Me gustaría comenzar por definir el síndrome “Hermanastra fea” que vimos ejemplificado en Cenicienta. Es un padecimiento humano que hunde al espécimen en cuestión en la más insalubre de las envidias por ver su propio poder y/o belleza menguados por la posible amenaza de un poder y/o belleza superior a este.
Hay otro síndrome digno de mención para este caso: el de la manzana envenenada. Es un alimento rico, nutritivo, pero que en su sustancia lleva combinada una toxina mortal para el que la consume. Por supuesto, es ésta un arma política planteada en el mundo de la fantasía pero utilizada también en la historia como en el ejemplo del caballo de troya. En el caso de la fantasía, se plantea como un elemento para contrarrestar a la rival.
El chuchismo se puede definir como una manzana envenenada, que hacia la opinión pública hace gala de su “civilidad” ante un conflicto electoral tangible que ha causado escozores en todos los sectores sociales y presentándose como una opción “saludable, rica” para permitir que “el país avance y olvide sus diferencias”.
Los chuchos, padeciendo el síndrome de hermanastra fea, se valen de toda clase de artilugios políticos (hasta los más sucios) para intentar derrocar aquello que amenaza a las intenciones de introducir la manzana envenenada a la izquierda electoral mexicana, tomando como blanco más visible, aquello que ha reunido a la sociedad civil en una lucha única: la oposición al fraude electoral y el combate a la corrupción y la hipocresía en todas las esferas políticas. Cabe mencionar que su lucha no es específicamente contra esta oposición al fraude, sino a favor de preservar sus mendrugos de poder obtenidos montándose en luchas legítimas de la izquierda durante varias décadas; razón por la cual, disfrazarán sus intenciones de todos los colores, mientras esto signifique mantener estas migajitas.
Recientemente, otra corriente legitimadora de imposiciones se ha sumado a esta lucha: el cardenismo, regando una bolsa de pinole por todo el piso político mexicano con un mensaje muy claro: recojan granito por granito adoptando una posición corporal (inclinándose con la cara hacia el piso, dejando descubierta la retaguardia) favorable para que la derecha se introduzca tranquilamente en este debate tomando partido y calificando a esta Nueva Izquierda Cardenista como civilizada, moderada, y moderna.
Así, la hermanastra más fea (Cuauhtémoc Cárdenas), fundadora del partido que lanzó la candidatura de la izquierda más notable de estas últimas décadas se toma de la mano con la otra hermanastra fea (no hablo de la fea Zabaleta, sino de su jefito Chucho Ortega) para hacerle ojitos a la derecha y desaparecer del mapa al líder de una corriente política fuerte que rebasa incluso, al partido de la hermanastra más fea.
Con la idea de que el fin justificaría los medios, el consolidar estos mendrugos de poder implicaría el reconocimiento de aquellas estructuras contra las que se rebeló este partido hace tiempo, oposición que costó muchas vidas, muchos alientos, muchas decepciones; mientras Cuatemocha la fea ejercía una oposición medianita que también le valió su modus vivendi.
Con todos estos elementos reunidos, podemos esperar una lucha encarnizada llena de trampas, infidelidades, traiciones, cirugías plásticas, y affaires extraños por el báculo de la izquierda electoral. Una lucha en que Accion Nazional y Nueva Izquierda Cardenista podrían llegar a caminar agarraditos de la mano con tal de desarticular el movimiento de resistencia pacífica nacional tirando dardos mediáticos a su corazón, rebajando la existencia de sus integrantes al ámbito de la imaginación, valiéndose del método del fraude, desbaratando todo simbolismo inspirador de la lucha, entre otros artilugios.
Y como en todos los cuentos de hadas, que por cierto alientan la cosificación de la mujer equiparando su valor humano con su belleza, las feas llevan las de perder cuando hay tantas voluntades reunidas, ya que los ideales son incorruptibles, mientras que el poder es caprichoso.
Chuchismo, o Cardenismo o Fecalismo…La mona aunque se vista de seda, ilegítima se queda.
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