar autonomía a ese conjunto estratégico de organismos financieros, la famosa “política económica de Estado” (Zedillo en 1997, luego de perder el PRI la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados), de automatizar bajo criterios técnicos la política fiscal y aduanera (SAT), la de salvaguarda de las pensiones (CONSAR), la de supervisión de los bancos y el sector bursátil (CNBV) y la propia de los seguros y las fianzas (CNSF) podía y debía haber sido retomada desde los inicios del actual gobierno y no al final. Se tenía que haber presentado, cabildeado y negociado desde hace tiempo y no ante el apremio –de corto plazo– de un probable triunfo de AMLO y el temor a una utilización política de tales herramientas. En rigor, la apresurada propuesta legislativa obedece a un desvergonzado cálculo político electoral, no exento de afanes de continuidad y hasta de posible búsqueda de impunidades.

Cuando López Obrador apela a la obviedad respecto de la intencionalidad hostil de las iniciativas acierta; por más que muy probablemente aspire a una instrumentalización de la política económica y financiera. La mezquindad, avaricia, estrechez de miras, limitación intelectual y pobreza cultural de la clase política mexicana ha llevado a un progresivo y acelerado desmantelamiento institucional. Existen enhiestas, sí, las instituciones políticas de la modernidad mexicana, como quieren ponderar voces inteligentes como las de Woldenberg o Reyes Heroles, pero algunas están vacías y otras se han vuelto disfuncionales. Han sufrido un permanente y agudo desgaste, en la medida en que ya no se corresponden con la realidad política actual.

Las condiciones sociales, económicas y políticas del país, marcadas por una vigorosa y desigual modernización y por la irrupción de un pluralismo político, no han encontrado los cauces ni a los actores políticos aptos para proceder a un rediseño y construcción del entramado institucional acorde a los nuevos tiempos de México y del mundo. El gobierno de Vicente Fox fracasó en la reforma del Estado, pues nunca pudo pensarla con horizonte estratégico, agotó su capital político en confrontaciones coyunturales, querellas electorales y altisonante y disparatada propaganda fundacional. Fracasó en las reformas fiscal, energética, laboral (“estructurales”), con un altísimo costo en la productividad y capacidad competitiva de México en la dinámica internacional.

Se ha fintado permanentemente con las reformas, de acuerdo con las circunstancias y al oportunismo político, sin poder entender ni asumir su carácter y necesidad estratégicas. En los últimos años se ha vacunado al país contra las reformas, tanto las estructurales como, también, las relativas al sector financiero; se ha inoculado la idea de la improbabilidad del gobierno racional. El asunto es sumamente grave, toda vez que lo que se ha dinamitado es la idea –penosamente construida– de una legitimidad basada en la ley y en la racionalidad, esto es, una legitimidad moderna.

La experiencia del primer gobierno de la alternancia resulta en un horizonte potencialmente regresivo. A final de cuentas, la legitimidad está construida fundamentalmente de creencias. Una autoridad, una institución, una política, un líder es legítimo si el colectivo (o la mayoría suficiente del colectivo) cree que es legítimo. Si los criterios de apego a la legalidad y la confianza en la argumentación racional se vulneran, entonces, las formas tradicionales o carismáticas de legitimidad vuelven a enseñorearse. Como ya se puede observar, el intercambio de bienes por consenso, el resurgimiento de los neocorporativismos, el auge (y la desvergonzada utilización electoral) de clientelismos con sectores sociales subprivilegiados comienzan a dominar la escena y amenazan con desplazar las modalidades y formas de la democracia representativa para apuntalar, así, una fusión entre el líder y las masas, en su momento, entre el Estado y la sociedad, con los riesgos de retroceso político que todo ello conlleva.

La fragilidad de la democracia mexicana, el desmantelamiento funcional de las instituciones por parte de la clase política, el debilitamiento del Estado ante actores irregulares (ilegales) que lo desafían, incluso, en el plano del monopolio de la violencia, así como el peso enorme de la informalidad y la creciente pobreza de grandes sectores de la sociedad prefiguran un fracaso de las fórmulas democráticas de representación y procedimentales. Se abre con ello la posibilidad de un gobierno proclive a la conformación de un Estado autoritario, cuya base no podrá ser otra que un nivel elevado de movilización social y generoso gasto público.

*Investigador del Centro nacional de Derechos Humanos y profesor de la FCPyS-UNAM.
alan.arias@usa.net


Algo que me llamó la atención de esta columna fué la mención del narco. Por que me parece IMPOSIBLE de creer que lo que ha estado ocurriendo en los últimos días con los narcovideos--en los cuales, en la versión sin censura se involucra a Santiago Vasconcelos--no haya causado alguna reacción negativa hacia el PAN en la opinión pública.

Y me resulta imposible de creer por la reacción inmediata del gobierno federal para negarlo todo cuanto antes posible. Primero, cuando se supo del video pero con censura (la versión en la que no se mencionan nombres y se termina cuando le ponen una pistola en la cabeza a un Zeta) dijeron en el gobierno federal que la AFI no estaba involucrada y hasta se supo que dejaron libres a los AFIs involucrados en el asunto.

Luego, cuando se dió a conocer el video sin censura, en el cual se involucra a Santiago Vasconcelos y se ve con lujo de detalle como asesinan de un tiro en la cabeza a uno de los Zetas secuestrados, sale el gobierno federal a gritar como desesperado que ¿no adivinan? ¡Que todo es un complot! Que el video fue un montaje del narco para manchar el buen nombre de la AFI. Raro que no lo calificaron de montaje cuando no se mencionaban nombres comprometedores. ¿Entonces nomás es complot si se balconean las marranadas que hace el PAN?

Ah, la eterna escusa del complot. Que lástima que sólo funciona cuando de verdad hay un complot, no cuando el gobierno federal se quiere hacer tarugo.

Es por eso que el PRIAN está completamente amedrentado de hacer cualquier cosa que los ponga en evidencia. Saben que la gente los tiene en la mira y que cualquier movimiento en falso significa un triunfo más para el peje.

La pregunta es ¿Cuánto tiempo van a poder sostener los PRIANistas esta hipocresía antes de caer víctimas de sus propias mentiras? Casi lo hacen con las leyes financieras. Calderón ya no se contiene y de plano se baja los calzones con los gringos y con los empresarios. Y Madrazo por más que lo intenta no logra convencer a nadie de que voten por el. Bueno, nomás al PVEM y eso le costó bastantes curules.

Podemos estar seguros de dos cosas:

1. Que el peje sigue arriba en las encuestas con todo y bajas--lo cual en si es admirable.

2. Que ahora más que nunca es cuando no podemos bajar la guardia y tenemos que salir a las calles a hacer activismo por el peje. Recuerden: somos NOSOTROS los que tenemos que poner al peje en la presidencia. Somos NOSOTROS quienes le tenemos que poner un hasta aquí al PRIAN.

A hacer activismo, señores. No hay de otra. Ya sea con pintas en los cristales del carro o repartiendo volantes o con camisetas o simplemente hablando con la gente cercana a uno y convenciéndolos de que voten por el peje. De lo contrario, si no hacemos nada, el PRIAN se puede salir con la suya y hacer un fraude más.

Ustedes deciden.

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