En defensa de nuestro petroleo
A partir de 1901, el inicio de la explotación de los yacimientos petroleros en México atrae a cientos de trabajadores a las costas veracruzanas y tamaulipecas. Veinte años después, cincuenta mil obreros y empleados petroleros han hecho de su país el segundo exportador de hidrocarburos. A partir de entonces la fuerza de trabajo declina hasta llegar, en 1928, a dieciséis mil obreros.
Bajos salarios, alojamientos insalubres y pésimas condiciones de trabajo estimulan el crecimiento de los sindicatos petroleros. Son ellos quienes solicitan la intervención de las autoridades federales y locales para sacar a los patrones de su encastillamiento, aunque en algunas ocasiones estas obliguen a los obreros a retornar a sus labores.
Tales desacuerdos fueron hechos a un lado en junio de 1925, cuando mister Frank Kellogg, Secretario de Estado de los Estados-Unidos, envió una nota insultante al gobierno mexicano amenazándolo con la intervención armada en caso de ser aprobada la Ley del Petróleo. Horas después de conocida la nota diplomática, cientos de trabajadores petroleros y de otras industrias expresaron su propósito de secundar al gobierno en defensa del territorio nacional “con las armas, de ser preciso.”
Bajos salarios, alojamientos insalubres y pésimas condiciones de trabajo estimulan el crecimiento de los sindicatos petroleros. Son ellos quienes solicitan la intervención de las autoridades federales y locales para sacar a los patrones de su encastillamiento, aunque en algunas ocasiones estas obliguen a los obreros a retornar a sus labores.
Tales desacuerdos fueron hechos a un lado en junio de 1925, cuando mister Frank Kellogg, Secretario de Estado de los Estados-Unidos, envió una nota insultante al gobierno mexicano amenazándolo con la intervención armada en caso de ser aprobada la Ley del Petróleo. Horas después de conocida la nota diplomática, cientos de trabajadores petroleros y de otras industrias expresaron su propósito de secundar al gobierno en defensa del territorio nacional “con las armas, de ser preciso.”
(c) Los abajo firmantes: Cartas a los presidentes 1920-1928; Edit. Patria (1994).
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